Dos miradas a Pierre Bourdieu I
Anatomía de la obra y contexto social
Bourdieu,
Pierre (2002). Campo
intelectual, campo de poder.
Montressor: Jungla simbólica.
Por: Mariana Manrique Fuenmayor
Campo
intelectual, campo de poder: itinerario
de un concepto es una recopilación de
artículos escritos entre los años 1966 y 1983, por el sociólogo
francés Pierre Bourdieu. El concepto de campo
intelectual atraviesa todos los textos y es
el encargado de dar unidad al discurso del autor. El libro presenta
una visión general de la propuesta teórica de Bourdieu, quien
intenta establecer el objeto de estudio de la sociología cultural.
En
Pierre Bourdieu convergen dos corrientes estéticas del siglo XX: el
marxismo y el estructuralismo. Aunque se denomina a sí mismo
sociólogo de la cultura, Bourdieu se distancia de los planteamientos
‘tradicionales’ del marxismo; esto se debe, en alguna medida, a
que integra en su teoría premisas estructuralistas (por ejemplo, la
autonomía del arte). Bourdieu critica tanto la aspiración marxista
a explicar la obra a partir del contexto social, como el aislamiento
de la obra en el análisis estructuralista.
Existe
una diferencia entre Bourdieu y autores como Bajtín, quien también
intentó proponer un método sociológico para el análisis de
fenómenos culturales; esta diferencia radica en el lugar que para
los autores ocupa el medio ideológico
en la obra de arte. En Bajtín la obra refracta el medio
ideológico en su momento de producción,
existe una relación – indirecta- entre la obra y su contexto
cultural. El campo intelectual
de Bourdieu- en contraposición al medio
ideológico de Bajtín- no solo remite a la
estructura ideológica presente en la obra, también se refiere a las
diversas relaciones (autor-crítico, autor-lector, crítico-lector,
etc.) que le asignan su sentido y valor al producto cultural.
Para
entender el desarrollo teórico de Bourdieu, es importante examinar
la noción de campo intelectual
y la relación de este con el campo de poder.
Además considero pertinente profundizar en el concepto de habitus,
para comprender la función del campo
intelectual en la sociedad. Finalmente,
expondré algunas de las indicaciones propuestas por Bourdieu para
analizar productos culturales.
En
el primer ensayo Bourdieu hace un recuento de cómo el arte consiguió
la autonomía suficiente para crear un campo
intelectual. La formación del campo
intelectual, aclara Bourdieu, es resultado de
un proceso histórico; proceso en el que el arte, y por lo tanto el
artista, se vuelven autónomos. Los románticos fueron los
precursores de esta autonomía, a partir de sus ideas sobre la
independencia del arte y el genio creador.
Un
campo intelectual es
un sistema de relaciones. Pensemos en las relaciones autor-público,
autor-autor, autor-crítico, autor-academia, crítico-público, etc.
Bourdieu compara el funcionamiento del campo
intelectual con el de un campo de fuerzas;
alrededor de la noción de campo de fuerzas -extrapolada de la
física- existen tres conceptos que le son útiles a Bourdieu:
interacción,
ubicación y magnitud.
Los agentes del campo intelectual se
definen a partir de su interacción con otros agentes, su ubicación
en el campo intelectual y su autoridad (a la que Bourdieu llama peso
funcional).
Los
agentes o los grupos de agentes que conforman el campo
intelectual se ven determinados por su
posición en él. Cuando Bourdieu se refiere a la posición que los
agentes ocupan, se remite: primero a la representación que el agente
se hace de los otros, por oposición a ellos se define a sí mismo;
segundo, a la representación que los demás se hacen de él. Por
ejemplo, la idea que el autor se hace de sí mismo y de su obra está
determinada tanto por la representación que tiene de los otros -los
otros escritores, las otras escuelas, etc.-, como por la
representación que los demás -público indiferenciado, críticos,
etc.- se hacen de él y de su obra.
El
valor y la verdad de la obra son producto de la interacción entre
los distintos agentes del campo intelectual.
El creador elabora su propuesta estética en contraposición a las
obras que lo precedieron y al código estético imperante en su
época. Durante el proceso de creación, además, imagina un lector
ideal. Los lectores, por su parte, son quienes le asignan valor a la
obra; finalmente, las instituciones son las encargadas de legitimar
ese valor (la academia, la crítica, etc.).
La
cultura es un mercado, el mercado cultural,
en donde el escritor es un productor remunerado y el receptor un
consumidor. Pero el valor del bien cultural siempre es mayor al valor
económico; esto no se debe a la ‘esencia superior’ del arte, es
resultado de una concepción heredada de los románticos (el arte
como institución sagrada). Para Bourdieu el creador artístico no
lucha por la remuneración material, sino por el reconocimiento de
los demás agentes del
campo intelectual. La
lucha dentro del campo intelectual
no es una lucha de clases, es una lucha por la legitimidad
cultural.
Dentro
del campo intelectual
existen la ortodoxia y la herejía. La academia, que es la
institución de la legitimidad cultural, se encarga de preservar el
capital cultural, el
conjunto de obras a las que se les asigna valor. La academia no solo
legitima la cultura, sino también a los consumidores de esa cultura;
por ejemplo, los títulos universitarios (los estudios en historia
del arte, literatura, música, etc.). La herejía, que supone una
oposición a la ortodoxia, es la creación artística; en cuanto
busca originalidad, implica una ruptura de los códigos estéticos
anteriores. Para Bourdieu existen dos tipos de creadores: los que
escriben para el público, según la demanda, o los que escriben para
un público futuro, porque crean un código que no puede ser
descifrado con los códigos de su época.
Aunque
los campos intelectuales son dinámicos y cambian permanentemente,
Bourdieu expone ciertos temas recurrentes en el campo
intelectual francés. Estos temas no
responden, por supuesto, a un ‘espíritu francés’; son
consecuencia de un capital cultural común, que genera un punto de
encuentro entre las diferentes generaciones. En cada campo
intelectual permanece la huella de su
historia.
El
campo intelectual hace
parte del campo de poder,
más no está subordinado a este. El campo
intelectual en sí mismo es un campo
de poder. Para explicar mejor la posición de
Bourdieu considero necesario remitirme al concepto de habitus.
Un
habitus es un sistema
de disposiciones que se interioriza de manera inconsciente y que,
además, es el principio unificador de un grupo de agentes
en un campo específico
(campo intelectual,
campo científico,
etc.) (2002, 118). Habitus
no es totalmente equivalente a vocación, porque vocación remite a
una realidad natural (se
nace con vocación); mientras que lo que intenta hacer Bourdieu al
utilizar el concepto es, precisamente, demostrar que surge de
determinadas condiciones sociales, que estructuran las posibilidades
de los sujetos.
La
percepción artística
es producto de la adquisición, también inconsciente, de códigos.
Escribe Bourdieu: “Toda percepción
artística implica una operación consciente
o inconsciente de desciframiento” (2002, 61). El autor demuestra
tres cosas: que la obra es accesible en cuanto se posean códigos
suficientes para descifrarla (niega así el mito del gusto natural);
que el individuo adquiere los códigos de manera inconsciente al ser
expuesto a varios productos culturales (estos códigos, ya adquiridos
inconscientemente, se hacen explícitos en la academia); y
finalmente, Bourdieu demuestra que existen dos niveles de
interpretación: el superficial, que corresponde a la aplicación de
códigos de la experiencia cotidiana (es bonito, es colorido, etc.).
Y el segundo nivel de interpretación, que puede acceder a la
significación del producto cultural (por ejemplo, el conocimiento
sobre el género y la época de la obra).
Para
Bourdieu los bienes culturales son utilizados como medios de
legitimación de la burguesía, porque los burgueses crean la ilusión
de que son elegidos al ser superiores en gusto; el autor llamó a
esto ideología carismática.
La fineza de gusto se muestra como algo natural, pero en realidad el
buen gusto es producto del habitus
de la clase social. La ideología carismática
tiene otro aspecto: la imposición de los códigos culturales de la
burguesía (las grandes artes, consideradas sagradas). El arte es,
en consecuencia, un espacio de exclusión, en donde la burguesía se
legitima. En este sentido el campo intelectual
es también un campo de poder.
Aquí Bourdieu se diferencia de otros autores marxistas, como Bajtín,
al no considerar el bien cultural como un espacio para la lucha de
clases, sino como un espacio exclusivamente burgués.
Entonces
¿cuál es la propuesta de sociología de la cultura que nos hace
Bourdieu? Para el autor el análisis sociológico debe concentrarse
en la posición que el autor y la obra ocupan en el campo
intelectual. Es decir, el sociólogo debe
relacionar la obra con: las obras de su mismo campo
intelectual, el código que aplicaban a las
obras en su época y la estructura ideológica (mediada siempre por
el campo intelectual).
Los
aspectos del campo ideológico
que debe tomar en cuenta el sociólogo de la cultura tienen que estar
relacionados con el campo intelectual (es
decir, deben dar cuenta de este); debido a que las dinámicas
sociales, políticas y económicas tienen repercusión en las obras,
autónomas con respecto a estas instituciones, por medio de este
campo. El intelectual
también debe ser estudiado a partir de su posición en el campo
intelectual y a partir de su posición frente
al poder, frente a la burguesía. En las vanguardias, por ejemplo,
los creadores configuran su proyecto en oposición a los códigos
estéticos imperantes, es decir, se oponen a la autoridad.
El
campo intelectual es,
como ya se señaló, un campo de poder.
La cultura es un espacio de exclusión. La educación, que no
trasmite a los estudiantes los códigos necesarios para descifrar
productos culturales, es la responsable de este fenómeno. La
ruptura de códigos estéticos es parte del funcionamiento del campo,
por lo tanto no puede modificarlo. Aunque Bourdieu no lo propone
explícitamente, pareciera que la verdadera revolución del campo
intelectual respondería a una reforma
educativa.
Para
concluir, Bourdieu propone en este libro que la obra debe estudiarse
en base a un sistema de relaciones. Respeta, de esta manera, la
individualidad de la obra y su autonomía con respecto al contexto
social; sin aislarla de sus condiciones intelectuales de producción.
Mi
hipótesis es que el texto logra responder a las principales
problemáticas que presenta el análisis de un producto cultural. El
libro expone, de una manera clara, una metodología para acercarse a
los bienes culturales. Sin embargo, partiendo del presupuesto de
autonomía del arte para la consolidación de campos
intelectuales, Bourdieu descuida el análisis
de obras de arte anteriores a la modernidad. El lector ideal del
libro es, en consecuencia, un lector interesado por los problemas
estéticos y sociológicos que plantea la modernidad.
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