Las cosas que perdimos en el fuego

 Sobre Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enriquez

Por Juliana Martínez Castiblanco



Al pensar en terror, ¿qué imagen se viene a nuestra mente? Si tuviéramos que escribir un cuento de terror, ¿qué ideas aparecerían primero? Una vez me enfrenté al reto de escribir un cuento de este género, los tópicos de demonios, espectros y posesiones que acechaban lugares recónditos y tétricos fueron lo primero en aparecer por mi cabeza. En mi imaginario,  la literatura de terror tenía reglas que difícilmente se podrían transgredir. Sin embargo, me llevé una grata sorpresa al leer la propuesta de la argentina Mariana Enriquez, que con su libro Las cosas que perdimos en el fuego, publicado en el 2016 por la editorial Anagrama, nos presenta doce cuentos que cuestionan dicho imaginario al enfocar el género de terror en la vida latinoamericana, donde lo grotesco y lo siniestro se mezclan con lo cotidiano. Cuentos en los que las temáticas se centran en problemáticas propias de nuestra realidad social: la pobreza, la desigualdad, la violencia de género, el consumo de drogas y los problemas de salud mental; ambientadas en dos capitales de la región: Buenos Aires y Asunción. 

Debo confesar que este libro apareció en mi camino de imprevisto, no conocía a la escritora y tenía una noción muy pobre sobre su contenido una vez que decidí leerlo. Me embarqué en un proceso de lectura desde el desconocimiento, pero tras leer la mitad de los cuentos fue imposible continuar sin saber más de la persona que estaba detrás su creación. Al investigar sobre la trayectoria literaria de Enriquez me topé con una escritora reconocida que había publicado antes de Las cosas que perdimos en el fuego tres libros más, dos de los cuales jugaban ya con los límites y características del terror. Conociendo este antecedente, no sorprende que su cuarto libro, el protagonista de esta reseña, recibiera en 2017 el Premio Ciutat de Barcelona, como mejor libro en la categoría de literatura castellana, justamente por su reinvención del terror.

Tal y como mencioné al inicio, Enriquez toma problemáticas sociales muy cercanas a la realidad de millones de latinoamericanos, y las hace parte de un engranaje en donde estas temáticas complejas, la crítica social y la ambientación se ponen en marcha para impactar al lector y dejarle una sensación de intranquilidad al finalizar cada cuento. Por ejemplo, gracias a que la ambientación de cada relato funciona como puerta de entrada para presentar temas sociales y políticos, nos adentramos en escenarios que se sienten pesados e inquietantes. Tal es el caso de “El chico sucio”, primer cuento del libro, en donde a través de los ojos de una mujer adinerada, que vive en un barrio marginal, conocemos la compleja situación de una familia envuelta en el abuso de sustancias y una comunidad que se enfrenta a la violencia de pandillas. En este cuento, Enriquez explora estas problemáticas concretas junto con el rol de la cultura y religión argentina, que por medio de sus ídolos e imágenes religiosas terminan cumpliendo un papel importante en la recta final del relato, para crear un ambiente de desconcierto y tensión que remata con un golpe emocional a la protagonista y al lector. 

El anterior cuento, como los demás del libro, se benefician de la gran escritura de la autora, que logra seducir al lector con sus descripciones detalladas y crudas, en un lenguaje informal y despreocupado, como el que se habla día a día en las ciudades, para llevarle a un vórtice de suspenso e intriga. Otro aspecto a destacar es la gran maestría con que la autora crea personajes enigmáticos y cautivadores, pues consigue que sus protagonistas, y muchos de los personajes secundarios, se alejen de estereotipos y clichés propios del género del terror o de las problemáticas sociales que trata. Sus personajes son multifacéticos, tienen capas y personalidades que nos hacen empatizar con ellos y preocuparnos por su bienestar, o sentir un profundo desprecio y desagrado, lo cierto es que la mayoría causa algo en el lector y no pasan desapercibidos. 

Ahora bien, no quisiera ahondar mucho en una descripción extensa de cada uno de los cuentos, pues considero que muchos de ellos se disfrutan más cuando es el lector quien va descubriendo la trama y los posibles giros por su cuenta, como fue mi caso; cuando se deja cautivar por la narración y desconoce el camino que Enriquez le hará a recorrer, y llega el momento, al finalizar de leer, en que como lectores nos preguntamos: ¿qué acaba de pasar? Aún así, quisiera señalar cuentos como “Los años intoxicados”, que de una manera muy ingeniosa explora el terror y la violencia que puede desencadenar un mal viaje al consumir drogas. “La hostería”, tras el cual me pregunté: ¿cuáles son los límites del cuento de terror? Pues la autora me sorprendió al tratar el terror desde el pánico que siente una adolescente atrapada en una familia conservadora y un pueblo pequeño debido a su orientación sexual.

En este punto de la reseña pueden estar pensando que el carácter social es el principal enfoque de Enriquez, sin embargo, en varios cuentos, este aspecto queda en un segundo plano o se diluye en una narración que apuesta por resoluciones más fantasiosas mezcladas con suspense, como es el caso de “La casa de Adela”, “Tela de araña” o “Nada de carne sobre nosotras”. 

Si bien algunos cuentos se distancian temáticamente y apuestan por perspectivas distintas a lo que el mismo libro nos ha presentado antes, haciendo que, a mi parecer, unos resalten más que otros, todos ellos tienen un fondo de crítica, política o social, que Mariana Enriquez logra entrelazar hábilmente con el género de terror gracias a su prosa cautivadora, sus atrayentes personajes y escenarios asfixiantes para crear relatos en que sintamos el terror como algo cercano a cada uno de nosotros, como si se tratase de una amenaza que acecha detrás de aquellas cosas cotidianas con las que interactuamos constantemente en nuestras vidas y ciudades. Las cosas que perdimos en el fuego es un libro que rompe moldes y ofrece una perspectiva novedosa al género de terror, es por ello que lo recomiendo sin dudar a quienes disfrutan de este género, pues en sus páginas encontrarán terroríficos e ingeniosos cuentos; y a aquellos reacios a esta clase de relatos, les invito a dejarse seducir por las historias de Enríquez, pues incluso si el terror no los cautiva, encontrarán en la propuesta de la argentina una interesante manera de presentar ciertos aspectos de la vida latinoamericana en la literatura.


 Sobre Juliana:


Juliana Martinez Castiblanco, nacida en Bogotá. Es estudiante de Estudios Literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Apasionada de la literatura, encontró en esta el lugar perfecto para aprender sobre el arte y la humanidad. Le interesa la investigación, la poesía, la literatura latinoamericana y asiática. Es aficionada a la fotografía y el arte de collage



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