Un tiempo para el cuento

Julio Paredes mira directamente a los ojos cuando habla. Lo hace en voz baja y segura, expresando con fluidez sus ideas, sus convicciones. Emana magnetismo. Le gusta hablar de escritores nuevos o pocos leídos, de libros, de editoriales, al fin y al cabo la literatura es su mundo cotidiano, algo que se hace evidente en su libro de relatos Artículos propios, publicado por Alfaguara y lanzado en el pasada Feria del Libro de Bogotá.

Manuel Osorio: Julio, ¿cuál fue el primer cuento que escribió para Artículos propios?

Julio Paredes: La verdad eran varios: "La pañoleta", "La cruz" y "El reloj", creo, eran esos tres. Pero "La pañoleta" fue la apertura, pues la voz, que en un inicio era la de un niño, al reformarlo y reescribirlo me di cuenta que esa voz era la de una mujer, la cual cuenta una historia, pero que esa historia esta ligada a un objeto, de ahí toda la carga emotiva. En Artículos propios quería mostrar el objeto o el artículo como algo que tiene el poder de contarnos algo.

M.O:  ¿Pero esos artículos siempre tienden a la evocación?

J.P: Sí, pero hay una cosa allí. En Artículos propios esa evocación no va sólo hacia el pasado, también al futuro, como puede pasar en un cuento como "El reloj": allí hay un futuro, una historia que pudo ser como lo que le pasa a uno, siempre hay un universo paralelo donde las cosas pueden ser mejores.

M.O: ¿Diferentes?

J.P: No, mejores, más que diferentes. "Mejor" tiene una carga más emotiva… Uno sabe que no hay un universo, un mundo, mejor que éste, pero lo desea.

M.O: Al leer Artículos propios, veo una influencia de Peter Stamm...

J.P: De Peter Stamm me gustó la construcción que él hace de las mujeres, hay varias mujeres que me gustan en sus libros, sobre todo esas mujeres que no tienen claro su papel y eso necesariamente no es una debilidad, que no son mujeres de acción, mujeres no necesariamente feministas.

M.O: ¿Qué pasa con el feminismo, Julio?

J.P: No es nada en contra con el feminismo. Los personajes en Stamm, ya sean mujeres u hombres, son personajes cuya presencia o lugar en el mundo podría ser otra, pero ellos no hacen un proceso de constante reinterpretación de eso; que si sostienen una relación con una mujer o con un hombre, no es resultado de una conciencia, no toman como bandera el feminismo u otra posición política.

M.O: ¿Cómo se vería eso en Artículos propios?

J.P: Viéndolo en Artículos propios, sería en un cuento como "La máquina de escribir", donde en un inicio la protagonista piensa que su vieja vecina la puede estar confundiendo con una hija o una sobrina; pero ella oye la historia de esa vecina, una historia que a nadie más le importa, sino a esa mujer que narra.

M.O: Pero, ¿“La máquina de escribir” no es un cuento donde se narre la historia de esas mujeres?

J.P: No, en "La máquina de escribir" se cuenta la historia de un hombre; ellas simplemente están para narrar esa historia, una la escucha, a esa otra mujer, narrar la historia de él, sin ningún plan dramático. Como autor, me metí en su intimidad.

M. O: ¿Cómo lo hace Stamm con sus personajes femeninos?

J.P: Las mujeres narradas en Stamm hacen parte de un mundo en el cual son narradas en abstracto, no es el mundo de la mujer europea o la mujer suiza, es una mujer en un mundo donde ella cree puede estar la felicidad sin necesidad de ir a buscarla, un mundo paralelo donde se pierde eso que ella es. Eso es lo que pasa con los personajes de Stamm, siempre están en esos mundos paralelos, lejos de ese mundo real y cruel, y ese es su encanto.

M.O: En su cuento “El anillo”, usted hace referencia a Claire Keegan y Anne Sexton, ¿por qué?

J.P: Hay un libro de cuentos de Keegan que se llama Antártica, y, en el cuento que lleva ese nombre, ella describe la historia de una mujer que se va a buscar el amante, el cual ya se encuentra comprometido, pues tiene esposa e hijos. Pero más que la anécdota, lo que me interesa es lo que hace con ese personaje femenino, lo que se atreve a hacer con sus personajes. Es una autora que se enfrenta a un propósito de la escritura, que se ve enfrentada con esa historia que va narrando. Como también pasa en la novela de David Vann, Sukkwan Island, la cual está dividida en dos partes y toca lo autobiográfico: es la relación entre un padre y un hijo como en La Carretera, de Cormac McCarthy.
Lo interesante allí es ver cómo hay un autor, que se enfrenta a una historia que cada vez es peor, un escritor que se ve en la encrucijada de seguir narrando eso que se torna cada vez peor a medida que uno avanza en la historia. Allí hay una decisión de seguir narrando a pesar de todo, la cual la percibe el lector. En Vann y Keegan hay una búsqueda más allá de una escritura lineal, en ellos hay una historia siempre abajo, lo que llaman la "teoría del iceberg". A Anne Sexton la conozco desde los 80's, y es un homenaje a Paula Soler, que es un personaje que trae cosas que uno cree que no existían, un homenaje a esos escritores invisibles.

"Ese síndrome de que todo esté cifrado con el premio es lo peor 
para la escritura. (...) Por ejemplo, en los talleres literarios, 
la gente apunta a escribir para ganarse un premio o para ser 
famosa, no están en la búsqueda de un proceso 
escritor, ni van a resolver una cosa que se plantea en su 
escritura, ni mucho menos van a buscar esa voz, ese proyecto
de obra. Se lee y se escribe sin fundamento."
M.O: ¿Qué otra escritora poco conocida está en el libro?

J.P: Otra de esas escritoras es Annemarie Schwarzenbach, autora de Muerte en Persia. Ella fue una mujer de acción, una mujer que en el periodo entreguerras viajó al África, Arabia, Afganistán, Irán, a lugares pocos comunes para las mujeres, inclusive hoy en día. Era una mujer en constante búsqueda de sí misma, y muere a los 32 años en un accidente de bicicleta. Pero ella escribe un libro que en su primera página nos dice: “En este libro usted se va encontrar todo menos felicidad”, y a uno, como lector, le quedan 180 páginas para saber qué hay en ese libro. Es impresionante.

M.O: ¿Y Katherine Mansfield? Al leer su libro es imposible no pensar en ella.

J.P: A ella le dedico un cuento, "La pulsera"; igual, está presente en otros cuentos como "La pañoleta", pero en "La pulsera" hay una mujer que siempre está buscando la felicidad en su casa y desea regresar allá, como diría Katherine Mansfield: "soy un árbol trasplantado". Más que ella como escritora, está ella como personaje, esa mujer que escribe para y por la escritura misma, que poco le interesa ser publicada o conocida.

M.O: ¿Y Alice Munro?

J.P: Alice Munro está presente, ella propone una forma de narrar cuentos que para mí es muy atractiva, que es una anécdota y una cosa esencial, que es como un sol que irradia y que atrae por su gravedad, esa cosa central que encanta e ilumina. Yo veo en Munro una luz central que es esa historia central, la cual ilumina esas otras historias narradas en ese cuento, historias que son importantes porque las veo bajo la luz de historia central, por eso la extensión de los cuentos en ella, y que yo traté de trabajar en Artículos propios.

M.O: ¿También hay algo de Carson McCullers?

J.P: Un poco, no tanto.

M.O: Julio parece que tiene fijación por las mujeres escritoras con muerte temprana o vida complicada...

J.P:(risas) No, eso ya cambió. Ahora son hombres blancos vivos como Philip Roth.

M.O: Como docente, editor, escritor y lector, ¿cómo ve la lectura y la escritura en Colombia?

J.P: Yo creo que seguimos en el nivel de lectura anecdótica, y como escritores, también. Hay dos síndromes en la lectura; uno, que ahora por lo general la gente está leyendo a sus contemporáneos de su mismo idioma; el otro tiene que ver con los premios, los premios como algo que se cree sinónimo de talento, de eso único para leer, por parte de los lectores. Ese síndrome de que todo esté cifrado con el premio es lo peor para la escritura. Por ejemplo, en los talleres literarios, la gente apunta a escribir para ganarse un premio o para ser famosa, no están en la búsqueda de un proceso escritor, ni van a resolver una cosa que se plantea en su escritura, ni mucho menos van a buscar esa voz, ese proyecto de obra. Se lee y se escribe sin fundamento.

M.O: ¿Qué pasa con un escritor como Philip Roth, tan premiado?

J.P: Yo no he leído toda la obra de Philip Roth, pero lo que me interesa de él es ver cómo desde sus primeras obras hay una propuesta a largo plazo, y los premios obedecen a su calidad, no a la novedad. Claro que también hay temas mediáticos, pues él habla del 11 de septiembre, allí hay un tema actual, mediático y él lo convierte en ficción, él no se está rasgando las vestiduras, hace una declaración sin ser testimonial. En una novela como La Conjura Contra América, Roth hace una historia partiendo de una interesante hipótesis: ¿qué hubiera sucedido si en las elecciones de 1940 Charles A. Lindbergh, famoso aviador estadounidense, hubiera arrebatado la presidencia a Roosevelt? Esto le sirve para poder cuestionar esa historia paralela a la novela, que es el gobierno Bush y la ultraderecha norteamericana, pero él allí tampoco es testimonial. Puede ser testimonial un poco en las obras en las cuales está su pasado judío, pero es universal en el conjunto de toda su obra.

M.O: En Colombia, ¿quién puede salirse de ese elemento testimonial o ve un proyecto serio de escritura?


J.P: Más que testimonial, me gusta la propuesta de Evelio Rosero y de Tomás González, en ellos hay una propuesta de obra. Pero eso no debe ser una virtud, debe ser una realidad, lo natural.

M.O: ¿Y en los escritores jóvenes?


J.P: Esas definiciones no aplican para la literatura, creo yo. La literatura es otra cosa, mire usted el caso de Bufalino.

M.O: Como editor, ¿a quién publicaría usted en Colombia?


J.P: Yo con eso no tengo una idea fija.

M.O: ¿Qué tipo de novela no lee?

La novela histórica. No me seduce, me parece muy predeterminada y el autor está muy presente y eso me aburre.

M.O: ¿Qué está leyendo ahora?

J.P: Ahora estoy leyendo a escritoras japonesas y norteamericanas.

M.O: Para terminar,  ¿qué escritora usted recomendaría?


J. P: Jhumpa Lahiri, ella tiene algo que me gusta y es su trabajo con la memoria y la tradición sin ser testimonial, creo ha pasado siempre desapercibida; y Claire Keegan, creo ellas dos valen la pena ser tenidas en cuenta.

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