Hacerse el muerto

 Hacerse el muerto de Andrés Neuman

Un millón de sentimientos, un almanaque, un buffet

Por Iván Santiago Ribero Mantilla



Yo creo que lo que realmente hace que nos conectemos con otras personas son las anécdotas y experiencias, y no me refiero a las experiencias compartidas, sino a las historias que nos contamos. El libro de cuentos
Hacerse el muerto parece como un pequeño almanaque de historias: dividido en seis secciones, donde cada una reúne un tipo de historia diferente. Todas tienen su magia y nos hablan desde y hacia los sentimientos y las emociones: sentir que nos abandona un ser querido, sentir que hemos crecido y no somos los mismos que antes, sentir que no nos dejan entrar a un país, sentir que nos hemos enamorado de nuestra pareja pero ya todo se acabó, sentir que estamos locos, en fin. También nos habla desde la risa: desde un psicólogo y su paciente donde ambos están convencidos de ser el encargado de hacer el diagnóstico, hasta dos intelectuales que no pueden aceptar que se sienten atraídos entre sí. Lo más interesante y lo más genial de estos cuentos es que nosotros no hemos vivido estas experiencias, pero se siente como si lo hubiéramos hecho, y en esto radica la maestría narrativa de Neuman: cada historia, cada cuento que nos cuenta, se siente como si nosotros lo hubiéramos vivido, o al menos como si alguien muy cercano nos estuviera contando su historia, es realmente bello.

Andrés Neuman, además de varios libros de cuentos como El que espera, El último minuto y Alumbramiento, ha publicado varias novelas, poemas y microensayos. Con una obra traducida a más de catorce idiomas, sin duda alguna es un escritor de renombre que siempre le pone sabor a cada publicación. Hay un gesto que Neuman suele hacer en sus libros de cuentos que consiste en añadir un apéndice donde suele hablar sobre cuestiones de la Literatura, y en Hacerse el muerto no es diferente. Tiene el tercer y cuarto dodecálogo de un cuentista, donde los primeros dos figuran en Alumbramiento. Creo que esta manera de cerrar el libro resulta bastante interesante para el lector, pues en cierto sentido —incluso cuando Neuman dice que este no es su propósito— lo hacen a uno regresar al viaje que emprendió con los cuentos del libro, uno compara los cuentos y mira cuándo aplica y cuándo no una de las sugerencias que Neuman muestra, y al mismo tiempo siembra una reflexión sobre lo que es el cuento, además de dialogar con el famoso decálogo de Quiroga y el antidecálogo de Borges.

El libro está dividido en seis secciones aparte del apéndice que contiene los dos dodecálogos. La primera, “Hacerse el muerto”, nos acerca al sentimiento de la muerte, tanto la muerte real como jugar a hacerse el muerto, al sentimiento del suicidio y al sentimiento de la muerte del ser amado. En la segunda, “Una silla para alguien”, Neuman nos hace pensar en la figura de la madre, cuando no está, cuando ya se fue, cuando sigue con nosotros y hay que cuidarla… La tercera, “Sinopsis del hogar” parece ser de las seis, la sección con cuentos más inconexos, diría que los cuentos de esa sección nos hacen pensar en el paso del tiempo, para no ahondar demasiado en sus diferencias, aquí Neuman nos plantea el juego del psicólogo y el paciente, que sin duda es uno de mis favoritos de todo el libro. La cuarta, “Bésame, Platón” trata sobre cuentos de parejas, algunos divertidos, otros oscuros, y otro de mis favoritos: “Las cosas que no hacemos”, que si los cuentos se pudieran dedicar, este definitivamente lo dedicaría, creo que nos muestra lo que significa amar, lo que se siente estar perdidamente enamorado y escasamente uno encuentra eso en la literatura sin que sea cliché. La penúltima y quinta sección se llama “Monólogos y monstruos”, aunque podría llamarse simplemente “Monólogos”, pues de los cinco cuentos, cuatro se titulan “Monólogo de (el sujeto del que Neuman quiera hablar)”, y el último de la sección “El hotel del señor presidente” —de los más memorables, por cierto—, es un cuento en primera persona de la estadía de un presidente en algunos hoteles y un particular suceso que le empieza a ocurrir en cada uno de ellos. La última y sexta sección “Breve alegato contra el naturalismo” recoge cuentos bastante divertidos que plantean juegos de palabras sencillos, pero que luego se desprenden en una reflexión entre graciosa e interesante, a excepción de “Farenheit.com” que es un cuento futurista —o no, ahí está el juego con el lector— donde se plantea un caso hipotético loco, espeluznante, pero plausible, donde quizás la historia de la humanidad ya estaba escrita, pero fue borrada.

Lo que más me gustó de este libro es que, como el lector podrá ver, hay una variedad increíble de temas y sentimientos, hay cuentos tiernos, tristes, graciosos, oscuros, curiosos, confusos, realmente hay de todo. Y esto es genial, no sólo porque después de leer el libro uno siente que ha dado una pequeña probada de un millón de mundos, sino porque mientras uno lee este libro, uno no sabe qué le espera, uno no sabe de qué será el siguiente cuento, si será parecido al que acabó de leer, si dará un giro de 180 grados, realmente no se sabe. Incluso mientras hacía el ejercicio de recordar las secciones y hablar sobre ellas, pude darme cuenta de que el nombre de cada una es un juego de por sí y no necesariamente este título tiene que ver con su contenido, pero está ahí por alguna razón. En Hacerse el muerto hay divertimento hasta con los títulos.

Creo que si usted, lector, quiere darle un mordisco a las múltiples formas que puede tomar la literatura, los múltiples sentimientos que puede evocar, en este libro encuentra desde bocadillos de una página hasta relatos interesantísimos de unas cuantas, hay postres, platos principales, tragos amargos —no por lo malos, sino por lo fuertes— y platos agridulces, que sin duda pueden deleitar a cualquiera que tenga el gusto de probar, el gusto de leer. Después de deleitarse con este banquete, además de quedar satisfecho, a uno no le quedan ganas sino de jugar, de entender la vida como lo que es: un gran juego lleno de ironías, de risas, de llantos, de verdades, de mitos. Dan ganas de jugar, por ejemplo a hacerse el muerto.

Sobre Iván:



Iván Santiago Ribero Mantilla (2001-) es un estudiante de la carrera de Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia nacido en Floridablanca, Santander. Siente una gran pasión por la escritura y el estudio de la Literatura. Sus más grandes influencias son Julio Cortázar y Paul Valéry, a quienes les debe tanto su manera de entender y ver la literatura como de abordar el proceso creativo. Se ha desempeñado como docente de lectura crítica y de inglés.

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