Tres miradas en torno a Pájaros en la boca de Samanta Schweblin. Parte II
Por Íngrid Soacha
Samantha Schweblin es una escritora argentina
nacida en 1978 en Buenos Aires, ganadora del Premio Fondo Nacional de las
Artes, Concurso Nacional Haroldo Conti, Premio Casa de las Américas, traducida
a varios idiomas y ya se sitúa como una de las grandes representantes de la
narrativa contemporánea latinoamericana. Pájaros
en la boca es la compilación de cuentos
que nos ocupa en esta ocasión. Hablaremos específicamente de cinco de
los cuentos que aparecen en este libro: “Pájaros en la boca”, “La medida de las
cosas”, “Mi hermano Walter”, “Bajo tierra” y “En la estepa”, todos ellos comparten características muy particulares, como el
misterio, la dualidad fantasía/realidad –tan marcada en las narraciones de esta
autora- y el interesante manejo de la técnica para lograr ciertos estados de
conciencia en los lectores; todo esto nos acerca a la naturaleza de la
literatura contemporánea y sus representantes latinoamericanos.
Las temáticas que se pueden identificar más
fácilmente dentro de los cuentos son básicamente: La imposibilidad de algunos
de los personajes para relacionarse y participar en la dinámica social
establecida; la expectativa que logra crear la autora a partir de la
omisión de ciertos detalles
fundamentales dentro de la narración; el temor que se genera por la incursión de
hechos extraños e inexplicables en la vida de personas normales, viviendo una
vida normal, en situaciones completamente cotidianas. Frente a la técnica
encontramos elementos muy interesantes, para empezar el tiempo en que son
narrados un par de cuentos, el presente; Samantha Schweblin es egresada de la
Universidad de Buenos Aires de la carrera de Imagen y Sonido, posiblemente
gracias a esto, esta mujer logra llevar la narración escrita a un lenguaje
mucho más visual, contado en presente, que es el lenguaje característico del
cine. También podemos encontrar la narración en primera persona, pero desde la
focalización del testigo, nunca del protagonista, lo que al parecer le permite
envolvernos en una atmosfera de misterio e incertidumbre con mucha más
facilidad y naturalidad.
Dentro de la categoría de personajes incapaces de
relacionarse normalmente dentro de una dinámica social establecida podemos
encontrar a Sara en “Pájaros en la boca”.
Este es un cuento en donde el narrador es el padre de Sara, una chica de 13
años que adquirió la extraña (y reciente) costumbre de comer pájaros vivos. El
padre describe como su hija, a pesar de tener un aspecto bastante saludable y
natural tiene comportamientos extraños, al parecer de animal/bestia, que espera
a su presa, pero aun así es incapaz de salir a cazarla. Además Sara no tiene
conciencia de lo extraño de sus hábitos, para ella es absolutamente natural
comer pájaros vivos y pasar horas en una misma posición esperando a que su “presa” llegue a ella en manos de otro.
Por otra parte nos encontramos con “La medida del tiempo” que nos habla de
Enrique, un hombre aparentemente normal, que sale con mujeres, tiene un lindo
automóvil y aún vive con su madre, a partir de un evento desconocido Enrique
empieza a quedarse en el negocio del narrador de la historia y hace un tipo de
“evolución” de hombre a niño que lo
deja imposibilitado para salir y relacionarse de una manera adecuada con
personas de su edad y entorno, e incluso para reaccionar ante las agresiones de
su madre. Luego se nos presenta “Mi hermano Walter”, que nos habla de un hombre terriblemente deprimido que cada vez
empeora más y más y no consigue entablar ningún tipo de conversación o
comunicación de algún tipo con su familia.
Dentro de la segunda categoría de la omisión de
detalles entran todos. Para empezar nunca sabemos cuál es la razón de que Sara
en “Pájaros en la boca” coma pájaros, cómo comenzó a hacerlo o cuándo, o qué
pasa con su madre que a mitad de la historia desaparece. En “La medida de las
cosas” es un misterio la llegada de Enrique a la juguetería, qué le hace o hizo
su madre, por qué esa “evolución” de
adulto a niño, y el final (del que hablaremos más adelante) que es todo un
enigma. En “Mi hermano Walter” nunca
sabemos la causa de la depresión del hombre y tampoco nos enteramos si la teoría
de la tía, de que cuanto más triste esta Walter más felices quienes lo rodean,
tiene algo de veracidad. En “Bajo Tierra”
es mucho más evidente, ya que se nos cuenta la historia de unos niños que
desaparecen en un pueblo de mineros y que nunca lograron ser encontrados, no
sabemos qué pasó con los niños, y a ciencia cierta, tampoco se nos cuenta si el
anciano que cuenta la historia al narrador de este cuento es uno de los mineros
que perdió a su hijo. Y en “En la estopa” que se nos cuenta la historia de una
pareja que vive en el campo y aparentemente buscan la forma de tener un hijo,
tampoco se termina de dejar claro cuál es la forma en la que pretenden
conseguirlo, si la caza nocturna en el bosque es la caza de un bebé o si
realmente lo que encuentran en casa de sus vecinos es lo que tanto anhelan o es
solo una criatura salvaje que jamás se identifica.
Igualmente pasa con la aparición de hechos extraños
en la vida cotidiana de personas normales. Es muy interesante como en el
primero cuento se nos habla de una niña normal, sana, guapa, saludable, en un
ambiente muy común en nuestros días, como un hogar de padres separados, y de
repente se nos enfrenta con una imagen sanguinaria de esa chica tierna y bella
comiendo criaturas vivas, pero lo realmente inquietante es como este evento
extraño empieza a volverse parte de la vida cotidiana de los personajes, es a
mi parecer una de las cosas que más intriga y despierta sentimientos de
confusión y “miedo” en el lector. En “La medida de las cosas” vemos, como lo dije antes la aparición
de Enrique en la juguetería y su transformación cada vez más evidente; es
realmente impactante como la escena final logra una conexión casi mágica cuando
deja de hablársenos de un hombre y pasa a describirse unos dedos pequeños que
tratan de desprenderse de la mano de su madre. En “Mi hermano Walter” es
curioso por que el hecho extraño de tener a un ser casi inanimado como familiar
se nos convierte en algo tan normal que el momento mismo en que este hombre
recobra algo de conciencia, al final de cuento, se convierte en un instante tan
extraño que toda la estructura mental del narrador se modifica y se convierte
en temor. En “Bajo tierra” todo es muy normal hasta que al final del cuento
parece que se nos revela (sin hacerlo realmente) la procedencia del anciano que
cuenta la historia. Y “En la estepa” cómo
la caza de un ser se convierte en algo extraño, porque no sabemos de qué tipo
de criatura se trata, pero luego en algo común cuando aparece la otra pareja
pero el tema ya no se trata de la misma manera entre unos y otros, porque al
parecer los unos quieren obtener uno
para “cuidarlo” y los otros no.
Otro elemento que me pareció bastante interesante
fue la incursión en el rito en los cuentos, ya que en ultimas es esta forma la
que toma el arte en sus orígenes, y en estos cuentos encontramos cómo la
naturaleza ritual se va apropiando de las acciones de los personajes. Para
empezar en “Pájaros en la boca” cuando empieza a describirse todo el proceso
del consumo del pájaro, porque antes de comérselo, la niña (o su madre) los
mete a la jaula y no permite que vean exactamente lo que hace con ellos, luego
aparece ella cubierta en sangre y paso seguido ella va a asearse como si nada,
todo esto parece ser una imagen muy ritual. En “La medida del tiempo” la organización que Enrique imparte a
los juguetes y a su habitación también tiene trazas de rito, igualmente en “Bajo
tierra” y “En la estepa” en el
primero referente al proceso de los niños con el pozo y en el segundo con las
instrucciones de fertilidad. Para mí fue bastante cautivador este elemento
dentro de las narraciones.
Para finalizar me parece pertinente dar crédito a
Samantha Schweblin por inscribirse en este género del cuento cuando no es un
secreto que la visión latinoamericana de los cuentistas es que son novelistas
en proceso, y es evidente que de alguna manera tenemos que empezar a darle la
importancia que este género se merece en cuanto propuesta estética e
ideológica. Por otra parte es evidente que el asunto de la identidad, a pesar
de ser muy vigente aun, no es uno de los temas que le interese a esta escritora
ya que bien podemos encontrar narraciones de este tipo en cualquier parte del
mundo, no se inscribe en los típicos temas latinoamericanos del boom o del postboom. Es una lectura muy interesante, porque empezamos a ver
nuevos rasgos de la literatura latinoamericana contemporánea, que ya no se nos
muestra llena de colores, flores y olores tropicales, ni como une
reivindicación de lo que somos hoy y no de lo que fuimos, sino que se nos
presenta de una forma mucho más universal, que puede funcionar y entenderse en cualquier
parte del mundo y que además puede lograr la identificación de cualquier
persona más allá de su lugar de origen o historia.
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