Los avatares de un vencedor que perdió: Los sueños de Pedro de Ursúa vistos por William Ospina
Por Johanna
Carolina Espinosa Guerrero.
Mucho se ha escrito a lo largo de la historia acerca de las
figuras heroicas y muchas veces deificadas de los conquistadores, de los
hombres que permitieron el nacimiento de todo un continente rico en diversidad
y en leyendas, y ésta es una más de esas historias, aunque mejor. El escritor
colombiano William Ospina siempre ha sido fiel a su creencia de que no debe
contarse lo que ya ha sido contado y lo demostró en su primera novela, Ursúa, publicada en 2005, la cual a
inicio a una trilogía completada por El
país de la canela (2008) y La
serpiente sin ojos (2012).
La novela nos presenta a un joven, Pedro de Ursúa, ignorado
por la historia que ingrata prefiere dar reconocimiento a su asesino, Lope de
Aguirre, y a otros conquistadores cutos méritos pudieron ser menores. Ospina
recrea, por medio de un narrador anónimo, la dualidad que estas figuras
trágicas han representado en la historia: un joven conquistador que admira a
los indígenas que se resisten valerosamente a su inevitable derrota, pero que a
su vez considera necesario su exterminio, además de poner en evidencia la
crueldad con la cual destrona a varios jefes indígenas. Ursúa, más allá de ser
una epopeya, es la representación de la caída de un soñador que, poco a poco,
se desliza hacia su propio final por el camino de su soberbia.
William Ospina investigó durante seis años para crear esta
novela pues no comprendía el desinterés que la imagen de Pedro de Ursúa había
llevado consigo durante años, con retazos de realidad y fantasía, una narración
que nunca se desprende de su espíritu de poeta, bellísima y llena de lirismo, rica
en descripciones y siempre exponente de la sapiencia de Ospina, cuenta también
con un narrador anónimo tan ambiguo como el protagonista debido a su origen
mestizo con madre indígena cuya sangre lo impulsaba hacia el enojo y el recelo,
y por otro lado, un padre español que lo empujaba a admirar el poderío y a
recoger las anécdotas de los conquistadores como si de una epopeya se tratase.
William Ospina |
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