El infierno de reconocerse: Yellow taxi… o La esquina o Cómo murieron los futbolistas que mataron a Karim, de Víctor Viviescas



Yellow taxi… o La esquina o Cómo murieron los futbolistas que mataron a Karim. Dramaturgia y dirección: Víctor Viviescas. Actuación: Fernando Pautt, Leonardo Lozano, Giancarlo Mendoza, Sandra Camacho, Luis Eduardo Montaña, Milton Lopezarrubla. Director asistente y productor de campo: Javier Giraldo. Diseño sonoro: Federico Viviescas. Ejecución musical: Julián Restrepo. Diseño del espacio escénico y la iluminación: Javier Giraldo. Estreno: Teatro de Garaje. Bogotá, Colombia. 16 de noviembre de 2011.

Nota crítica escrita por Gabriel Rudas


La compañía Teatro Vreve acaba de estrenar en Bogotá Yellow taxi… o La esquina o Cómo murieron los futbolistas que mataron a Karim, obra de teatro escrita y dirigida por Victor Viviescas.

Como suele ocurrir con las obras de Viviescas, en Yellow Taxi (escrita en 1993) la trama es relativamente sencilla: cinco hombres, tal vez pandilleros, esperan en la esquina de un barrio marginal. Alguien va a matarlos para vengar a Karim, un travesti que ellos asesinaron hace tiempo. Pero esta trama, que podría desembocar en una historia más de pandillas, drogas y miseria, se convierte en una frenética experiencia escénica en la que las pesadillas de la mente y del lenguaje se vuelven el centro de una intensa reflexión estética.

Los personajes, muchachos sin nombre, dicen estar preparados para enfrentar y ganar la pelea que se avecina. La esquina del barrio, dicen una y otra vez, es un laberinto donde se perderán sus enemigos. Pero entre más se repiten que tienen un plan perfecto, que arrasarán a los vengadores, que sus delirios son solo efecto de las drogas, más sabe el espectador que intentan ocultar la vulnerabilidad y el horror que los consume. Entre más reiteran sus gestos de hombría, de celebración y de agresividad, más se evidencia que son ellos los atrapados en un laberinto y que la esquina donde esperan no es una fortaleza sino una tumba.

El miedo es, de hecho, uno de los temas centrales de Yellow taxi. Primero, el miedo causado por la certeza de morir, pero sobre todo por la incertidumbre de no saber cuándo. La espera se apodera de los personajes socavando poco a poco su mente. Un farol que alguien apagará en señal de alerta, cuando llegue el taxi amarillo en donde viajan quienes vendrán a matarlos, se vuelve el símbolo de ese miedo. A medida que la espera se prolonga sin que se apague el farol o llegue el taxi, se hace cada vez más difícil sostener la ilusión de que tienen el control y mantener la frágil unión del grupo. Porque, además del horror a morir, a los personajes los consume el miedo que se tienen unos a otros. Cada uno ve en los demás un traidor, un Judas (las referencias bíblicas son constantes en la obra) que los besa para traicionarlos.

Esta paranoia, que es más fuerte a medida que se incrementa la conciencia de su encierro y fragilidad, parece ser la única expresión sincera del grupo. Uno (Leonardo Lozano), el personaje más frenético, el que siempre parece estar en el delirio de la droga, es también el más lúcido. Como un Tiresias al que no le creen sus predicciones, parece ser el único que entiende lo que va a pasar, pero también es el único que puede enfrentar el pasado. En medio de sus delirios se encuentra periódicamente con la imagen (¿fantasma, ilusión, recuerdo?) del travesti Karim (Fernando Pautt). En un interesante juego, sonido y luces y video, Karim aparece como la conciencia de Uno. A través de sus diálogos con Karim, cada vez más pesadillescos, el espectador se entera de lo que oculta el asesinato del travesti y la espera de la venganza: tras la máscara de la masculinidad y de la intolerancia que los llevó a cometer el crimen, se esconde un verdadero temor quizá más fuerte que el de la muerte. Es el horror que les produce reconocer la atracción erótica que generaba Karim en todos ellos. Mientras se pierden en el laberinto en el que se han atrincherado, se enfrentan a las fisuras de su propia identidad. Así, mientras su mente se diluye, se desdibujan en cada segundo de espera sin acción. Tal vez esa es la razón de que, aunque hablen, se increpen, peleen y rían, los personajes de Yellow taxi nunca se comunican realmente entre ellos. En medio del ruido y de la velocidad, el espectador presencia un espectáculo de soledad e incomunicación, un infierno donde el reconocerse es la perdición.

La puesta en escena del estreno, en el espacio alternativo Teatro de Garaje (que en efecto es un parqueadero adaptado), está conformada por un escenario prácticamente vacío pero cubierto de polvo de ladrillo. A esto se le suma la presencia constante del sonido de batería, de las luces, los videos de Karim y la hosquedad de las actuaciones. Este ambiente logra unir el estilo abstracto e interior de los diálogos con la crudeza del referente concreto social, presente siempre en la obra.

Yellow taxi es una obra reflexiva en la que el lenguaje metafórico y la exploración interior son más importantes que la acción. Pero es a la vez una obra que propone una experiencia sensorial vertiginosa. La marginalidad y la violencia social se materializan en un espectáculo donde la destrucción es, sin embargo, interior.

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