La cabeza no alcanza
Por Alejandra Moreno
Cierro los ojos, todo está oscuro. Los abro, respiro, leo y releo intentando entender algo. Las horas avanzan, escucho el segundero del reloj y me estreso. Intento respirar nuevamente. La cabeza no me alcanza, se me está enredando el pensamiento. Es toda una maraña deforme y sin sentido. Me voy, no me puedo quedar en este conjunto de palabras.
Hace algunos meses, me encontré con unas palabras de Albalucía sobre cómo se debe leer su obra. Las recuerdo, las saboreo. Ella lo sabía: no escribió para ser leída por la cabeza porque la mente se embarulla. Pero yo, testaruda como siempre, había olvidado su consejo y ahí estaba, sintiéndome chiquita y perdida en el mar. Dejo de leer así, con la cabeza, respiro hondo, abriendo el pecho, buscando que mi corazón le agarre el ritmo a esta carmina de lluvia.
Me devuelvo algunas páginas, intento dejar ir todo eso que llaman “capital cultural”, también el académico, escolástico, literario, filosófico y, sobre todo, occidental. Con mis ojos bien abiertos y con esa cadencia en mi lengua, me encuentro con una luz que encandila. No tengo en mis manos un texto que pretenda un discurso lógico, ni redentor. Hay palabras que entran a mí para explotar, sugerir, tentar. Me llevan a un abismo sin respuestas, sin tiempo ni espacio.
Del blanco de las hojas de Cantos y encantamiento de la lluvia brotan palabras bien cuidadas, al imaginarlas siento que se prenden de mí y me dejan sentirlas. Cada poema se vuelve un dolor en los huesos y un alivio para mi pecho. Ya no quepo en mí, debo parar, no porque no esté entendiendo, más bien porque ahora sí lo hago. Se hace necesario escuchar los silencios de estos encantamientos. El libro sale de las páginas y me sumerge en un nuevo universo. Recorro el paisaje de la mano de Albalucía.
Sigo la luz que ella me indica, dejo que me encuentren las sombras, pero también que crezcan flores en mi cuerpo. Dejo que Albalucía me encante ya no sólo con su prosa, también con su poesía. Poesía que habla, entretanto, de la pasión de un cuerpo que se empieza a descubrir y a explorar en la soledad. También me explora a mí, al cuerpo femenino. Me atrapa con sus denuncias contra ese paisaje arrollado por la mano del hombre, el mismo que abandona y violenta a la mujer. Me invita a resistir con ella.
Tengo que pensar un poco y este hormigueo que mi cuerpo siente no me deja. Las reseñas no se escriben solas. Me levanto diferente, es un poemario que me dejó diferente. Necesito hablar del libro, pero ¿cómo hablar de un libro que no habla, que no es común, que es tan diferente a todo lo que había leído? Y sí, tiene referencias a otras piezas literarias de gran calidad, pero todas y cada una hacen parte de esta isla a donde una tiene que llegar para estar sola. Antígona y Auriga vuelven de la literatura griega, junto con algunos conceptos e incluso letras. Pero no vuelven para que yo en esta reseña aplauda la habilidad de la escritora. Vuelven para sentarse conmigo y sentir dolor.
Alejandra Pizarnik, Tillie Olsen, Sappho Durrell. Alejandra Pizarnik, Tillie Olsen, Sappho Durrel. Respiro. Esa vibración del paisaje, el fuego, las flores; palabras nuevas, con otro significado; son, también la resistencia de una naturaleza, femenina, que lucha como ellas lo hicieron. Ángel les escribe cartas a ellas, y nos escribe a nosotras. Es una obra cuyo lienzo es quien lee y sus pinturas son palabras que se construyen entre sí. No pinta sin un sentido, ese delirio de técnica y pasión hablan de sí, hablan del mundo, de la tierra, del espíritu, de las mujeres, del ser. Hablan para iluminar.
Cierro los ojos, todo está oscuro. Los abro, respiro, miro y vuelvo a mirar esperando encontrar otro poema, no hay más. Camino hasta un lavabo, dejo que el agua fluya por mi cara esperando que me refresque, entonces me doy cuenta que este canto me atrapó en su embrujo. La tierra, el viento, el fuego y el agua recorren mis venas como aquel pobre chorro. Respiro hondo y encuentro mi ser con un desasosiego que me obliga a andar.
Y acá estoy, intentando recomendar la lectura de un libro sin encontrar las palabras que me permitan encontrar un destino, ni dar mayor incentivo que este: mi corazón regado entre letras. Léanlo.
Sobre Alejandra Moreno:
Bogotá, 1999. Estudiante de Español y Filología Clásica, y Estudios Literarios en la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. No hace otra cosa que amar y busca hacer el mundo más bello para todas las personas con ayuda de las palabras. Contacto: mmorenoma@unal.edu.co
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