Reseña sobre Moxa, el hijo del sol

Por Gabriela López

    Las alas de un cóndor cortan el aire en medio de Bacatá, las plumas negras se abren paso y finalmente aterriza frente a un infante en brazos de su padre, quien le sostiene como símbolo de salvación.

    Es un presagio de los dioses.

    En un territorio donde las nubes acostumbran ocultar el calor del dios Sua, en el nacimiento de Cundarquyn, brilla con todo su esplendor, tocando la frente del niño, futuro Zipa muisca de la región.

    Pero el futuro no es tan benevolente con el niño y pronto, la voluntad de los dioses se ve truncada por la necedad y extrema ambición del actual gobernante. Cundarquyn no lo sabe aún, pero su joven vida estará marcada de sacrificios. Deberá volverse aquello que nunca podrá ser.

    Esta es la propuesta de Ernesto Zarza González, en su libro Moxa: El hijo del Sol. Una propuesta literaria que aviva la curiosidad por una historia casi perdida, un libro que no te deja satisfecho, te abre el apetito, te deja queriendo más.

    Lo cierto es que es difícil encontrar un elemento en esta obra que no considere, aunque sea en lo mínimo, exitoso. Cada detalle que el autor brinda de este imperio perdido es, no sólo preciso, descriptivo sin dejar de ser poético. A medida que la narración avanza, y te encariñas con los dulces, jóvenes y entrañables personajes, te adentras en un mundo que expande tu mente, rompe las barreras de tu imaginación y, en esa medida, olvidas lo que creías saber para aprender lo que nunca pensaste conocer.

    Si alguno de nuestros personajes se adentra a la salvaje selva, pasea por las calles del querido pueblo o recorre su palacio con preocupación en su mente, nuestro autor, Ernesto Zarza Gonzalez, se asegurará que estés allí también, observando. Recorriendo con la mirada las preciosas y letales plantas que aguarda la obscura selva, alerta de depredadores y contemplando el exquisito pelaje de la pantera. Tus pasos siguen los de ellos, sintiendo el calor que Sua regala sobre tu piel, escuchando sus cánticos piadosos y devotos, con el olor de los últimos sacrificios todavía en el aire. Tu mente no se despega de la del líder, casi sintiendo el peso de su corona, la magnificencia del oro que adorna su cuerpo, aún dentro de las murallas de su imponente reino.

    La historia es fácilmente cautivante, no solo te transporta, te motiva. Sientes las injusticias y alegrías vivamente, el temor se pasea por tus huesos cuando la situación lo amerita y la preocupación por tu mente gracias al impecable manejo de la información que se brinda al lector. No es difícil sentir las emociones a flor de piel, y no puedo pensar en un mejor cumplido para el estilo de escritura que Moxa nos dedica.

    Si bien los diálogos o conexiones entre personajes pueden llegar a sentirse algo simples o apresurados para algunos lectores, creo firmemente que el contexto social e histórico en el que se plantea la novela lo vuelve completamente comprensible. Pues, al final del día ¿qué sabemos en verdad de como hablaban o sentían los muiscas en la sabana cundiboyacense tantos años atrás? ¿No es eso lo que vuelve a este libro una joya escondida? La valentía de imaginar lo que no podremos descubrir.

    Hemos dado un recorrido detallado por los aspectos más espectaculares de la novela, por lo menos tan lejos como la precaución a los spoilers nos lo permite. Combinemos el impresionante equilibrio que nuestro autor maneja en su novela con la exhaustiva investigación y claridad histórica sobre este reino indígena. La manera en que enseña sin necesidad de una escolástica rígida, sino sirviéndose de la imaginación propia del lector. Mas aún con todo esto, la pregunta sigue resonando: ¿Qué convierte a Moxa en un libro tan especial? Por lo menos en la opinión de esta humilde crítica.

    Pues bien, el valor de Moxa no recae únicamente en su trama cautivadora y juvenil, tampoco en su narración asertiva o en lo detallista, ni en sus bien pensados y fuertes personajes, sino en la apuesta que el autor da: un paso, a ojos cerrados, hacia una nueva dirección buscando abrir horizontes actualmente ignorados. Nos muestra la cultura muisca como una fuente inagotable de historias, un mundo literario con potencial infinito.

    Moxa reclama el papel de la intersección entre la ficción y el mundo precolombino y al hacerlo abre la mente del lector no solo a un mundo del que usualmente se aprende, limitadamente, en la escuela, sino a las miles de realidades que en él se vivían y la posibilidad de historias dentro que nos atrapen tanto como cualquier libro que Rick Riordan pudiese escribir.

    Este libro es el inicio de una prometedora saga, una apertura de puertas que demuestra una y otra vez la riqueza cultural latinoamericana, un Percy Jackson muisca, un grito en esta nueva etapa de literatura colombiana que clama: Aquí hay riqueza, vengan a leer.

Sobre Gabriela López Velandia:

Estudiante apasionada de la literatura, Gabriela encuentra en las páginas de los libros la posibilidad de explorar e introducirse en la mente y experiencia humana. Además de su devoción a la literatura, disfruta de la música y de pasar el tiempo con sus sobrinos, así como defender a Shrek 2 como la mejor película de todos los tiempos.


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