Reseña Cerezas al óleo

Por: Jairo Esteban Leyva Moreno 

Estaba buscando novelas juveniles para leer y lo primero que hice fue ponerme en el papel de un adolescente, es decir, busqué los libros que ponen en los colegios, lo único que muchos estudiantes leerán en su vida. Para mi buena fortuna mi mamá es docente y pude acceder a las lecturas que hacen en su colegio. De entre la lista elegí Cerezas al óleo pues la sinopsis prometía una novela gótica, misteriosa y atrapante. 

La novela fue escrita por Maikel Rodríguez Calviño, un autor e investigador cubano nacido en 1981, licenciado en Historia del Arte de la Universidad de La Habana y especialista en arte religioso. Además de artículos y reseñas, ha publicado varios libros de cuentos y novelas juveniles, como Puertas de papel (2012), Fantasmacromía (2016) o La casa iluminada (2017), ganadora del Premio Calendario del 2017 en literatura para niños y jóvenes.

Cerezas al óleo narra la historia de Gloria y Ana, madre e hija, que se descubren herederas del famoso pintor Fernando Castillo, muerto hace muchos años. Ahora deben encargarse de la mansión antigua que poseía el pintor y cuidar de su viuda Galatea, una anciana senil que habita la casa. Durante su estancia en la mansión Ana sufre de pesadillas, escucha ruidos extraños, ve sombras esconderse por los pasillos y asegura que las esculturas que adornan la casa cobran vida durante la noche, sin mencionar las extrañas cerezas que encuentra entre los cajones de la mansión.

Me he topado con muchas historias en mansiones embrujadas. Son relatos donde el protagonista se encuentra en un lugar olvidado por el tiempo, vive acontecimientos sobrenaturales y debe descubrir el terrible misterio oculto o perecer en el intento. Aunque Cerezas al óleo usa los mismos mecanismos, y parece no innovar, me mantuvo intrigado en cada momento. Guiado por el narrador, me sentí atrapado con lo desconocido del ambiente lúgubre e inquietante de la mansión, al igual que Ana, quería descubrir qué clase de fantasmas habitaban la casa. Además de esto, junto a la historia de Ana se intercalan fragmentos de historias antiguas, como la creación de los golems judíos, los ritos de embalsamamiento egipcios o la búsqueda por la fuente de la juventud; cosa que, si bien es desconcertante en un inicio, contribuye al aura de misticismo de la novela y me hicieron interesar más por lo que sucedía.

Aunque mantuvo mi interés, la sensación de misterio y enigma se desvaneció al pasar la mitad de la novela. Descubrí el secreto de la mansión Castillo rápidamente, las pistas del narrador empezaron a ser más obvias; cosas como el guardapelo de Galatea o las historias místicas sobre creación de vida causaron que la revelación final no fuera sorprendente. Creo que este fallo se debe a que la novela se equivoca en su idea de la categoría “juvenil”. Parece que para el narrador ser joven también significa ser incapaz; como si yo, siendo un lector joven, no me diera cuenta de lo que sucede y necesitara ayuda para entender.

El prejuicio del narrador no se detiene ahí, aunque describe estupendamente el ambiente de la historia, el relato se convierte en un discurso explicativo. A veces se manifiesta el espíritu académico de Rodríguez Calviño y la novela se vuelve un libro de texto por varias páginas, explicando los simbolismos de las flores, volviéndose reiterativa al mencionar ideas y pistas hasta asegurarse de que le queden claras al lector. Como si fuera un niño pequeño al que hay que llevarlo de la mano para que se pierda en la lectura. De forma similar, las notas al pie parecen subestimar al lector. Son pocas las definiciones necesarias, la mayoría de palabras no están en desuso y diría que cualquier joven reconoce el significado. Pienso que el editor temió que fueran muy complejas e intentó facilitar la lectura, tan solo logrando hacer que me distrajera al revisar cada margen.

A pesar de esa infantilización, y volviendo a mi papel de adolescente, me habría gustado leer Cerezas al óleo en la escuela. En el colegio donde estudié las lecturas eran de dos clases: los clásicos universales de la literatura, ladrilludos para alguien de tan solo doce años, o aburridos textos científicos que se olvidan al terminar el examen. Cerezas al óleo es una historia de fantasmas interesante, con un misterio cautivante y que motiva a leer. Creo que un lector joven, después de terminar la novela, estará interesado en seguir leyendo. Debo decir que, si bien es una historia perfectamente contenida, la novela es parte de una saga que está desarrollando Rodríguez Calviño. Esto me parece genial pues, si la saga es similar a Cerezas al óleo, un joven tendrá una historia entretenida para desarrollar el hábito de la lectura.

Rodríguez Calviño, Maikel. (2017) Cerezas al óleo. Bogotá: Enlace Editorial.

Sobre Jairo Esteban Leyva:

Bogotá, 2000. Estudiante del pregrado en Estudios literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Estoy interesado en la lectura, la música, los cómics y los videojuegos; en el bachillerato me decían nerdo y me doy cuenta que tienen razón. Contacto: estebanley.2017@gmail.com

Comentarios

Maikel José Rodríguez Calviño dijo…
Hola, Jairo, te escribe Maikel, el autor de Cerezas al óleo. En primer lugar quiero agradecerte por haberte tomado el trabajo de leer la novela y ofrecer tu visión crítica sobre ella. Como tú mismo has señalado, no es un libro perfecto. Los problemillas que tiene serán resueltos en futuras ediciones. Tendré en cuenta tus consideraciones para esas reediciones y para mis próximas novelas. Sigue leyendo y, sobre todo, reseñando, siempre desde el análisis justo e informado. ¡Abrazos!

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