Entrevista a la profesora Gabriela Castellanos Llanos sobre su novela Jalisco pierde en Cali (2015)

Por Angie Paola Vargas Arévalo*


Angie Vargas: Tú empiezas a trabajar como profesora en la Univalle en el ‘72, un año después de la toma del campus de esta universidad por parte de la policía y el ejército. Quisiera que me contaras cómo se percibía el ambiente en la universidad en ese entonces, ya había pasado un año pero supongo que había todavía ecos…
Gabriela Castellanos: Sí, mira. Yo llegué a Cali en el 69 y llegué a trabajar en un centro parroquial. Yo en ese momento tenía una maestría en teología y trabajé con un grupo de pastoral en ese centro parroquial. Andando el tiempo dejé de enseñar teología, volví a Estados Unidos, volví, hice un PhD… Bueno, me dediqué más bien al discurso y a la literatura pero en ese momento yo estaba en un círculo de personas que estaban muy metidas, a pesar de que yo no era todavía profesora en la Universidad del Valle, yo estaba muy cercana, a través del equipo de pastoral a los sacerdotes que eran de Equipos Universitarios que aparecen allí [en la novela]. Los estudiantes que yo narro son también miembros de Equipos Universitarios, entonces yo también tuve esta experiencia de una manera vicaria, o sea no directamente yo, pero sí constantemente estaba oyendo hablar de lo que pasaba en la universidad a través de los sacerdotes y de trabajadoras sociales que trabajaban conmigo en el centro parroquial y que también eran personas cercanas a Equipos Universitarios.
Equipos Universitarios era una organización católica dirigida por sacerdotes, donde los estudiantes comentaban sus problemas, etc. y estaban muy politizados. Era la época de la teología de la liberación, que era lo que trabajábamos fundamentalmente, trabajábamos con el método de Paulo Freire. Entonces, yo viví esa época a pesar de no ser ni estudiante ni profesora de la Universidad del Valle en ese momento pero por terceras personas y una de las cosas que más me impresionó es que cuando sucedió, ese 26 de febrero del 71, pues fue una asonada muy fuerte yo ya estaba en Colombia y la experimenté y eso tuvo una serie de consecuencias políticas  profundas en toda Colombia, pero un año después una vecina de mi hermana vio una manifestación pasar y le dijo a mi hermana “¿y eso por qué?” y le dijo “no te acuerdas que hace un año hubo este problema que mataron a Jalisco…” y la vecina dijo “qué…? Yo me acuerdo de nada”. A mí me impresionó cuando mi hermana me contó eso, que un hecho tan profundo que remeció a la ciudad hasta sus raíces y que tuvo tantas consecuencias políticas importantes para todo el país, a esta señora se le había olvidado y ella había estado en Cali en ese momento pero no recordaba, ¿ves? Y entonces, esa anécdota yo la pongo ahí en la relación entre Catalina y Cristina al final… donde Cristina ha olvidado completamente, ni siquiera se ha percatado cuando sucede. Ahí yo decidí escribir esa novela, me demoré décadas en hacerlo, en empezarla, pero ese día yo dije “yo algún día tengo que escribir sobre esto porque esto es increíble para mí”. Ese problema de la incapacidad de memoria.
AV: Justamente hacía allá iba mi siguiente pregunta que tiene que ver con qué te lleva a escribir sobre este evento, cuánto tiempo te tomó y cuáles fueron las mayores dificultades al decidir escribir la novela.
GC: Bueno, como te digo la decisión ya final la tomé años después y me demoré unos cuatro o cinco años porque hice una investigación exhaustiva. Yo no quería hacer una novela histórica per se. Yo quería hacer una novela que fuera así como una novela total, como tú la describes, pero no quería traicionar los hechos tampoco. No quería que fuera una novela histórica pero tampoco quería decir falsedades. Entonces hice la investigación previa, entrevistando a muchas personas. Hay cosas que viví de lo que pasa allí. Hay un momento en que un obrero dice “Yo quisiera irme”, sí el líder obrero, eso sucedió… “Yo quisiera irme a tirar piedra pero no lo hago” porque recuerda que cuando él estaba en una invasión había llegado la policía y él había querido enfrentarse a la policía y la mamá le dio una bofetada y le dijo “No, no lo vas a hacer. No vas a pelear contra la policía.”. Eso sucedió en mi experiencia, uno de los líderes sindicales que había en mi equipo de pastoral me contó eso. Sí, hay varias cosas que yo viví pero la gran mayoría de las cosas son resultado de entrevistas. Pero el mayor trabajo, la investigación fue más o menos rápida, en un año yo tenía toda la información pero obviamente lo más difícil es la construcción de los personajes, entrelazar las distintas voces…
AV: A propósito de eso, la mayoría de los capítulos de la novela están articulados por fragmentos que son las voces de los personajes que nos remiten a momentos históricos y personales anteriores a la toma de la Univalle… ¿por qué consideraste que era mejor entrelazar las voces en lugar de agruparlas?  
GC: Yo pienso que una de mis mayores motivaciones para escribir eso es el hecho de que yo soy cubana pero amo profundamente a Cali. Cali es una ciudad muy problemática, debes saberlo. Sí, es una ciudad muy grande, la tercera de Colombia blablablá… pero tiene problemas gravísimos sobre todo debido a que hay muchos desplazados de la costa pacífica y son gente que llega muy desorientada, bueno, una cantidad de problemas que tiene Cali. Tiene muy malos políticos, nunca hemos tenido un alcalde bueno desde que yo la conozco, muy politiqueros, muy clientelistas… pero yo amo a esta ciudad y entonces yo quería que la ciudad, que el protagonista central fuera la ciudad y eso no se puede hacer con una sola voz. Una ciudad es un conglomerado, entonces tú tienes que tener allí las voces de… por ejemplo, hasta la voz de un esclavo está allí. Porque una de las leyendas que te cuentan los caleños es que la construcción de la iglesia de San Francisco fue hecha por esclavos y que allí morían muchos esclavos… Eso debe ser una leyenda falsa pero la gente decía eso, que los curas compraban una cantidad de huevos y con la clara de huevos hacían la amalgama para pegar las piedras de la iglesia [risas]. Eso probablemente no es cierto o yo no sé si será cierto pero es muy raro ¿no? Sería muy raro que así fuera, pero esa era la percepción del pueblo: “Esta gente está malbaratando comida que a nosotros nos falta”. Entonces por eso yo creé al personaje de Ceferino que es un esclavo que se roba los huevos y se los come. Ahí está representada toda esa etapa de la esclavitud, de la época colonial en Cali. Hay otro personaje que para mí fue muy importante y a la que conocí y es amiga mía que es Vicky Donneys, la vietnamita…
AV: Ese personaje me parece súper importante, una mujer militante que tiene un lugar fuerte en la historia oficial…
GC: Yo la conocí, yo era en esa época profesora en el colegio INEM en Cali y ella llegó. En los primeros días del año 1971, ya estaban haciendo toda la agitación de los estudiantes de la Universidad, ella era estudiante de la Universidad del Valle, yo era profesora del INEM pero éramos casi de la misma edad, yo era muy joven. Yo tenía 25 años, ella tendría 22 años, 21 años. En todo caso, ella llegó, se trepó encima de una mesa y arengó a todos esos muchachos, y la electricidad en el ambiente, yo trato de captar eso: cómo ella producía un efecto que sólo los grandes líderes producen en esos jóvenes. Una de las grandes tristezas de mi vida es que Vicky Donneys se casó y se volvió ama de casa [risas] y nunca más volvió a ser líder. Se fue a Francia, se fue a Paris, allá vive. Tuvo dos hijos. Bueno, uno puede tener una vida muy fructífera, muy bella, como madre y ama de casa pero yo esperaba de ella un papel político visible, público, que no fructificó.
AV: A propósito de este papel de Vicky Donneys, de cómo ves lo que pasó con ella; y de las muchas voces femeninas que aparecen en la novela y que escriben, ¿Cómo ves tú, como escritora y profesora, la situación actual de la escritura de mujeres en el campo editorial? ¿A qué desafíos hay que hacer frente hoy en día?
GC: A ver, yo pienso que la situación de las mujeres hoy en día en la escritura es, desde el punto de vista de las editoriales, mucho mejor de lo que nunca fue, mucho mejor. Al mismo tiempo, no hay igualdad, no hay igualdad en ningún sentido. Yo soy profesora de la Universidad del Valle, todavía aunque estoy jubilada pero sigo trabajando en el doctorado de humanidades y yo pues conozco muy bien el departamento de literatura de la Universidad del Valle, a pesar de que yo era de idiomas, yo era de lingüística, pero yo me doy cuenta de los profesores, varones, son la mayoría en literatura y como lo son en casi todas las ramas, inclusive en humanidades que es donde hay más mujeres, ¿no?, los hombres son mayoría y no incluyen en el canon a las mujeres, muy pocas obras de mujeres se enseñan en el departamento que se llama Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle.
No hay reseñas, no te reseñan tus novelas en la misma proporción que se reseñan… hay un grupo de profesores en la Universidad del Valle que son amigos entre sí y son escritores, y ellos se reseñan el uno al otro pero no reseñan a las mujeres, hay algunas profesoras, hay dos o tres profesoras que son parte del grupo de investigación donde yo trabajo que se llama Género, Literatura y Discurso; y ellas son las tres que incluyen a las mujeres en sus syllabus, en su programa de seminario. Nosotras nos reseñamos también entre nosotras pero nadie más nos reseña, mientras que los otros consiguen que otras personas fuera de su grupito, de su pequeña capillita, otras personas de afuera, ellos tienen vínculos. Carmiña Navia es una profesora de la Universidad del Valle que es una crítica muy buena, es poeta, ella es feminista y es profesora de la maestría en Literatura colombiana y latinoamericana y ella me dice “a mí me pasa lo mismo, mi libro de poesía no me lo reseñan, ni mis compañeros ni los otros.”. Hay un gran avance en material editorial, pero no hay un avance similar en cuanto a incluir a las mujeres en el canon, a realmente tomarlas enserio en el mundo académico.
AV: Además de incluirse en sus programas, hay algún tipo de movilización que ustedes estén haciendo para visibilizarse y cambiar esta situación que describes…
GC: Sí, tenemos seminarios… Te invito de una vez a que vayas al Segundo Coloquio Nacional de Género del 13 al 15 de noviembre. Allí ya tenemos, va a estar Carolina Alzate y Betty Osorio de Bogotá; los otros son las profesoras nuestras: Cristina Valcke, Carmiña Navia, María Mercedes Ortiz y yo… y hay otras, pero bueno, en todo caso, hacemos esto a través de seminarios, hacemos los Lunes de género, no, creo que es miércoles ahora que lo pienso, en todo caso, tenemos la revista La manzana de la discordia y a través de, yo no soy profesora de la maestría en literaturas Colombiana y Latinoamericana pero soy profesora del doctorado en humanidades, y las profesoras que son de la Escuela de Estudios Literarios a través de la maestría dictan seminarios sobre literatura femenina y yo a través del doctorado pues yo trabajo más teoría de género pero pues también, obviamente, incluyo algo de literatura allí. En fin, el trabajo nuestro a través de publicaciones, hemos publicado varios libros, etc. es de divulgación, de tratar de promover que se lea y se tome enserio a las mujeres.
AV: Volviendo a la novela, me decías que pretendías, sí, una novela histórica, pero una que se contara desde las voces más que desde el evento mismo. Quisiera que me explicaras en profundidad cómo entiendes esa relación entre literatura e historia y qué rol consideras que desempeña la literatura frente a la historia.
GC: A ver, esa pregunta me hace pensar enseguida en Gabriel García Márquez que es como el gran maestro de nuestra generación. Gabriel García Márquez toma la historia de Colombia y la transforma y lo que hace, por ejemplo, en Cien años de soledad es narrar la historia de Colombia desde sus inicios pero ficcionalizada completamente, magicalizada si se puede decir, lo que se llamó el realismo mágico de él y todo eso. Tú puedes ver en esa novela, cómo son los hechos de la historia de Colombia lo que motiva, lo que le duele a García Márquez, lo que es parte de su identidad y lo que es parte de su afectividad. Entonces, yo pienso en mi caso, sin compararme con García Márquez [risas], por favor. Pero yo pienso que es lo mismo, la historia de Cali a mí me afecta personalmente. Yo tengo un vínculo afectivo, emocional casi identitario con Cali. Yo me siento caleña, más que colombiana. Yo soy 100% cubana, 100% caleña y 100% gringa donde recibí toda mi educación académica. Para mí, todos los hechos que afectan a la ciudad de Cali son hechos que a mí me atañen, que a mí me afectan, que son míos de alguna manera. Trato de decir algo sobre eso pero no para narrar los eventos, sino para representar de alguna manera las voces que componen, que pueden llegar a componer una Cali ficcionalizada, a construir una realidad ficticia de Cali.
AV: ¿Cómo fue la recepción de Jalisco pierde en Cali?
GC: Ay no, la recepción ha sido triste. Se vendió muy rápidamente. Casi todos los amigos, lo que podemos llamar la ‘inteligencia’ de Cali lo han leído. Sé porque me lo han comentado muchas personas pero la novela, por ejemplo, se agotó rápidamente y no la re-editaron porque la Universidad del Valle no tiene política de re-edición, a menos que sean textos académicos. Entonces, yo lo que voy a hacer, entre mis planes está, hacer con esa novela lo que hice con la primera, Las guerras de Alejandra, que es ponerla en Amazon, en Kindle direct publishing, esa es una forma en la que uno hace un trabajo de edición con ellos y ellos la publican allí y eso es lo que espero hacer.
Creo que ha habido dos reseñas que yo sepa de la novela, una de ellas de Carmiña Navia y la otra de otra persona que no conozco. Sé que en algunas universidades en Estados Unidos, la han usado como parte de las lecturas de seminarios en programas de literatura pero realmente la recepción ha sido muy muy pobre. Eso es algo que yo espero que cambie pero lo que pasa es que hay que dedicarle mucho tiempo, en Kindle direct publishing hay que dedicarse a hacerle propaganda, hacer un poco de cosas a través de Amazon que yo no he hecho con la otra novela que lleva más de un año ahí. Espero ser un poquito más juiciosa con eso, con esta novela.
AV: Al inicio de la entrevista, hablabas de la memoria. Ya han pasado 48 años desde la toma del campus de la Univalle. ¿Cómo percibes el ambiente ahora en Cali frente a las manifestaciones estudiantiles?
GC: No, eso es muy triste porque a pesar de que los estudiantes tratan de que se mantenga la historia, se recupere, que anualmente haya manifestaciones, el departamento de historia hizo un seminario sobre los hechos del 68 e incluyeron una sesión, fue un coloquio de varios días, e incluyeron una sesión sobre el 71 en Cali y me invitaron a mí y a varios historiadores que han trabajado el tema. Pero es muy triste porque a pesar de los esfuerzos del movimiento estudiantil y de los mismos profesores del departamento de historia de mantener esa historia viva, realmente el movimiento estudiantil es muy pobre, entre otras cosas, porque hay muchos problemas en la universidad pública. Tú eres estudiante de la Universidad Nacional, tú conoces muy bien los problemas de la universidad pública, los esfuerzos del estado por privatizarla, toda la tragedia, la universidad cada vez es más pobre, cada vez es más difícil, cada vez hay más carga sobre las profesoras y los profesores activos. Hay una burocratización terrible, todo es una serie de tareas burocráticas, cada vez hay menos recursos, y es como un desgaste terrible y el movimiento estudiantil había mejorado con lo del acuerdo de paz y no se había visto más de esas asonadas absurdas que hacían, que no eran realmente de un movimiento estudiantil, sino que de pronto unos encapuchados salían a botar papas y uno no sabía ni por qué. Eso se acabó durante el proceso de paz y ahora, desde que llegó Iván Duque a la presidencia, volvió a suceder y volvió a suceder de una manera trágica porque hace un par de meses murieron dos estudiantes, dos antiguos estudiantes que habían estado tirando papas, y entonces les estallaron las papas y les estalló la mochila llena de papas y los descuartizó. Uno murió instantáneamente y el otro murió en el hospital. Entonces, eso es algo tan absurdo. Ese movimiento del 71 fue un movimiento tan bello, porque eso afectó a toda la ciudad, como yo narro ahí, y todo el mundo se enteró y eso tuvo una resonancia enorme. Y ver este movimiento estudiantil tan pobre, tan anémico y tan viciado en esa otra parte que para mí no es movimiento estudiantil sino que son infiltrados de otras partes, es muy triste.
AV: Ya como última pregunta, quisiera pedirte algunas recomendaciones para los nuevos escritores que se piensan la literatura como movilizador de memoria. ¿Qué consejos les darías para su trabajo creativo?
GC: Yo lo único que les recomiendo a los estudiantes que me dicen eso es lean mucho y escriban mucho. Escriba, lea, piense, estudie y escriba. ¿Cómo se gradúa uno de poeta? pues escribiendo poesía. ¿Cómo se gradúa uno de novelista? pues escribiendo una novela. Obviamente, uno a medida que avanza en la práctica de la escritura, va aprendiendo cómo hacerlo. No hay otra forma. Hay grupos que son buenos para algunas personas, a otros nos les gusta pertenecer a esos grupos de talleres de poesía, de novelística o de ficción, pero ayuda a mucha gente. Yo lo he visto, yo estudié, cuando yo hice el doctorado fui parte de un seminario de poesía, porque yo también escribo poesía, y a mí eso me sirvió. Que otra gente leyera mis poemas y me dijera qué le parecía bueno, qué le parecía malo y por qué. Eso es una experiencia valiosa, a alguna gente no le gusta, hay personas que sienten que eso es una intrusión, que la opinión de otra gente le invade su propia percepción de sí mismos, pues bueno no lo hagan, pero para las personas a las que les sirve, bueno yo eso lo aproveché.


* Licenciada en Lengua castellana, inglés y francés de la Universidad de La Salle. Estudiante de la Maestría en Estudios literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Intereses académicos: didáctica de lenguas extranjeras y literatura. Contacto: angiepvargas01@gmail.com

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