La carroza de Bolívar: perpetuidad del problema



Por Carlos Orlando Castaño Franco


Jamás debe juzgarse un libro por su portada o por su titulo. Si entendemos que tal concepto es igualmente valido para los títulos, obras como La carroza de Bolívar, de Evelio Rosero, hacen que dicha afirmación cobre más sentido del que pudiera dársele a primera vista. Quien, sin saber absolutamente nada sobre la obra, se topara con tal título, se inclinaría probablemente a pensar (y sería algo muy entendible) que se trata de un recuento histórico de una de las figuras más importantes de la historia de Colombia; una mente más inquieta podría incluso llega a suponer que dicho recuento apunta a una humanización de tal figura, si es que no a una total desmitificación de la misma. Pero no parece muy probable que la verdadera magnitud de la obra de Rosero pudiera ser aprehendida hasta no haberse involucrado el lector, de manera plena, en su lectura.

El impacto de lo inesperado es inmediato, al conocer de entrada al personaje principal, el doctor Justo Pastor Proceso López, ginecólogo de la ciudad de Pasto, en el año 1966. Es a él a quien seguimos principalmente, y en torno a él giran los principales elementos de la narrativa construida por el autor; el personaje principal de la novela de Rosero es un hombre con el que el lector fácilmente puede relacionarse, pues el autor le otorga una serie de imperfecciones y errores, pero también virtudes y aspiraciones, que hacen que se convierta en una persona multidimensional y real ante los ojos del mismo.

El único elemento histórico discernible al inicio de la novela reside en el hecho de que el doctor Proceso tiene como uno de sus propósitos la escritura de una Historia de Bolívar Completa. ¿De qué manera, pues, entra a formar parte del juego el elemento histórico en La carroza de Bolívar? La propuesta desarrollada por Rosero es fascinante; sí, uno de los elementos presentes en la novela es la representación de un Simón Bolívar despojado de todos aquellos enaltecimientos falaces y atribuciones erróneas que constituyen la percepción actualmente predominante del “libertador”. Sin embargo, la importancia del elemento histórico no yace en él sí mismo, como la única intención del autor, sino en las repercusiones que acarrea sobre el mundo creado por el mismo. Se trata casi de un elemento secundario, pero no por ello menos fundamental, ya que su “fantasma”, a falta de un término más apropiado, permea constante y subyacentemente la vida y el mundo de los personajes configurados por Rosero en su ficción. De esta manera, el problema principal se constituye, no en una mera descripción o numeración de hechos históricos, sino en la manera en la que los errores de interpretación de dichos hechos pueden afectar una comunidad, incluso muchas generaciones después de haber tenido lugar. Desde esta perspectiva, la lectura de la novela deja de ser solamente una actividad de diversión, y se vuelve también un elemento que suscita la reflexión en el lector, sin que ninguna de estas cualidades llegue a opacar a la otra.

Las festividades del carnaval de negros y blancos en Pasto se acercan, y el doctor Proceso planea sacar a relucir la verdad sobre Bolívar, mediante la carroza titular de la novela, y el temor al enfrentamiento de la verdad y al rompimiento del paradigma son los principales obstáculos a los que se enfrenta para lograr su cometido. Es este último objetivo del personaje, que es presentado como una noble causa, lo que hace que la novela sea enganchadora, pues el afán por saber a qué llevará finalmente la determinación del doctor Proceso genera un ávido deseo de llegar pronto al final; pero no es como que sea pesado el camino hasta él, pues en toda narración no hay un solo memento de lentitud, gracias al sentido de diversión y al humor que Rosero le inyecta, así como su lacónica pero certera prosa.

Evelio Rosero
La manera en la que la novela se desenvuelve, con todo su humor y burla, pero también con una subyacente y tenaz crítica, permite ir comprendiendo gradualmente el panorama que se enfrenta Rosero mediante su novela; la carroza, aquella pieza de arte popular cuyo objetivo es la representación de la verdad, se convierte en una suerte de símbolo en el que se contiene el enfrentamiento a la corrupción y la intención de derrumbar las mentiras con las que el pueblo es alimentado a diario, y el desolador clímax de la novela refleja la imposibilidad de que un cambio así llegue a realizarse. En La carroza de Bolívar, Rosero ha intentado dar una explicación histórica a la perpetuidad del problema.

                                                                                                   

Rosero, E., (1992). La Carroza de Bolivar. Tus Quets.

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