Cómo echar a perder…


Cómo echar a perder…


Deseo de noche, Alonso Cueto.

Editorial Apoyo, Lima, 1993.


Por: Sergio Daniel Barón


Una idea implícita en la narrativa es la del principio, pues, cuando inicias un cuento o una novela o un relato sin género conocido –asexuado, de-generado, que sé yo- la historia debe atraparte, poner tus manos en estado de imán y buscar que no sueltes la novela.
Eso sucede con esta novela del escritor peruano Alonso Cueto, un viejo lobo en las lides literarias con varios libros publicados y varios premios ganados que recuerdan a una L. Restrepo, a un Mario Mendoza o algo así.
En esta novela nos cuentan la historia de un profesor aburrido y fracasado, Julián, quién en una noche por una decisión algo sacada de los cabellos, decide ayudar a una mujer preciosa, Laura, a enterrar el cuerpo de su supuesto marido. Fiel reflejo de escenas de la novela negra norteamericana en las cuales el duro y rudo detective cae en un agujero negro siguiendo los talones de una mujer hermosa, de nuestro protagonista no se podía esperar menos al ser nada rudo y más bien blando: síntomas de fracaso, quizás. Tal vez habrá que ser algo fracasado para poder soldarse a la novela, puede ser.
Ahora bien, no quisiera decir aquí que este es el mejor inicio de una novela –pues se obvió el título que es de quinta, pero bueno-, los ejemplos de excelentes principios abundan y llenan páginas y páginas con las cuales se podría hacer una antología, pero por lo menos es atrayente y la forma en que lo plantea Cueto es interesante, así que sin más uno se hunde en las pocas casi cien páginas de la novela, pero de un momento a otro no hay nada, la narración decae y podríamos sentir que se han extraviado, gastado, perdido un par de horas valiosas de nuestra existencia.
La novela tras el remezón en el que nos sume al hacernos participes del enterramiento de un cadáver y de los delirios pos asesinato de una mujer algo alterada, se va convirtiendo en una historia de amor sin nada de particular para luego degenerar en una historia de celos que tiene parpadeos electrizantes, pero que apenas se sienten como poner la lengua en una batería y no como las descargas de altos voltios de El túnel de Sábato o Cerco de amor de Miguel Torres, por ejemplo.
Luego aparece la loca de la familia la hermana de Laura, y la familia de Julián, su madre y su hermana y cuñado y sobrino incluido, en un pague uno y lleve tres, que funcionan como pequeños piñones que permiten hacer andar la historia por ciertos vericuetos pero que no tienen fuerza, que apenas existen como diálogos y posibles personajes muertos antes de vida y que quizás deberían ser acusados ante una iglesia por un caso de aborto.
Quizás el decaimiento de la novela se deba a que no se trata con pericia a los personajes, quienes apenas tienen aliento, hablan o caminan pero que no alcanzan en la cortedad de las páginas a sustentarse, a volverse de carne y oler, no respirar. Aún los ambientes que parecen ser más ricos y de los cuales cabría esperar más, no poseen una relación directa con las escenas ni los caracteres, lo que los hace más una ambientación que espacios literarios propiamente dichos.
Sería mejor no hablar de las escenas inverosímiles, pero ya que estamos aquí, y tú, lector que ya vas en el octavo párrafo de esta “reseña” pues recíbelas como un argumento más que sustente la posición respecto al libro del que hacemos cuenta –o destaje, o desmembramiento- o sáltate este párrafo y los siguientes y lee otra reseña que hable sobre un buen libro. Pero bueno, volviendo a las escenas varías son de no creer: entre ellas se encuentran una en la que Laura hace una escena de celos en una especie de fonda o restaurante y envía manteles, platos y mesa a volar o cómo aparece extrañamente un revolver en manos de nuestro protagonista para que asesine a quien se lo entregó, o se lo envió, o que Julián pueda viajar a Europa vendiendo empanadas o que aparezca un sujeto extraño a asaltar a nuestros protagonistas en medio de la noche y no los robe y no pase nada porque pasó un auto de policía… y que además la mayoría de estas cosas no tengan una conexión verdadera, fuerte, con el resto de la novela. Quizás lo peor y lo que reitera mi posición inicial es que la mayoría de estos sucesos ocurran en la segunda mitad de la novela, pues no inicia mal y es hasta entretenida, pero se echa a perder pues no ahonda en lo que me parece hubiera sido más interesante, en el perfil del crimen, de la culpa, del amor, así hubiera parecido muy Shakesperiano, aunque claro, eso no es más que una visión literaria.
Aunque se siente que muchas veces los diálogos y las expresiones parecen trasmitir el ambiente y la particularidad peruana, estos no son los que hacen posible la novela y el thriller que se nos había propuesto al principio, logra su clímax al final en una escena digna de Delía FIallo o su libretista telenovelesco preferido, -escojan, podría ser Cueto-, en la que nuestro personaje alcanza su “venganza” lanzando un vaso de agua y recibiendo una golpiza monumental para él pero que a nosotros apenas nos hace cosquillas, ni risa da.
Una novela que no contó con mucho éxito en su propuesta literaria y que no permite tampoco hablar mucho. Sugiero ahorrarse su lectura y buscar otras obras del autor que son mucho mejores y que permiten ahondar en terrenos más febriles y emocionantes.


Pdta: no se citó la obra para no hacer este texto más aburrido de lo que ya es.

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