Reseña La carroza de Bolívar
Por Emmanuel Arias Romero*
¿Qué
buscamos en una novela? ¿En qué radica nuestro apego a una obra literaria? Yo
encuentro, en lo personal, un deleite en aquellas obras que me impactan al
instante, que no puedo dejar de leer mientras me dirijo al trabajo, a la casa.
Una obra en la cual intento avanzar hasta el final antes de llegar a mi
destino, donde me sea casi imposible dejar de pensar en cómo se van a dar los
hechos que me son narrados. Me fascinan aquellos mundos ficcionales que me
incitan a replantear elementos de mi vida que daba por sentados, que me llevan
a cuestionar los lugares comunes del entorno que me rodea y habito.
Una
novela de este calidad y talante se alberga en los lugares menos esperados,
usualmente, justo frente a nuestras narices. Tal es el caso de la novela de Evelio
Rosero, La carroza de Bolívar, una
obra que invita al cuestionamiento a través de la historia, la parodia, la
ironía y la risa culposa, esa risa producida por lo que no debes reírte, pero,
de igual manera, es aquella por la cual te es imposible no esbozar si quiera un
mínimo gesto en tu rostro.
Pero ¿qué cosas son las que esta obra nos hace cuestionar?
se pueden preguntar leyendo estos párrafos que anteceden. En sencillas
palabras, cuestiona a Colombia, cuestiona su memoria, su conflicto y su
historia. ¿Qué sabemos de nuestro país? ¿Es cierto eso que sabemos? No podemos
quedarnos con la duda, la obra nos revela las ruinas de lo que fue la verdadera
historia de Bolívar y nos abre interrogantes sobre lo venidero.
En
la obra encontramos, de manera muy elocuente, discursos que se oponen: la
historia oficial contra la historia de los perdedores, la cual se ha intentado
mantener enterrada, o dada la falta de memoria, carece de fundamento dentro de
las cabezas ya adiestradas y educadas por los vencedores. Rosero logra esta
oposición a partir del estudio sobre la vida de Simón Bolívar realizado por el
historiador nariñense José Rafael Sañudo y la creación de diferentes personajes
que dialogan con la imagen problemática de Bolívar, logrando, finalmente,
plantear un universo ficcional en el cual busca derrocar la imagen del “mal
llamado libertador”.
La
imagen del “héroe” nacional, dentro de la obra, encuentra su equivalente físico
y caótico en un paticorto borrachón, Don Furibundo Pita, representado en una
carroza que ha de pasear por las calles de la ciudad de Pasto en las fiestas de
negros y blancos. Con esta parodia de la idea de Bolívar, el autor nos otorga
la cara desconocida del “libertador”, una en la cual no se romantiza lo humano
de este personaje histórico como lo hace José Olmedo en La Victoria de Junín,
sino que lo fija a la tierra como un ser desagradable y repudiable.
Todo
el conflicto de los discursos encontrados en la novela está mezclado con la
vida de un ginecólogo, Justo Pastor, quien durante el carnaval busca sobrevivir
a su vida personal, su familia, las amenazas, derrocar la imagen de Bolívar y continuar
su arduo estudio de la obra de Sañudo.
Nuestro
protagonista, el ginecólogo Justo, conoce a tal detalle los pliegues de la obra
del historiador pastuso como desconoce los de su propia esposa, Primavera
Pinzón. El placer en su vida matrimonial ha perecido con el paso de los años,
sus encuentros tienden al odio, a lo burdo, al desencanto. Primavera es, entre
el coqueteo casual y la infidelidad irrisoria, el punto central para el
cuestionamiento de conceptos como la familia y el matrimonio. Así es la vida
del doctor Justo Pastor, quien no busca una solución a sus problemas sino
otorgar un momento de luz en la renca y mutilada historia colombiana.
Como
afirmaba al comienzo, La carroza de Bolívar es una novela que pone al
lector en un lugar incómodo, producto del cuestionamiento personal que genera
el pasar las páginas; la risa culposa generada por el humor negro y crudo que
se da en la obra que te hace sentir mal al sonreír; el replantearse lo que se
sabe de Bolívar, el pilar de lo que llegó a ser y es nuestra nación, si eso que
creíamos es o no cierto. Después de repasar las páginas de esta gran obra,
quedan ciertas preguntas vivas en la cabeza del lector: ¿bajo qué parámetros fue
fundado Colombia? ¿Es nuestro país tan renco como lo es la imagen del criollo
napoleónico al cual llamamos libertador?
Pero
no den por sentado lo que he dicho hasta el momento, entren en la obra y permitan
que la historia, la forma y el estilo de uno de los escritores contemporáneos
más fructíferos que ha brindado esta tierra desmemoriada y quebrantada los
atrapen.
Rosero, Evelio. (2012). La carroza de Bolívar. México: Tusquets Editores. 389 págs.
*Estudiante
de pregrado de Estudios Literarios en la universidad nacional de Colombia.
Actualmente cursando la maestría en Estudios Literarios en la misma universidad
enfocado en literatura colombiana de los siglos XX y XXI.
Comentarios