Entrevista a Héctor Abad Faciolince sobre su novela La oculta (2014)
Por Andrés Felipe Dussan Pérez*
Andrés
Felipe Dussan: La Oculta es una novela que retrata la violencia en
Colombia desde la historia de una familia antioqueña, ¿Por qué contarla desde
tres voces distintas?
Héctor Abad
Faciolince: Mi propósito no era retratar la violencia en Colombia, sino la vida
de una familia corriente de un pueblo perdido en las montañas de Antioquia. Lo
que pasa es que es imposible hacer ese retrato íntimo sin las interferencias de
la realidad, y más concretamente, de la violencia pública, tan constante en el
territorio colombiano. De algún modo la manera de ser de una familia está
también determinada por el miedo, las heridas, las cicatrices que deja esa
devastadora faceta de la condición humana. El uso de las tres voces tiene que
ver con el hecho de que en una misma familia, personas con genes muy parecidos
y con experiencias similares, pueden tener maneras muy distintas, incluso
antagónicas, de ver la realidad. Me ha interesado siempre la novela como una
polifonía de voces y de visiones del mundo en el sentido estudiado por Mijaíl
Bajtín.
AFD:
¿Por qué decides reconstruir el pasado de la familia a partir de la muerte de
Anita y no dar demasiada continuidad al relato después de la muerte de ella?
HAF: ¿Qué
quiere decir que no le doy continuidad? Anita se muere y se murió. La muerte de
los dos padres es lo que en muchas familias desencadena la pregunta sobre qué
hacer con una herencia material y espiritual. Toda la novela es el análisis
continuo de qué hacer con esa herencia. Es una obsesión continua de los tres
protagonistas.
AFD:
En la novela vemos que hay una construcción de distintas voces y que, claro,
tienen una manera de pensar que se contrapone, así mismo varios saltos
temporales. ¿Cómo fue la construcción, la estructura de La Oculta? ¿Cómo
planeaste escribir la novela?
HAF: Tengo
apuntes sobre una novela cuya protagonista principal es una finca llamada La
Oculta desde hace más de 20 años. Mi proceso de escritura no es muy consciente
ni se basa en la construcción racional de una estructura determinada. Dejo que
una historia germine, crezca y se desarrolle dentro de mí. Cuando empiezo a
soñar con la historia creo que es el momento de empezar su escritura. Hice una
primera versión de la novela con un narrador externo, omnisciente y
heterodiegético. Ese primer borrador de la novela fue abortado por las dudas
que siempre me asaltan cuando escribo. Por un momento pensé que nunca
escribiría la novela. Antes de renunciar a ella hice el siguiente ejercicio:
resumí en un cuaderno cada párrafo de la primera versión del libro, y me
propuse luego, basado en ese resumen, copiarla de nuevo. Al empezar a copiarla
me di cuenta de que si dividía la novela en las tres voces de los hermanos,
sería más interesante la lectura, el ritmo mejoraría, y los lectores tendrían
así más ganas de conocer la historia. Si yo me siento cómodo, pienso que también
los lectores podrán sentir esa comodidad. Me guío por el instinto, y me dejo
llevar por el río de la historia. Si el río me ahoga, o si tengo que nadar
siempre contra la corriente, abandono el libro. Lo aborto. Tengo muchas novelas
abortadas. La Oculta estuvo a punto de ser otro de esos libros abandonados a su
suerte, a su fracaso. Cambié la estructura, la forma de narrarlo, y así me
sentí más satisfecho.
AFD:
Al leer la novela sentí que había algo de El ruido y la furia en La
Oculta, por lo de la narración en varias voces y la historia de la familia,
entre otras. ¿Podrías hablarme un poco de esa tradición literaria que has
seguido y que te ha llevado a publicar varias novelas?
HAF: El único
libro de Faulkner que he leído es Mientras
agonizo. Pero es curioso: uno puede haber sido influido por Faulkner sin
haberlo leído, si ha leído a grandes discípulos de Faulkner como Onetti o
García Márquez. Entonces es posible que el norteamericano esté en uno sin
saberlo. Todo lo que he leído influye sobre mi manera de escribir, así como
todo lo que he comido conforma mi cuerpo, incluso si no recuerdo nada de lo que
comí en mayo del año pasado, y mucho menos en abril de 1998. No me preocupo por
tradiciones, sino que trato de que me inunden mis propias historias, las que me
interesa contar. Sé que los escritores que quiero me van a ayudar a escribir,
pero no de un modo deliberado o consciente, sino de un modo que ya ha sido
asimilado por mí, que está ya en mi manera de ser, de ver el mundo y de
escribir. Incluso, sin darme cuenta, un escritor que no he leído puede estar en
mi manera de escribir, si otro que sí he leído fue influido por el que no leí. Me
he nutrido mucho de la novela realista del siglo XIX: Tolstoi, Flaubert,
Stendhal, Hugo, Balzac, Galdós, Dickens. Cuando me mordían las dudas de si era
posible y legítimo, hoy, escribir sobre un pueblo antioqueño alejado del mundo,
recordaba las novelas de grandes escritores judíos como Joseph Roth o Bashevis
Singer, que describían pequeños poblados judíos en Polonia o en Hungría o en
Rumania. Si ellos podían hacerlo, y seducirme e interesarme vívamente en esas
vidas, ¿por qué no podía hacerlo yo también?
AFD:
¿Cuál es la consideración que tienes como escritor respecto a un país como
Colombia, para ti qué significa ser escritor en un país como Colombia y cuáles
son las características que tu consideras debe tener un escritor en Colombia?
HAF: Ser
colombiano es un azar, como ser ecuatoriano, egipcio, francés o ruso. Eso no me
produce ni vergüenza ni orgullo: es algo irremediable, es lo que es. Soy la
persona menos nacionalista que pueda haber. No me interesa la Patria con
mayúsculas. Kundera decía, con razón, que la novela es el género trasnacional por
antonomasia. No me interesa insertarme en ninguna tradición colombiana. Pero
tampoco me interesa negar que mi experiencia de la vida, mayoritariamente, la
he tenido aquí, y mi escritura se nutre de la experiencia, de mis vivencias. De
esa manera Colombia aparece reflejada, no como un deber, sino como algo
inevitable. El verbo “deber” asociado al acto de escribir o a la supuesta
esencia de “ser” escritor, no me gusta. Uno no debe ser nada. De nada sirve
llegar con deberes y fórmulas. Tal vez el único deber sea hacer lo que nos dé
la gana.
AFD:
¿A partir de qué nace el interés de Antonio por reconstruir y contar el origen
de los Ángel? ¿Por qué dotaste a ese personaje con la homosexualidad?
HAF: Qué
extraña manera de decirlo: “dotar a alguien con la homosexualidad”. No creo que
esta condición sea un don, ni una dote, ni una carencia: es lo que es. Antonio
es gay como podría ser zurdo, o como podría ser muy alto o muy bajito, todas
condiciones normales y al mismo tiempo poco frecuentes, alejadas del promedio.
Antonio mismo explica su obsesión: ya que él no tendrá descendencia,
probablemente, entonces quiere investigar su ascendencia: quiere saber de dónde
viene, quiere explicarse por qué en su familia y en el pueblo de sus
antepasados son como son. A Pilar eso no le importa nada, porque vive en el
presente, y a Eva no mucho, porque vive en el futuro; a algunos lectores
tampoco, pero a otros es lo que más les interesa. Los personajes son como los
lectores: distintos.
AFD:
Como última pregunta, me gustaría saber, ¿consideras que La oculta es
una novela total[1]?.
HAF: No sé.
En todo caso ese no fue mi propósito. Quise escribir una historia, una historia
que me perseguía hace mucho, y que tiene que ver con el apego de mis ojos a un
paisaje, a una región. A veces la ficción sí es un contrapeso e incluso una
fuente (onírica, inventada) que influye en la realidad. Hace poco el alcalde de
Jericó leyó un fragmento de La Oculta para demostrar que la vocación de ese
pueblo no es la minería. Yo no escribí una novela contra la minería, pero al
dibujar cierta manera de ser de los habitantes del Suroeste, desde sus
orígenes, sus habitantes de hoy pueden resultar influidos por la ficción. En
realidad todos vivimos en un mundo construido por nuestra fantasía.
* Licenciado
en Español e inglés, Universidad Pedagógica Nacional. Actualmente docente de
inglés como lengua extranjera y estudiante de la Maestría en Estudios
literarios de la Universidad Nacional de Colombia.
[1] La novela
total es una obra que construye un mundo total el cual le hace contrapeso al mundo
real. Así mismo, edifica una realidad con un principio y un fin en tanto tiempo
y espacio el cual es contado desde distintas voces y perspectivas.
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