Ciber diálogo con Gustavo Arango Toro

Autor de ResplandorEntrevistado por Catalina Rodríguez Herrera





Leer es un ejercicio dialéctico en el que una de las partes -el escritor- se encuentra ausente y no se puede defender más que por lo que aparece enunciado en su texto. En el caso de la literatura, el lector que ha sido cautivado por dichas palabras tiene un afán por comprender la historia detrás de dicha historia. Es decir, siempre quedará un camino de interrogantes para hacerle al autor de la obra. Guiada por ese deseo he contactado al autor de la obra Resplandor a fin de profundizar más allá del contenido y las historias de los personajes, en el oficio de la escritura misma de dicha obra. Le realicé unas preguntas con base en algunas indicaciones que da Daniel Cassany en su obra: La cocina de la escritura. En los capítulos en los que da una guía para explorar el problema retórico y en el que plantea unos cuestionamientos para comprender qué imagen tiene uno de sí mismo como escritor. Así que después de manifestarle al escritor la identificación que tuve con su obra, procedí a realizar 8 preguntas en honor a la Rueda de la verdad (uno de los símbolos del budismo, el cual es mencionado en su obra). Sin más, desde este espacio quiero agradecer la colaboración del escritor Gustavo Arango por mostrarse tan afable a la hora de responder los cuestionamientos. Espero sus reflexiones sirvan a jóvenes escritores que se encuentren en el camino de crear una imagen de sí, como escritores.



C.R.: Dado que usted, Sr. Gustavo ha escrito una variedad de obras en diferentes niveles de la escritura. Y también ha trabajado en el campo del periodismo me gustaría saber: ¿qué es lo que le gusta más de escribir?

G.A.: La escritura misma. El milagro de la materialización del pensamiento y de lo que imaginamos. También, la sensación que hay a veces de que somos un medio a través del que otros niveles de la realidad encuentran su manera de expresarse. Soy feliz cuando escribo, incluso cuando duele, porque hay una sensación de vitalidad intensificada. También me gusta tener noticias de las personas a quienes les ha llegado lo que he escrito. La escritura es comunicación entre espíritus que pueden estar distantes en el tiempo y el espacio, y quien escribe rara vez se entera de que ha hecho contacto.

C.R.:¿Por qué escribe?

G.A.: Por una sensación constante de que debo dar testimonio de la vida y las circunstancias que me han tocado. Me parece que la escritura ayuda a que queden huellas de los milagros cotidianos. Camus decía que escribir es vivir dos veces. Escribir es dar gracias, es orar, es un vivir intensificado. Para mí es también una manera de derrotar a la muerte. Cuando esto que soy desaparezca, quedarán los libros en las bibliotecas. 

C.R.:¿En qué estado de ánimo escribe?

G.A.: Procuro escribir siempre, todos los días. He pasado la vida llenando cuadernos de donde después han salido los libros que he publicado. Alguna vez descubrí que se escribe con más frecuencia cuando nos sentimos tristes o apesadumbrados. Eso me parece injusto. Hay diarios que pintan a sus autores como personas siempre oscuras, que nunca rieron ni prestaron atención a los asuntos triviales. Por eso me he cuidado de dejar registro de mis alegrías y de muchas cosas que parecen tonterías. 

 C.R.:¿Tiene algún ritual para escribir?

G.A.: Prefiero escribir primero a mano. Procuro escribir siempre al despertarme, porque es más fácil recordar los sueños (esa tercera parte de nuestra experiencia). También escribo al final del día. Voy trabajando en varios libros al mismo tiempo -investigando, escribiendo fragmentos-, hasta que de repente uno de ellos exige que le preste toda la atención y lo termine. Entonces llegan momentos de deliciosa obsesión. El mundo puede caerse.

C.R.:¿Cuál era su propósito principal al empezar a escribir Resplandor?

G.A.: Puedo responder esta pregunta de distintas maneras. La historia del monje Fa Hsien la conocí y la venía investigando desde hace más de treinta años. Pasé el tiempo recogiendo información sobre su viaje y pensando la manera de contarlo. Cuando me senté a darle forma al libro llevaba mucho tiempo acopiando materiales y, en ese momento, al empezar la etapa definitiva, mi única preocupación era que la vida me alcanzara para terminarlo. Siempre que estoy embarcado en un proyecto que me absorbe, me preocupa morirme sin haberlo terminado. Me parece que tengo una tarea, una responsabilidad, que va más allá de lo que soy como individuo.

C.R.:¿Cuál era el impacto que quería causar con su obra?

G.A.: Compartir el asombro y la admiración que me despierta ese monje que viajó catorce años en busca de un libro. También, compartir mi amor por Sri Lanka y todo lo que significa. Pienso que, al hablar de lo que nos apasiona, contagiamos la pasión en los lectores para que también alienten sus búsquedas y sus inclinaciones. Podría decir más: que Fa Hsien es un modelo que se ofrece como alternativa en tiempos en que los modelos que más visibilidad tienen son de otro tipo (el ganster, el que obtiene dinero). Pero es muy posible que el libro produzca en los lectores otros efectos que no he imaginado.   

 C.R.:¿Qué imagen de si quería proyectar en la obra?

G.A.: Siempre he creído que la literatura debe ser verdadera, en el sentido de que no esconde lo que duele o avergüenza. No he querido proponerme como un héroe o un modelo. No le hecho Photoshop a lo que soy. Me parece que muchos escritores intentan presentarse a sí mismos más seguros, rebeldes o aventureros de lo que son en realidad. Siempre he querido mostrarme como un ser humano común, lleno de contrastes, con inseguridades, con debilidades, con hipocresías, patético a ratos, sórdido a veces, pero también luminoso, con mezquindades pero también con gestos que me redimen.   

C.R.:¿Cómo planificó las partes en las que dividiría el texto?

G.A.: Concebir una novela es, en buena parte, pensar el tono y la estructura. Quise mostrar que Fa Hsien y yo, cada uno a su modo, hicimos un viaje, una peregrinación, inspirada por la búsqueda de respuestas y por la admiración que nos despertaba alguien que vivió hace muchos años. Por eso decidí alternar las historias. Siempre me ha gustado contrastar voces, ponerlas una al lado de otra, para que se reflejen mutuamente, para que revelen sus matices. Al concebir una novela busco un raro equilibrio, me siento como el artesano que teje una filigrana. Pienso que cada vez que escribimos un libro es como si tuviéramos que inventar la literatura desde el principio. Cada historia nos va mostrando la manera como pide ser contada.  A medida que avanzaba en la escritura iba viendo con mayor claridad la forma definitiva que el libro me pedía.  


Si quieres conocer más sobre la obra Resplandor  de Gustavo Arango, puedes consultar la reseña literaria titulada: Serenditipy:   Leer, escribir,vivir y llegar al Nirvana

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