Sublime pero finito: otra visión del héroe/villano de Colombia, Carlos Pizarro
Por Génesis
Natalia Tobón Becerra.
Oscar Wilde alguna vez dijo “cualquiera puede hacer
historia; pero sólo un gran hombre puede escribirla”. Lo que no sabía el inglés
era que algunos de esos grandes hombres se encontraban, en su mayoría, en
América Latina: Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y, por supuesto,
Carlos Fuentes. Si bien no se trata de historiadores en el sentido estricto de
la palabra son, más bien, resignificadores
de la historia en sí. Se trata de autores latinoamericanos que han
encarnado la historia, se han apropiado de ella, y han refutado rotundamente
aquello que Cervantes había fijado como vox populi “(…) la verdad, cuya madre
es la historia”.
Es así como, bajo la idea de la desmitificación del a
Historia misma, el mexicano Carlos Fuentes, decide relatar su versión de los
hechos dentro de un recuento biográfico sobre Carlos Pizarro. Valiéndose de la
dualidad que este personaje representó y sigue representando en Colombia
–héroe/villano–, el autor recrea un Aquiles que se aferra a un ideal y termina
cayendo en el inequívoco destino que, ya desde largo tiempo, lo esperaba
paciente.
En Aquiles o El
guerrillero y el asesino, Fuentes plantea una metáfora profunda, que juega
con la historia del gran héroe griego y su única “debilidad”, con la vida de
este hombre colombiano –Pizarro– y con su talón
de Aquiles: sus ansias de justicia, su sed por un país mejor. De la mano, y
siguiendo muy de cerca la biografía del jefe insurgente, el autor mexicano se
acerca a la realidad colombiana de la época, donde la violencia se servía tres
veces al día, y se comía con sangre y fuego. Otorgándole un toque sentimental,
se emplea un narrador –muy afín con el mismo Fuentes– tan cercano al círculo
literario como a la imagen misma de la violencia; siendo éste una víctima más
del conflicto armado, en el sentido en que, a pesar de no residir en el país, fueron
sus amigos los que murieron por “la causa”.
Carlos Fuentes |
No obstante, tenemos que resaltar el carácter póstumo de
esta novela que, al ser inédita, puede parecer inconcluso. Sin ánimos de
alentar la formación de un mito literario alrededor de lo que podría, o no,
haber llegado a ser, la novela presenta, inicialmente, una intención clara: la
humanización de un ídolo. Sin embargo, el tono narrativo parece ir siempre en crescendo, y la narración sólo parece
avanzar, sin llegar a un fin. Esto puede deberse a que el autor seguía
trabajando en ella cuando murió, pero, y a pesar de ello, queda el otro de la
moneda con respecto a esta pregunta, ¿es realmente una novela inconclusa o, más
bien, se trata de un elemento literario que, con su creciente narrativa de
aparente infinitud, nos arrastra a un aura de eternidad? Tal como quería
Fuentes que viéramos a Pizarro, sublime pero finito, así lo encontramos en este
libro, luchando entre una dualidad de conceptos contrarios, un héroe o un
enemigo, un guerrillero y un asesino.
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