Duermevela


Escobar, Melba. Duermevela. Bogotá: Planeta, 2010. 168págs.

Por Rafael Eduardo Cely


La duermevela es un estado que hace que la realidad se matice con una especie de niebla y que permite la observación del mundo desde una extraña tergiversación. Esta primera novela de Melba Escobar ambiciona, cuando quiere proponer una visión de la muerte desde la tergiversación del estado de duermevela, sin conseguir lo deseado, pues nunca es consistente en su argumento y termina recurriendo de forma sistemática al lugar común.

El hilo conductor del relato se desenvuelve alrededor de la muerte del padre de la protagonista, hecho en el cual confluye su familia y desde el que se expone la historia. El duelo entonces va a estar presente en la forma del fantasma del padre muerto, quien es la medida de todas las cosas para la narradora-protagonista. De esta manera, las remembranzas de los pasajes infantiles, o su peregrinaje por los recuerdos familiares, siempre van a estar marcadas por la portentosa figura del padre, el cual va a mostrarse como un ser ejemplar.

Al entrar y avanzar por las páginas de Duermevela, el trasfondo se queda en superficialidades hollywoodenses, y el gran hombre que trata de mostrársenos como un sabio e incomprendido filántropo termina difuminándose tras la carga moralista que, en últimas, tiene el libro. De este modo, en los capítulos numerados empezamos a encontrar contrastes para acentuar la percepción de las características que se quieren mostrar, bien sea entre personajes, lugares o momentos.

Avanzando por los momentos del velorio del padre, la protagonista va a experimentar diferentes saltos temporales, desde la infancia hacia la adolescencia, desde su estadía en Barcelona hasta la historia de sus padres, para después narrar un encuentro erótico. La novela intenta da cuenta de una vasta cantidad de información que en ocasiones pone en entredicho el argumento central. Eso, aumentado por el hecho de usar lugares comunes al mercado de masas, hace que esta novela tenga lo que podría gustar a un director de cine a la manera de Rosario Tijeras, pero con un estilo adaptado para ser proyectado en Cataluña.

El sentido argumentativo que se presenta desde la entrada en la novela dista de una muestra de comprensión profunda del mundo. La novela de Escobar, más bien, emerge desde la trivialidad pero ubicada en una clase social determinada, en la que lo trivial se condensa con lo superficial. Tal como la narradora lo expresa en el capítulo 30, hay otra gente que sería la que se puede llamar “gente de verdad”, aquellos “que odian al presidente Uribe y tienen una estampita de Fernando Vallejo al pie de la cama”. La narradora, obviamente, nunca calificará dentro de esta gente X, es más, nunca podrá llegar a ser “gente de verdad”; ella, en su lugar, es totalmente consciente de pertenecer al grupo de “los asépticos burgueses nacidos en la generación teletubbie”. Creo que con esta afirmación se puede el lector hacer una idea clara de desde dónde está escrita la novela.

Esa asepsia que quiere significar neutralidad o indiferencia termina ratificando el mundo establecido. En este orden de ideas, la protagonista nunca tiene un conflicto real en el que se pueda profundizar en la comprensión del ser humano o en el que dé cuenta de situaciones que pongan al lector ante algún dilema. Al contrario, parece situarse más en el marco de la indiferencia que termina en celebración del sistema actual de consumo.

Es claro señalar que esa celebración esta dada desde una posición de clase, pensaría yo que la escritora usó los elementos que tenía a la mano; no es su culpa haber nacido en una familia de la que proviene, sin embargo, el artista en su quehacer asumido debe develar o poner en cuestión las cosas que trae al universo de su obra; creo que eso es lo que no consigue hacer Melba Escobar. La escritora caleña, no se puede quitar el peso de su clase social, no puede deshacerse aún de su carga moral, heredada de sus padres; esa indiferencia tan comparable con la supuesta neutralidad de muchos de los textos de nuestros días, está logrando que la literatura se convierta en un solipsismo frívolo de celebración subjetiva.

En cuanto a la construcción técnica, la novela tiene un trabajo juicioso de coherencia lo que sin embargo, no llega a constituir verosimilitud. El personaje celebrado, por ejemplo, nos muestra un padre ejemplar al que no se le ve ningún altibajo, es un individuo demasiado plano y que se permite a sus anchas, hacer recriminaciones de carácter moral durante todo el transcurso del relato.

De la novela de Melba Escobar rescato que quiere jugar con temas que son importantes para comprender la nueva manera que se tiene de ver el mundo en nuestros días, aunque creo que hay otras autoras contemporáneas suyas que tienen mucha más idea de lo que podría llamarse una “novela generacional”.


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