El crimen del Siglo de Miguel Torres

Por Anderson Alexis Peña Castañeda




Roa Sierra es el epicentro de la novela escrita en el 2006 por Miguel Torres, El crimen del siglo, una novela histórica que propone a uno de los grandes villanos del siglo pasado, poco conocido, extraño, odiado por muchos, indiferente a otros, quien se hizo un lugar fatídico en la historia colombiana al asesinar a uno de los grandes líderes políticos del momento: Jorge Eliécer Gaitán. Torres nos cuenta una versión de este ser humano superado por la desventura, la angustia y la desesperación.Esta obra escrita de manera magistral, nos presenta una narración limpia donde los personajes habitan mutuamente sin sentir forzada su aparición; a partir de descripciones exactas y muy familiares para los bogotanos, nos permite fácilmente trasladarnos a los lugares donde la historia de hilvana, Chapinero, El Ricaurte, Santa Teresita, El Centro Histórico, La Séptima.


Pero no solo la recreación espacial toma relevancia, desde el inicio nos ubica en un tiempo: “El viernes 9 de abril de 1948 en las horas de la mañana (…)”. El tiempo de sombreros y gabardinas de paño de los años cuarenta se describe con una sutileza fascinante que sin lugar a dudas nos dejará prendidos de esas imágenes pasadas con las que muchos jóvenes apenas soñamos, los autos grandes y grises de la policía, el ruido del tranvía recorriendo su camino de hierro del Ricaurte hasta llegar al centro, junto con una aguda visualización de aquellos sonidos de rutina aglutinante de la estación de trenes de la sabana, nos enfrentan a un tiempo remoto que muchos solo vemos en blanco y negro.

Trágico, desesperanzado, pobre, loco… muchos adjetivos le caben a Roa Sierra, sin embargo, pocos lo definirían como buen padre, amante o amigo leal, estructurada en cuatro ejes principales, la novela es una ventana abierta al corazón y pensamiento de él. Después de una infatigable racha negativa este decide terminar su lastimera existencia en el fondo del Salto del Tequendama, sin embargo, optando por vivir se encontrará más tarde con el abandono de su esposa María y su única hija Magdalena hecho que lo condena a vivir encerrado en casa de su madre doña Encarnación. Allí, en su cuarto, lo invaden los tangos de Gardel y Goyeneche, los boleros de Julio Jaramillo y Olimpo Cárdenas, mientras su mente divaga en los folletos de los rosacruces que guarda con celo, el espejo derruido de su cuarto revela en su rostro nada menos que la imagen reencarnada del General Santander, consumido por la pobreza, la mediocridad, son poder acceder a un trabajo desde hace más de tres años, se lanza a la búsqueda de guacas y entierros, pero de nuevo, las situaciones lo sobrepasan y devuelven al aislamiento que lo consume día y noche.

Ayudado económicamente por Johan Umland Gert, un astrologo que adivina su suerte y que conoció gracias a doña Encarnación le aconseja que visite a un Gaitán agazapado en sus victorias legales y arropado por la mayoría del pueblo para una eventual lucha por la presidencia, lo despacha sin miramientos y sin aportar solución posible a le precaria situación de él. Decide Roa tomar el destino con sus manos y se arrija a la idea de asesinar a aquel hombre que hasta hace poco admiró: Gaitán. Con su inconsciente jugándole malos pasos llega hasta el barrio residencial donde vivía Gaitán y comienza a fraguar su desquite. Entre fantasmas, conspiraciones, espías, intrigas policiales, cofradías de asesinos, Roa pasa los días deseando que no corran imparables a su impactante final. El revólver se vuelve una obsesión en la vida de este hombre desesperado por la “perra vida que le tocó vivir”. Como salvavidas llega un laburo como conductor de carro en un ‘trabajo’ de suma importancia pero desconocido, representan para él fugarse del destino y de Bogotá, irse lejos con su esposa María y su hija pequeña hasta donde ni el mero recuerdo de su nombre lo persiga.



Miguel Torres


Sin embargo, como todo en su vida, el fracaso le cae pesado en los hombros, lo lleva revólver en mano a la fachada del edificio Agustín Nieto, en pleno centro de la ciudad, un viernes de abril donde la rutina del medio día congrega un sinfín de personas; el café ‘Gato Negro’ en la esquina de la Séptima con Avenida Jiménez, un coche azul oscuro parqueado con la puerta del pasajero a medio abrir, tres hombres con manos entre los bolsillos de la negra y larga gabardina, con la cabeza escondida hasta las narices en un sombrero de fieltro… podrá el lector sentir el miedo y la tensión de Juan Roa Sierra momentos antes de que tres disparos cieguen la vida de uno de los personajes más influyentes de Colombia del siglo pasado y experimentará el miedo que aquel pobre diablo que vivió observando a la turba enardecida dentro de la ‘Droguería Granada’ sin nada más que en su boca invocar a la ‘virgencita santísima’ perder la vida a causa de los golpes de los lustrabotas, sonoro grito ‘¡Mataron a Gaitán!’ termina la historia, no del crimen, sino del criminal, aquel hombre lleno de infortunio, desolación y tristeza que llevó a cabo El Crimen del Siglo.

                                                                                                                                                                         Torres, M., (2006). Crimen del siglo. Editorial Alfaguara.

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