La política del desvío: duelo, identidad y animalidad

Por Daniela Artunduaga Moreno
Lo que aprendí de las bestias. Albertina Carri.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Literatura Randon House, 2021. 147 páginas.

Leer Lo que aprendí de las bestias resultó una experiencia incómoda, desordenada y profundamente reveladora. Llegué a esta novela de forma inesperada, durante un intercambio en Francia, en una clase en la que esperaba encontrarme con los clásicos de la literatura latinoamericana. Sin embargo, me topé con un grupo de franceses fascinados por una autora argentina contemporánea que yo nunca había escuchado nombrar en Colombia. Estaban entusiasmados con Albertina Carri, directora y guionista de cine desde el año 2000, cuyas películas se han proyectado en festivales como Cannes, Rotterdam, Berlín y otros más pequeños, como el de Toulouse, donde me encontraba yo. Así fue como también terminé fascinada por Albertina Carri.

La historia gira en torno a Albertina Carri —el personaje—, una mujer joven, directora de cine que vive en Argentina y siempre ha sentido que su vida transcurre al margen de la normalidad. El regreso de su hermana y sus sobrinas al país la enfrenta a su propia historia, a su autoconcepto y a una serie de reflexiones sobre su infancia y su vida en general que, si bien no sanan sus traumas, le permiten asumir sus duelos desde un lugar distinto. Aunque la narración es cruda y fuerte —con escenas explícitas de maltrato animal, sexo y sentimientos de malestar e inadaptación—, es atractivo aprender a acompañar a la protagonista en ese “no lugar” que habita, ese espacio en el que se siente fuera del mundo y de las convenciones sociales. Una la acompaña a entender que habitar el límite puede enseñarnos mucho y que aceptar la incomodidad puede ser la mejor respuesta ante la sensación de no encajar. Esa misma incomodidad se convierte, quizás, en su mayor gesto político: el de sentirse fuera de las normas establecidas.

En esta obra, Carri desdibuja los límites de las convenciones sociales: entre los géneros, entre lo humano y lo animal, entre lo íntimo y lo político. A lo largo de sus poco más de cien páginas, la novela aborda temas que recorren toda la obra de Carri: la memoria, la violencia, la sexualidad, la identidad. Sin embargo, el corazón del libro late en la relación con los animales. Las bestias no son símbolos ni están ahí para conformar una fábula; son entidades con una potencia propia, con una vida independiente a la humana. Carri plantea un nuevo paradigma sobre la concepción de lo animal y su relación con los humanos. Los animales —las bestias— no obedecen, no reproducen los códigos humanos, y por eso se convierten en maestras para quienes están fuera de esos códigos y no encuentran un lugar. El espacio de Carri y de las bestias es ese límite, ese “no lugar”. En el vínculo con ellas, la protagonista encuentra una forma distinta de entenderse y de vivir, sin sentir que estar fuera de la norma es un error, sino solo otra forma de existir. El caballo, el perro, la fiera: todos enseñan. No desde el lenguaje articulado, sino desde la presencia, la escucha y lo que no puede ser dicho.

Al terminar la lectura, una se queda en suspenso, en el aire. Pero es justo en ese desacomodo donde algo se enciende. No hay una salida clara de la crisis ni un final feliz, y sin embargo, la novela logra dejarnos, como lectoras, en un estado de tranquilidad.

En cuanto a la forma, la novela no busca reconstruir una historia lineal, sino habitar el fragmento, tal como el pensamiento mismo: a veces caótico, aparentemente desordenado o inconexo, pero siempre guiado por la emoción. Carri proviene del cine, y eso se nota no solo en lo temático, sino también en lo técnico y formal, tanto en la construcción de las escenas como en la fragmentación del relato. Una fragmentación que genera desacomodo y la sensación de estar perdida. Al igual que las películas de Gaspar Noé, que desde el inicio advierten que provocarán mareo, esta novela también alerta, desde su primer fragmento de no más de una página que la lectura se adentrará en temas y sensaciones complejas.

Cuando terminé la novela y recordé la dedicatoria a su hijo, me conmoví profundamente: “Para Furio”. Después de haber atravesado páginas llenas de crudeza, deseo y desamparo, recordar esa dedicatoria se siente como un respiro y, a la vez, como una herida que se abre con ternura. Esa breve dedicatoria ilumina todo lo leído: la violencia, el duelo, el desconcierto, incluso la búsqueda de identidad. Lo que antes parecía solo caos y ruptura, adquiere un sentido de amor y de enseñanza. Aunque Carri afirme en sus entrevistas que el libro no es autoficción, hay demasiados elementos de su vida en el personaje —empezando por el nombre, la nacionalidad y la profesión—, por lo que el hecho de que se lo dedique a su hijo es mostrarse vulnerable y herida ante él, quitándose la fachada de madre que lo tiene todo resuelto para revelarse profundamente humana y compleja.

Leer Lo que aprendí de las bestias no es solo una experiencia que deja reflexionando sobre la vulnerabilidad y la complejidad que nos hace humanos. Es una novela que interpela, que incomoda y que, sin pedir permiso, se instala en la memoria de la lectora. Carri nos enseña, sin didactismos, que hay belleza en lo salvaje y consuelo en el dolor; que las bestias no son un otro lejano, sino un reflejo de lo que también somos cuando dejamos de fingir perfección y control.

Invito a las lectoras a abrir este libro sin miedo, con la disposición de quien se asoma a un territorio incierto. Porque en esas páginas laten preguntas que nos conciernen a todas: ¿qué es ser humana?, ¿cómo habitamos la pérdida?, ¿qué hacemos con lo que no encaja? Leer a Carri es mirarse en un espejo que deforma y nos hace cuestionar aquello que dábamos por sentado. Al cerrar el libro, algo queda vibrando —una certeza pequeña pero poderosa—: que tal vez, al igual que las bestias, nuestra forma más honesta de existir sea simplemente estar, sin pedir perdón por ser distintas.

Sobre Daniela:

Bogotá, 1999. Daniela Artunduaga Moreno es socióloga y estudiante de estudios literarios de la Universidad Nacional de Colombia. Interesada en la gestión cultural y la sociología de la cultura. Apasionada por entender "a este mundo y sus criaturas".


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