Sobre El último lector de Bukowski de Daniel Ángel


Por Santiago Gómez Castañeda 

Tengo la mala costumbre de revolcar las bibliotecas de otras personas esperando encontrar en un autor desconocido algo, para mí, valioso; una obra que responda a esas preguntas íntimas que nos toman como rehenes a las tres de la mañana en las noches de insomnio, una historia que, en últimas, se vuelva imprescindible. Fue así como encontré en la biblioteca de mi padre El último lector de Bukowski.

Esta novela me hizo cuestionarme cosas como: ¿Existe acaso un destino? ¿Una razón para estar aquí y ahora, aun cuando nuestra propia existencia parezca producto del azar? ¿Hay algo que soporte la historia de los hombres, nuestra propia historia? ¿Existe alguna relación entre un pasado remoto con sucesos aparentemente inconexos y tú, lector, que deseas encontrar el sentido de la vida en las palabras muertas, aunque eternizadas, en las hojas de los libros? ¿Qué podrían decir sobre ti los muertos? Bukowski, Hesse, Isidore Ducasse, Baudelaire, ¿significan algo para ti? De ser así, seguro disfrutarás esta novela como si de una cerveza fría se tratara.

La obra de Daniel Ángel es un relato visceral, crudo, existencial, con una poética bella y elevada que habla sobre la bohemia y lo mundano de la vida. Posee una gran intertextualidad con la literatura universal y tiene personajes de carne y hueso que a la sociedad le podrían parecer  censurables, pero tal vez a ti, como a mí, te parezcan intrigantes, pues son esos seres profundos, “con mentes rotas y destinos rotos”, sobre los que tanto le gustaba escribir al viejo Bukowski.

Con mucha destreza, El último lector de Bukowski atraviesa la historia de Occidente de una forma extraordinaria, presentando cuadros de ficción subyacentes en la Historia. Nos habla de lo alto y lo bajo de la vida, de sexo, crímenes y licor, pero también de la poesía, el arte y la condición humana.

Nos presenta la historia de Jack, un joven que vive en la caótica y monstruosa Bogotá, ciudad conocida por sus lluvias torrenciales y fiestas interminables, atestada de bares clandestinos y calles oscuras e intranquilas, habitada por transeúntes ebrios, maleantes y prostitutas. Es allí donde Jack ha vivido su corta vida, pero no es el mundo en el que habita, pues él, al igual que yo, y quizá también tú, ha encontrado en la literatura un hogar, un universo de realidades que al ser leídas le dan sentido a su vida, ya que no lo ha conseguido en el mundo real.

Sin embargo, Jack, un tipo duro que se considera a sí mismo huérfano, hijo de nadie, ha dejado pasar inadvertida la estrecha relación que tienen los libros con su vida, con la historia de su soledad y el destino que le depara; al menos hasta el momento en que conoce la logia de los Marcionistas, una secta que ha permanecido en la marginalidad, entregada al arte y los libros, viviendo oculta entre la sociedad sin que ésta lo advierta, saboteándola desde el interior o, al menos, a las instituciones que en ella gobiernan. Este grupo secreto conserva un conocimiento milenial en los textos que ha rescatado de la humanidad misma, de su corrupción, de sus guerras, de su primitivo instinto autodestructivo.

La novela de Daniel Ángel tiene un exquisito tinte de novela negra, pues, desentrañando la historia de este grupo secreto, velada tras la Historia –esa gran sarta de mentiras que la humanidad nombra con mayúsculas Historia y de la que tú y yo desconfiamos cada vez más–, Jack se descubrirá a sí mismo y comprenderá el verdadero valor de su vida. Se romperá su duro cascarón de soledad y conocerá su origen. Pero es muy pronto para cantar victoria, ya que, en el momento en que nuestro protagonista sabe de la existencia de los Marcionistas, algo insólito y terrible está por suceder: se ha decretado una ley que censura ciertas obras y las condena a ser quemadas en el fuego del olvido.

La logia está una vez más en peligro y esto no es cualquier cosa para nuestro Jack, amante de la lectura tanto como del licor, que tiene entre sus pocos afectos a los autores a quiénes amenaza directamente esta ley. Él estaría dispuesto a renunciar al mundo exterior a fin de embellecer su espíritu leyendo El Quijote de la Mancha, El Decamerón, La Ilíada, las palabras de Nietszche, Ciorán, Shopenhauer, Rimbaud. ¿Serías tú capaz de algo así?

Te invito entonces a leer El último lector de Bukowski, a embriagarte con su relato, a perderte en la historia de la humanidad para encontrar alguna pista sobre tu propia existencia. Al leer esta novela puede que encuentres las respuestas que buscabas, o tal vez más preguntas, quizá incluso te salve de la vida misma. ¡Brindo por eso!


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Tres miradas en torno a Pájaros en la boca de Samanta Schweblin. Parte II

Reseña Cerezas al óleo