Reseña 35 muertos


Por Sebastián Giraldo Medina*
  
El apodo de El Chumi se remonta a la época en la que andaba como loco en una de esas motos que les gustan a los sicarios. Esas calimatic que resuenan a toda hora en las faldas de Manizales y que los muchachos manejan como kamikazes japoneses. De tanto en tanto uno ve que a algún agüevado le gana una curva y termina estampillado contra la pared de una casa o sale disparado por un voladero. A El Chumi le decimos así porque su cara tiene cierto parecido con la de Michael Schumacher… y porque por andar picando la moto en el barrio Tres Esquinas se dio contra un taxi y quedó cuadripléjico. Como el lenguaje es cambiante y ese cambio obedece a la eficiencia de la comunicación, con el tiempo Schumacher pasó a ser El Chumi, que es más corto y fácil de recordar.

La inmovilidad lo convirtió en un crítico literario sin que él mismo lo hubiera advertido. Un día me dijo:

—Pai, estoy aburrido de tanta serie y tanta película. Vos que sos el filósofo de la cuadra, pasame uno de esos libros raros que tenés en la casa. Como ya no puedo hacerme la paja, me va tocar entretenerme leyendo filosofía.

Enternecido por la iniciativa de El Chumi de cultivarse, pensé en iniciarlo en el pensamiento occidental leyendo lo mejor de los cerebros más excelsos e incomparables de Europa. Le pasé La crítica de la razón pura y La crítica de la razón práctica de Kant, para que reflexionara sobre el carácter de nuestro conocimiento y sobre la moral humana. Cuando fracasamos con eso, le pasé Ser y tiempo de Martin Heidegger, para que reflexionara sobre su ser-ahí-postrado-en-la-cama-sin-poder-rascarse-los-huevos.

Se exasperó:   

—La idea era no aburrirse, bobo marica.

Pensé que quizá era mejor abordar la literatura y me acordé de que en la casa de un tío abuelo mío estaban los tomos de En busca del tiempo perdido. Al leer las primeras 10 páginas de Por el camino de Swan, me dijo:

—Me hubiera pasado un resumen. En esa novela no pasa nada. Son unas descripciones larguísimas y uno no sabe qué es lo que está haciendo el tipo. Como que nunca se levanta de esa hijueputa cama. Valiente gracia. Yo lo que quiero es una historia donde pasen cosas, donde los personajes se den bala, donde haya putas y perico. Yo quiero algo que me pare la verga. No esa maricada de un man acostado en la cama que no se sabe si está dormido o despierto.

—Pero si sos cuadripléjico… a vos no se te para.

—Es un decir, malparido. A lo que me refiero es que quiero historias de gente que sí se pueda mover y hacer cosas. Esos cuentos de filósofos y escritores son como historias de 600 páginas sobre un culo pegado a una silla. No dicen nada, no pasa nada.

Me acordé de 35 muertos del escritor Sergio Álvarez. A El Chumi le podría gustar porque la historia está cargada de peripecias y se retrata la realidad colombiana con humor y brutalidad. En una escena puede aparecer la violencia más cruda y unas páginas más adelante los personajes se van de juerga. El mismo Sergio Álvarez decía que lo que pasa es que en Colombia estamos en un festejo constante, pero al mismo tiempo todos estamos untados de sangre. Además, la novela tiene un comienzo potente. La primera frase dice: “Botones cometió su último crimen nueve meses después de muerto”.

—Esa historia sí está bien chistosa. A ese marica le pasan unas… apenas nace, se le muere la mamá. Luego se va de Bogotá a Barbacoas. Por allá, un político convence al papá del protagonista de quemar unas urnas para ayudarle a cuadrar unas elecciones. Pero después se le hace el loco y no le paga el favor, ja, ja.

—Sí. Y por la depresión se pega una borrachera salvaje y termina muerto flotando en un río. Esa novela me recuerda un poco la historia de Oliver Twist. Es el huérfano colombiano que le toca estar de allá para acá, conociendo todo tipo de gente. Hasta se hace comunista cuando se devuelve para Bogotá… —dije.

—Y al final le toca salir de este cagadero de país, como le toca a un montón de gente. Pero lo que más me gustó fueron las canciones. La historia va cambiando según los temas de la rockola. Hasta aparece Se me perdió la cadenita. La dan a uno ganas de ponerse a beber y a pichar.

—Además es un poquito difícil encontrar historias así. La mayoría de escritores colombianos que escriben parece que vivieran en la Sorbona. ¿Qué puede contar alguien así?

El Chumi respingó la nariz y estiró los labios, como si desaprobara algo que acababa de recordar.

—Lo único que no me gustó es que el tipo a veces se enreda mucho para contar las cosas. Al principio uno es penando para saber cuándo es que por fin va a nacer el protagonista. Además, ¿cómo es que el narrador sabe tantas cosas sobre su propio nacimiento? ¿Quién le contó todo eso? Si hasta se sabe los pensamientos de sus papás antes de que él mismo naciera. Es como si tuviera poderes mentales. Y a veces es medio cursi: hace descripciones de situaciones violentas mezcladas con sensiblería. En una página dice: “Y aunque el disparo de Botones destrozó la nariz, la boca y la frente de Rubén, más grande fue el hueco que hizo en el corazón de Nidia”. En otra parte dice: “El día que mi mamá rompió aguas, ambos pensaron que habían llegado a la última curva para llegar a la recta de la felicidad”. Muy loca.

—Sí, en la presentación de ese personaje hubiera sido mejor que fuera sencillo y contundente. Por ejemplo, ¿te acordás de la película que nos vimos la vez pasada? En La vida de Brian, de los Monty Python, los tres reyes magos entran en la casa del protagonista pensando que es el pesebre donde nació Jesús. La escena es para cagarse de risa. Imaginate ser un recién nacido en un pesebre en un desierto en el medio oriente, donde casi todos son analfabetas y están llevados del verraco. Y que al único al que le ponen cuidado es al vecino, que es Jesucristo.  Desde ese momento todos sabemos que Brian es un pobre güevón, como nosotros.

Como El Chumi no decía nada, agregué:

—Sería bueno mirar las otras novelas del tipo. En La lectora secuestran a una vieja para obligarla a leer un libro. Son como varias historias en una. Es una cosa muy loca.

—Pinta bueno…

Álvarez, Sergio. (2011). 35 muertos. España: Alfaguara. 504 págs.


*Profesional en filosofía y letras de la Universidad de Caldas. Maestría en Estudios literarios de la Universidad Nacional en curso. Intereses: literatura, filosofía y aguardiente.


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