Reseña Azares del cuerpo

Por: Natalia Baquero Gutierrez

«Qué agradable le parecía a uno la vida, qué dulces las recompensas, qué trivial este rencor o aquella queja, qué admirable la amistad y la compañía de la gente de su propia especie»
(Una habitación propia, Virginia Woolf)

Cuerpos que se mueven, se buscan, se topan y se pierden son los que componen esta geografía de voces por la que vamos recorriendo en Azares del cuerpo. Este, primer libro de cuentos de la bogotana María Ospina, nos complace con una escritura sencilla que nos permite convertirnos en transeúntes de la vida de distintas mujeres, en las que detallamos los lazos que se atan y desatan en el encuentro con (nos)otras. Es así, que cada narración  nos hace conscientes que el transitar no sólo espacios, sino personas y a nosotros mismos es una forma de buscar un remedio a lo hostil que puede ser algunas ocasiones vivir.

Cada cuento está narrado de distintas maneras como también algunas veces reluce la idea de la escritura en la escritura: las protagonistas tienen diarios, e incluso si la historia está contada en tercera persona irrumpe una correspondencia y las cartas le dan un tono más íntimo. Por si fuera poco, Ospina introduce todos los cuentos con un epígrafe. Así, estos cuentos parecen concebir la idea de escribir como un acto colectivo.  Por ello, quizás la insistencia de comunidad en el libro y que las protagonistas de un cuento luego emergan en otro, demostrándonos de este modo la lectura, la escritura y la vida como lugares minados de encuentros y desencuentros.

En estos cuentos habitamos efímeramente el espacio interior de distintas mujeres. Cada cuento nos enseña una mujer, sus devenires, que pueden ser desde el comienzo hostil en una ciudad nueva (Policarpa) o la guerra declarada contra unas pulgas (Fauna de las eras); sus soledades, aquella que se padece cuando se retorna al país y todo parece tan extranjero (Salvación de señoritas) o cuando se pierde a alguien y uno se interna en una nueva soledad (Azares del cuerpo). Por otro lado, al hacernos partícipes de los diferentes vínculos que se dan entre mujeres, a menudo ajenas a nuestra experiencia, nos enseñan el tacto e intimidad que hay, por ejemplo, en la relación entre una manicurista y su clienta.

El primer cuento es “Policarpa” en el que se nos muestra a Marcela: una exguerrillera que en el intento por dejar atrás la vida selvática verde se interna en otra, quizás peor, la del asfalto gris: Bogotá. (Lugar que por cierto es el espacio en el que coinciden todas las mujeres que protagonizan los seis cuentos del libro). Allí, lidiando con llevar una vida “normal”, nos va contando su trabajo de cajera en un mercado y sus asistencias a una editorial que pretende contar- vender-  la historia de su experiencia como miembro de un grupo armado. Esta parte del cuento resulta interesante porque parece un guiño de Ospina para decirnos que la ficción a menudo exagera la realidad, con un afán de comercializar y exotizar la vida.Y aún así, como si de una resistencia se tratara, cada cuento de su libro nos da una sensación de cercanía. 

Los cuentos de este libro terminan siendo un gesto narrativo genuino, en el sentido de que buscan mostrarnos un lado más real y humano de nuestra cotidianidad. En “Policarpa” podemos ver cómo el pasado de la protagonista se desliza y la convierte en eco del país. Pues Marcela no solo nos hace vívida la experiencia de lo que sería una vida en un grupo armado, sino también en lo arduo que es “reintegrarse”. Situación de la que también adolece Zenaida, protagonista de la “Ocasión”, quien en medio de la necesidad en su pueblo migra a Bogotá y debe acostumbrarse a la caótica ciudad trabajando como empleada de servicios. Reintegrarse se convierte así en una patología y surge entonces la necesidad del movimiento inagotable.

Todas estas mujeres que están al margen, moviéndose constantemente, tratando de sobrevivir, de saberse mejor o más estables nos enseñan que irse no es huir, es encontrarse. No nos movemos para escapar sino para dejar de hacerlo. Se trata entonces de no permitir que el desasosiego, el tedio y la soledad invadan tan hondamente el alma. Por ello, se justifica, permanecer todo el día en la ventana para ver a una futura amiga como hace Aurora en “Salvación de las señoritas”. Se vale enviar cartas, insistir y no ceder a sentirse sola como le pasa a Estefania en “Collateral beauty”. Como también le pasa a la viejita de este cuento quién se salva de su vejez a través del recuerdo de juventud que le da su querida colección de muñecas, que la remontan a otros tiempos más amables: “quizás al hablar de ellas cambiaría el timbre y la cadencia de sus palabras, y el verdor de sus voces infantiles rompería brevemente la sequedad de sus gargantas viejas”.  

 Por otro lado, también conocemos a personajes como Mirla, clienta de la manicurista Martica en “Azares del cuerpo”, quien, después de haber perdido a su esposo Pepe y devastada padeciendo el “síndrome del corazón roto”, decide aventurarse en un viaje, en busca de mejores vientos, ya que al final “la partida y el retorno eran cosas que solo ella decidía”.Ella nos enseña otro tipos de compañías: la nuestra. De repente la compañía ajena muta a la propia y nos damos cuenta que también nosotros somos nuestro amparo. Así, la insistencia que parecen tener todos los cuentos con la salvación del otro, nos lleva a la idea de que en el camino por salvar a otro, muchas veces nos salvamos a nosotros mismos.

Azares del cuerpo es una escritura que habita en lo humano, en el rastreo de nuestros afectos, de nuestras nostalgias y soledades. María Ospina se inclina por una escritura cómoda, no es difícil seguir el hilo de la lectura, más bien, pareciera que estamos en una reunión tomando onces mientras cada una habla de los trajines de su vida. En Azares del cuerpo la voz de cada personaje nos da la oportunidad de estar en contacto con la belleza de lo cotidiano. Ya se verá con quién o con qué nuestro tiempo será invadido, por el momento es prudente escuchar y acompañarse de esta multitud de voces.


Ospina, M. (2017). Azares del cuerpo. 160 páginas. Bogotá, Colombia: Ediciones Laguna.


Sobre Natalia Baquero Gutierrez:

Bogotá, 2002. Estudiante de pregrado de Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Apasionada por el arte, en especial la literatura y el cine. A menudo su tiempo libre es destinado a tejer, ver anime, escuchar música o cualquier plan de tía. Actualmente es parte de la revista 3043 del departamento de Literatura. Su contacto es nabaquerog@unal.edu.co


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