Quien queda fuera de la foto

Sobre La cuadra de Gilmer Mesa
Por Natalia Martínez




El revolión era una práctica entre los jóvenes habitantes de una cuadra en el barrio Aranjuez de Medellín, donde Gilmer Mesa creció. Consistía en que tras tener sexo con su novia, el novio dejaba entrar al resto de sus amigos para que tuvieran sexo con ella forzadamente. El narrador reflexiona: “Era una violación en toda regla, punto por punto, pero a nosotros nos gustaba más llamarla el revelión”. El narrador también participó de ese acto atroz y es solamente la distancia crítica lo que le permite ver que era una violación y llamarlo por su nombre. Veinticinco años de distancia temporal es lo que permite que Gilmer Mesa pueda reflexionar sobre su propia adolescencia a la luz de la seducción del crímen, la miseria, la muerte de su hermano y en general los difíciles y violentos años ochenta en Medellín por la guerra entre los carteles y el Estado.


¿Por qué haber esperado veinticinco años para contar ese momento doloroso de nuestra historia como país? Tal vez porque no lo había sentido necesario. Hay una proliferación de relatos –sobre todo escritos y audiovisuales- acerca de la violencia producto del narcotráfico en los años ochenta y noventa en Colombia. ¿Para qué seguir contando la misma historia? Sin embargo, aún cuando se haya tocado este tema muchísimas veces, parecieran no ser suficientes, no se han contado todas las versiones.


Así que Mesa espera. Tal vez una maduración como escritor, el momento propicio de su carrera. O tal vez espera estar lo suficientemente lejos para no construir otro relato testimonial más, para no contar los hechos y ya está, sino lograr relacionar ese pasado con la ficción y construir una versión diferente de él.


La novela comienza en el momento presente en el que el narrador mira una fotografía de unos muchachos en Halloween. Son sus amigos pero él no aparece en la imagen. Conoce sus historias a profundidad porque se supone que las vivió con ellos, pero más que eso pareciera que las vio desde otro punto, desde una distancia. La forma en como narra los hechos está claramente parada en un presente que le facilita una distancia frente al pasado y por ende una reflexión. Reconstruye minuciosamente algunas de las costumbres y comportamientos frecuentes en las comunas de Medellín en esos años en los que el narcotráfico las permeó con su promesa de riqueza y su certeza de la muerte y a la vez las analiza incluso dialogando con el género del ensayo. La experiencia personal se vuelve un ejercicio histórico en el momento en que es capaz de evidenciar lo general en su particularidad. “(…) ya que este barrio y esta cuadra apenas son una gota de agua en este mar de podredumbre que herrumba a toda la humanidad, el odio cerril del hombre contra el hombre como una forma de afecto contradictorio e incomprensible (…)” La cuadra es un marco, un paréntesis donde el país de entonces y el de ahora encuentran su analogía, pero también un cuadro en cuyos límites es posible crear un universo ficcional con sus propias reglas.


No me parece descabellado proponer que aún cuando Mesa vivió muchas de las cosas que cuenta en Aranjuez, y el narrador vivió en la cuadra y fue testigo, la disociación proveniente de mirar al pasado con una distancia temporal, crítica y emocional permite que la novela pueda inscribirse en una tradición de novela histórica necesaria para revisar versiones de algunos periodos confusos y turbios del país y así mismo analizar el presente a la luz de estos.


La cuadra no es, en definitiva, un relato innecesario, todo lo contrario. Construye una reflexión nueva a partir de un tema que creemos que conocemos muy bien, pero lo cierto es que cada vez que una historia se cuenta se vuelve a crear, se reinventa. Una visión crítica frente a la violencia, desde dentro, desde quien fue agresor y víctima, es especialmente necesaria ahora que el tiempo ha pasado. La cuadra es una novela sincera y valiente.


“Yo soy el que tomó la foto, por eso no salgo en ella.”


El fotógrafo debe alejarse para que todos quepan en el marco de la foto, irse a la periferia de la cuadra y verla desde la órbita, verse también a sí mismo, al yo del pasado y dialogar con él, contarle cuál es su historia –sea realidad o ficción- y dejar que él le cuente al presente cuál será la nuestra.

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Mesa, G. (2016) La cuadra. Rambom
 

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