Los recuerdos del porvenir: la memoria como posibilidad de la escritura.

Los recuerdos del porvenir: la memoria como posibilidad de la escritura.
Los recuerdos del porvenir (1963)
Elena Garro.
Por: Liz Moreno Chuquen
“Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga”[1].

Este es el inicio de la novela Los recuerdos del porvenir (1963) de la escritora mejicana Elena Garro. Y desde ese momento surgen algunas preguntas, ¿Quién nos habla? ¿Cuál es esa piedra aparente? ¿En qué consiste esa relación con la memoria? Aunque estas, tal vez, no sean las preguntas más importantes que se puedan plantear respecto a esta obra, si son un buen inicio para este comentario, dada la complejidad de abordar esta novela desde las nociones de tiempo, memoria y narrador que se podrían denominar como tradicionales.

En ese sentido, la anécdota seria la narración de un pueblo, llamado Ixtepec, y las voces que logra condensar, acerca de lo que sucedió allí durante el periodo comprendido entre la Revolución Mejicana y el levantamiento conocido como los Cristeros bajo el dominio del General Francisco Rosas y un grupo de militares bajo su mando. Sin embargo, este momento del recuerdo esta signado por la melancolía, la desesperanza y la soledad. Además, estos dos hechos históricos no son reconstruidos desde la versión oficial, no hay aquí un interés por defender uno u otro bando, ni una u otra posición ideológica o política. Como tampoco hay una intención por asumir el realismo a nivel narrativo. Más bien, podría hallarse un interés por mostrar cómo las mujeres, los rumores, las pasiones, la violencia, la locura etc., resultan ser hilos in-visibles que tejen el destino de un pueblo y construyen su historia.
Cabe aclarar, que Ixtepec es el pueblo que narra no sólo que en él sucedió, además, lo que sucede y recuerda que sucederá. Esto se vincula con otro de los aspectos más interesantes de la obra y es la noción del tiempo como cíclico, esto significa que los límites entre el pasado, el presente y el futuro, categorías propias de la Cultura Occidental, se desplazan hasta perderse, de tal forma que, incluso, es posible recordar el futuro. Martin Moncada, uno de los personajes de la novela encarna parte de esta idea,
“-¿En donde andabas?- le gritaron sus padres, su hermana Matilde y los criados. Él no contestó. Solitario, entró en ese día cargado de recuerdos no vividos. Por la noche, en su cama, recordó su propia muerte. La vio muchas veces ya cumplida en el pasado y muchas veces en el futuro antes de cumplirse. Pero era curioso que en el pasado fuera él, Martin, el que había muerto y en el futuro un personaje extraño el que moría; mientras él, acomodado en el techo de su cuarto miraba sus dos muertes, la realidad de su cama minúscula, de su cuerpo de cinco años y de su habitación, pasaron a una dimensión sin importancia[2].
Esta visión de tiempo mítico bien se podría interpretar como un interés de Garro por retomar esta concepción de las culturas indígenas que tuvieron lugar en territorio mejicano. De otro lado, la idea de memoria como un mecanismo univoco capaz de condensar la totalidad de los recuerdos encuentra oposición en Los recuerdos del porvenir ya que, aquí, la memoria se configura como un espacio polifónico, fragmentado, vivo, donde es posible la deliberación y la elección, además, se consolida, se concreta y se re-crea a través de la escritura y el lenguaje, de ahí la posibilidad de inventar el pasado en el presente de la enunciación.

En ese sentido, aunque se podría hablar de una voz que domina toda la novela, asumiendo la narración, es decir, lo que se conoce como narrador omnisciente, esto se problematiza ya que Ixtepec funciona como un estructurador de las diversas voces que lo habitan, de esta forma la reconstrucción de un hecho se realiza a partir de diferentes versiones no jerarquizadas ya que en el mismo nivel se encuentran los relatos de la familia tradicional, los Moncada, las prostitutas, denominadas las cuscas, y las queridas; Juan Preciado, el loco del pueblo, las viudas, sus hijos, entre otros. Así mismo, es posible afirmar que esta concepción acerca de la memoria y el narrador pueden tomarse, a su vez, como una crítica a la forma como se construye el discurso histórico en tanto se considera la versión oficial desde la perspectiva de los vencedores, en otras palabras, desde las esferas del poder. Como se ha intentado mostrar, la novela se nutre de diferentes elementos para lograr lo anterior.

Ahora bien, la cuestión acerca de la relación de esta novela con el realismo mágico, al parecer, la crítica y las diferentes historias de la literatura la han resuelto por medio de afirmaciones del tipo de que Los recuerdos del porvenir y Pedro Páramo (1965) podrían denominarse como precursoras de este grupo de novelas que se caracterizan por una actitud particular frente a la realidad latinoamericana, su representación y/o ficcionalización. Respecto a lo anterior, tal vez, la relación más directa se podría establecer con Macondo y por extensión con Cien años de Soledad (1967) del escritor colombiano Gabriel García Márquez.

Sin embargo, también es posible establecer ciertas relaciones entre Recuerdos y la obra del también mejicano Juan Rulfo a partir de algunas aspectos como la pretensión de las dos por configurar una mirada critica del poder a través de la denuncia al caciquismo, a través de personajes como Rodolfo Montúfar y Pedro Páramo, respectivamente, y de otra parte, poner de manifiesto que movimientos como la Revolución Mejicana y sus ofrecimientos acerca de una distribución equitativa de las tierras, por ejemplo, se convirtieron en promesas no cumplidas en el medio rural.

En conclusión, Los recuerdos del porvenir se puede considerar como una apuesta estética bastante interesante de Elena Garro, que implica la construcción de un mundo complejo, colectivo, fragmentado y poético, que resulta de la capacidad por asumir ciertas posturas criticas frente a la realidad y el interés por menoscabar y transformar el significado de categorías como el tiempo, la memoria y la historia.
[1] Garro, Elena Los recuerdos del porvenir. México D.F.: Editorial Joaquín Mortiz, 1984. Pág., 9.
[2] Ibíd. Pág., 83.

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