Contar el horror, entrevista a Marta Orrantia

Autora de Mañana no te presentes
Entrevistada por Judith García - 25 de octubre de 2017






Marta Orrantia nació en Bogotá en 1970. Estudió periodismo: una decisión que según ella tomó en 1985 cuando solo tenía 15 años, específicamente el día de la toma del Palacio de Justicia. Aquel día, dice ella, fue vital, partió su vida en dos. Ese 6 de noviembre entendió la importancia de la información.

Recientemente, Orrantia publicó su segunda novela: Mañana no te presentes, relacionada precisamente con este hecho histórico.



Judith García: ¿Cómo surge la idea de escribir Mañana no te presentes?

Marta Orrantia: Lo del Palacio de Justicia sucedió en 1985 y para mí fue un momento vital, o sea un momento que partió mi vida en dos, digo mi vida porque partió la vida de toda Colombia en dos, creo yo, o de todos los que vivimos en esa época… Para mí fue súper importante, pero son de esas cosas que uno va dejando atrás, pero uno siempre vuelve a eso y vuelve de una manera distinta. 

Un día estaba hablando con mi editora y me mencionó como de pasada que habían encontrado unas fosas comunes, empezamos a hablar del Palacio de Justicia y ya no me lo pude sacar de la cabeza. Entonces, paré lo que estaba haciendo que no me interesaba tanto y empecé a escribir la novela. 



J. G: Usted es profesora y precisamente en la maestría de escrituras creativas. ¿Cómo fue su proceso de creación en Mañana no te presentes?

M. O: Bueno… yo soy tutora en la maestría, pero yo nunca me meto en el proceso de mis estudiantes, me meto con sus decisiones pero no con su proceso porque cada quien tiene un proceso distinto y yo creo que el proceso es como una huella digital. 

Como te digo, ese día cuando llegué a mi casa no dejé de ver vídeos y de leer cosas, entrevistas… y ya después empecé a buscar una historia… yo quería hablar de la guerrilla. Había 35 guerrilleros y 4000 soldados, o sea que esto fue una masacre, ¡no había forma de que salieran vivos de ahí! Ya cuando empecé a investigar… empecé a entender qué historia quería contar: y quería contar una historia desde el punto de vista de la guerrilla. 

Había investigado tanto… que tenía como 200 páginas de una cronología, entonces … hice como una escaleta, que yo nunca había hecho eso, pero es que si yo no hacía una escaleta me enloquecía, porque pasaron tantas cosas en dos días que necesitaba tener claro qué pasó en cada momento para poder hacer ese minuto a minuto de adentro del Palacio. La idea era que uno se sintiera dentro del Palacio, en lugar de estar afuera, como estuvimos todos. 



J.G: En ese proceso de creación, ¿de qué le sirvió su experiencia como periodista?

M.O: En todo, el periodismo es una herramienta indispensable en mi vida porque me enseñó a investigar y a cotejar fuentes; porque mi investigación no fue solo documental, además me reuní con la guerrilla, no solo con el M-19, sino con el ELN y las FARC, para mirar estructuras militares y las diferencias de guerrillas, me reuní con el ejército, me reuní con sobrevivientes. Siempre como mirando la otra cara y mirando qué más podía entender. Esas herramientas del periodismo son indispensables, pero también la disciplina y esa constancia de tener todo el tiempo que estar escribiendo. 



J. G: ¿Cómo fue la experiencia de reunirse con todos ellos: guerrillas, ejército y víctimas?

M. O: Muy triste con todos, fue muy doloroso, porque es meter el dedo en la llaga. Además siempre preguntan: bueno y usted qué es lo que está haciendo. Yo no quiero hablar. Ese cuestionamiento de por qué quiero contar la historia desde el punto de vista de una guerrillera, había mucha reticencia. También, uno encuentra mucho cariño, mucha bondad, es raro decirlo pero sí, mucha bondad. 



J.G: Ya que menciona el tema de contar la historia desde el punto de vista de una guerrillera, quisiera saber ¿Por qué Yolanda? ¿Por qué una mujer? ¿Por qué no Ramiro?

M.O: Al comienzo era un hombre, no era Ramiro. Empecé a narrarlo y no le entendía, como que no le copiaba lo que me estaba diciendo ese man (risas) ¡Era más raro! Y entonces hablando con un profesor de la maestría, le conté y me dice: pero ¿por qué un hombre? ¿Tú no eres mujer? ¿No se te hace más lógico una mujer? Y entonces, hice un clic, porque entendí que la guerra siempre la cuentan los hombres y siempre la están contando desde SU punto de vista y resulta que las mujeres somos víctimas de diferentes delitos en una misma guerra, o sea, hay repetidos abusos contra la mujer, no solamente morir o ser torturadas sino además hay abusos contra el hecho de ser mujer. Entonces, cuando empecé a escribir de Yolanda, empecé a entender que Yolanda era como la historia de tantas mujeres: no son ni buenas ni malas o sea, el hecho de que sea una combatiente no significa que le haya vendido el alma al diablo, es lo que es: ES UNA MUJER, ¡es además una mujer que quiere tener una familia y que quiere tener una vida! ¡Qué siente como una mujer! Es una mujer despechada, porque en la mitad de este rollo es una mujer con una tusa que se muere de amor ¡es terrible! ¡Pobre mujer! De verdad, porque todo lo que le pasó es espantoso. 

Entonces sí, por ese lado la verdad a Ramiro nunca lo consideré, porque Ramiro sí fue una de las génesis de la novela, porque sí hubo un desertor, entonces esto dio para imaginarme quién era ese personaje, que además es un personaje súper raro, que uno no termina de entender pero que al mismo tiempo muestra que ahí había de todo, que ahí había narcotráfico y que no todos lo sabían. Muchos pensaban, incluso, que esto era en serio un juicio de la paz. Por eso yo a Yolanda le decía la doctrinaria porque de verdad creía en lo que estaba haciendo, como muchos otros creían. 



J.G: En todo este proceso de creación, ¿cuál fue la mayor dificultad?

M.O: La ficción. Porque estamos en un hecho real muy fuerte. Esto es una historia muy curiosa porque a mí la ficción siempre me ha costado mucho trabajo. Yo siendo periodista siempre trataba de mantenerme en todo lo real. Y pues inicialmente, yo estaba muy enredada porque si era desde el punto de vista de una guerrillera, en ese baño había una cantidad de cosas que ella no podía saber, pero que yo necesitaba que supiera, hasta que de pronto dije: yo no estoy escribiendo una crónica periodística ¿qué es esta vuelta? porque además me preocupaba también faltar a la verdad, o sea, con todos los testimonios que tenía, me preocupaba que me criticaran por haber faltado a la verdad. Y en algún punto dije: si han escrito 25 libros de periodismo, yo no voy a escribir el 26, ¡Qué pereza!

Entonces, me centré e inventé un radio, un radio que nunca existió, que nunca tuvo forma de existir, ese radio fue el que comunicó con la parte de afuera, pudimos saber las reacciones del ejército, las reacciones del gobierno. Ese radio fue una ventaja que yo necesitaba. Al inventarme ese radio, empecé a inventarme ya todo, fue como si de pronto le hubiera quitado un seguro, porque siendo un hecho real, estando vivos muchos de los implicados, pues me preocupaba herir sentimientos, pero de pronto dije: ¡esto es otra forma de verlo! ¡Otra forma distinta de verlo! Yo no trato de explicar qué fue lo que pasó en verdad, yo lo que quiero contar es lo que pudo ser. La diferencia entre crónica periodística y literatura es que el periodismo cuenta lo que fue y la literatura lo que pudo ser, cuando uno entiende eso, ¡ya!



J.G: Cuando escribió Mañana no te presentes, ¿pensó o tenía claro que estaba escribiendo una novela histórica?

M.O: No, no, para nada. Es que yo no sé, pues técnicamente esto es una novela histórica, pero yo no me imaginé que estuviera escribiendo una novela histórica. Entre otras, pues porque el género me parece súper interesante, pero pues uno siempre piensa que novela histórica es como todo lo que cuenta del siglo XVI a.C, cuando ya no hay nadie que venga a refutarle a uno nada. 

Es un género interesante, además han trapeado mucho con ese género, porque lo han convertido en telenovela, casi. ¡Terrible lo que han hecho con la novela histórica! Hay pocos exponentes de ese género que son interesantes: hay una mujer que escribe novela histórica que se llama Hilary Mantel, es una mujer que tiene una apuesta muy interesante y de alguna manera ha rescatado el género para quienes nos gusta. Pero ese género está bastante desprestigiado. Santiago Posteguillo y esas cosas espantosas hacen que uno trate de evitar la novela histórica. Pero yo no me imaginé que estuviera escribiendo una novela histórica, sabía que estaba escribiendo una novela ¡punto! Todavía no sé exactamente qué es, porque es muy raro enmarcarlo en eso, puede ser, sí, tiene toda la definición, pero… me cuesta trabajo pensarlo así. 



J.G: ¿Y la ve enmarcada en la Nueva Novela Histórica? Que cuenta desde otra mirada la historia, desde personajes excluidos. 

M.O: Yo creo que lo hice casi por instinto. Creo que en realidad la historia ya no la deben contar ellos, los grandes héroes. Me parece que las historias que se tienen que contar son las que dicen cómo vivía el común de la gente, más que los mártires, más que los héroes, que es un poco lo que yo traté de hacer, tal vez porque el periodismo lidia con ese otro lado, con los que no tienen voz: ¡Ese es el periodismo! o ¡Ese debería ser el periodismo!



J.G: En cuanto a esa relación de la que hablamos: Historia- Literatura, ¿qué opina?

M.O: Bueno, mira, yo no soy literata, yo soy periodista. La verdad no he pensado críticamente esta relación. Lo que yo sí creo que tengo claro, es que cuando hay tantos grises: o sea, se han escrito 25 libros sobre el Palacio de Justicia, se han hecho miles de documentales, hay comisión de la verdad, hay informes forenses, hay testimonios, hay documentos y todavía no se sabe qué pasó. Y cuando la historia no puede explicar qué pasó, ahí hay una puerta para la literatura, pues es la única que nos puede explicar las posibilidades. Yo creo que si hay una forma de entendernos como país y como sociedad, es esa, a través de la literatura, porque reemplaza muchas veces o llega a donde la historia no puede llegar. Porque la historia y el periodismo tienen que tratar con la verdad y nosotros no, los escritores podemos hacer lo que nos dé la gana, o sea yo pude haber puesto un platillo volador en medio del Palacio de justicia y quién me dice que no, pues habría sido un desacierto (risas) pero quién me dice que no. 

Ves, esa es una manera de explicarme qué fue lo que pasó, yo no quiero esclarecer nada, yo lo que quería mostrar era que adentro había personas y que puede que nunca entendamos qué fue lo que pasó, pero por lo menos tenemos que empezar a entender al otro como ser humano, en toda su complejidad, porque es que estamos acostumbrados a que la historia nos enseña que hay buenos y malos, y en realidad no hay buenos y malos hay simplemente, seres humanos, somos eso: seres humanos. 



J.G: Dentro de la literatura que se ha escrito sobre el Palacio de Justicia encontramos varias inclinaciones en cuanto a las responsabilidades, algunos por el M-19, otros por la fuerza pública… pero usted no. ¿Cómo decide que no va a tomar partido por ninguno, que no va proponer en su libro a uno más culpable que a otro? 

M.O: Lo que pasa es que todos tienen culpa, TODOS tienen culpa ahí. Digamos que no hay “buenos” ni “malos”, lo que te decía, no hay gente que actúe bien. Todo el mundo actúa por sus pequeños y estúpidos intereses… todos eran igual de perversos. Y lo que ocurre ahí es que terminan las víctimas como una carne de cañón, en un fuego cruzado entre los intereses mínimos y los egos mínimos de los pequeños personajes de nuestra historia, porque ninguno se engrandeció, ¡nada! Aquí no hubo nada de heroico, nada de bueno, nada. Es como la tormenta perfecta…



J.G: Otra cosa, ¿Por qué dedica poco espacio de la novela para desarrollar el presente de la historia, el presente de Yolanda? 

M.O: Porque la historia no era de eso. Cuando yo empecé a hacer la historia me preguntaba qué me interesaba. ¿Por qué le interesa a alguien hablar de algo que pasó hace 30 años? Yo lo que quería mostrar era que eso no se detiene, que esa mano larga y negra persigue a todo el mundo hasta el final. Yo tuve muchas dudas con ese comienzo y con ese final y todavía las tengo, porque yo no estoy segura de eso, yo quería mostrar a Yolanda hoy, pero yo no estoy tan segura de si quería mostrar a Ramiro, pero a Yolanda, sí. Porque quería además mostrar a una superviviente, quería mostrar a una mujer que estaba rota y cómo esa mujer que está rota sigue su vida, sigue adelante, quería mostrar una historia de supervivencia. No sé si a Ramiro, yo lo dudé mucho. Pero finalmente un amigo me dijo una cosa muy interesante y es que el narcotráfico no perdona. Entonces básicamente yo creo que a Ramiro lo mató el narcotráfico porque esto es una cosa que no se acaba. Yo no quedé contenta con ese final, no me pareció tan chévere, pero no encontré otra forma de acabarlo. Yo pienso que lo que quería decir, tal vez no lo dije bien, era que la guerra sigue, que seguimos en lo mismo, que la guerra sigue soterradamente pero sigue, que seguimos matándonos, que a ti te persiguen hasta que te alcanzan. 



J.G: Marta, ¿cómo fue el proceso de escritura de esas partes de la novela que son tan dolorosas y violentas? 

M.O: Pues mira, Hilary Mantel decía en su libro que las partes que parecen más inverosímiles son las que son verdad. Y es cierto, lo de las torturas, lo de las violaciones, ¡te lo juro! que me tocó bajarle, o sea mi marido me decía “esto no te lo creen” pero estos eran los testimonios de tortura de mujeres y hombres guerrilleros que se sentaron a contarme cómo los torturaban. Fue una tarde muy difícil, sobre todo por la bondad de esta gente y la generosidad conmigo, con unas historias que para ellos son tan privadas y tan dolorosas. Las cosas que me contaron, ¡uno no las puede creer! De verdad que le bajé. Si yo hubiera contado todo como fue, no me lo creen. Y escribiendo eso fue súper triste, yo no soy capaz de leerlo, no he sido capaz de leerlo. 


J.G: Para terminar, ¿alguna anécdota que nos quiera contar?

M.O: Te voy a contar una anécdota que a mí me gusta mucho contar porque es la cosa más bonita y más triste que me ha pasado con este libro. Cuando salió el libro me llamó una señora de Santander a hacerme una entrevista para una emisora, entonces me dijo: yo quiero pasarle al pastor de la iglesia cristiana no sé que joda, y yo dije “ahora este pastor me va a pegar un vaciadón, qué mamera”, bueno, entonces pasa el pastor y me dice “yo quiero preguntarle usted de dónde sacó el dato de que a la enfermera la mataron en el sótano” y yo le dije “en este momento no tengo ni idea” porque es que yo tengo tanto, yo nunca grabé una entrevista, nunca, porque el compromiso era sentarme y oír… era más como una percepción de lo que yo estaba oyendo, entonces le dije “yo no tengo ni idea, no sé exactamente quien me lo dijo, a lo mejor lo leí en un libro, no sé
” entonces el tipo me dijo “es que esa mujer era mi hermana y llevo buscándola 30 años y nadie me ha dicho nunca donde está y su libro me dice dónde está. Entonces como la mataron al comienzo, yo la estoy llamando para darle las gracias porque vi que se ahorró todo ese horror. Yo estoy muy contento porque ya puedo, por fin, enterrarla, no han encontrado los restos pero ya la puedo enterrar. Sé que se murió ahí.”

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Orrantia, M. (2016). Mañana no te presentes. Primera edición, Literatura Random House.

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