Wasabi


Pauls, Alan. Wasabi. Buenos Aires: Alfaguara, 1994. 141 págs

Por José Ricardo Carvajal



El tiempo es un problema para nosotros, un tembloroso y exigente problema,
acaso el más vital de la metafísica

 J. L. Borges

Sin duda alguna, el tiempo trágico e ineludible vibra en las palabras que estructuran este relato. El protagonista, un escritor que ha sido invitado a pasar dos meses en una residencia de escritores en un puerto francés, transita por algún tipo de banda de Moebius al estar en el borde de lo que es y no es, tanto con su cuerpo como con su voz y su aliento, su conciencia está finalmente duplicada, alterada. Él sufre de cortos periodos de narcolepsia, lo que lo lleva a internarse en los infiernos de la indigencia, el delirio, la obsesión y la locura.

Aunque no conocemos el nombre del escritor, en las voces de su esposa Tellas, de una doctora, un editor, un pintor y del mismo quiste que brota de su espalda (en la base del cuello), se nos permite comprender cierta identidad de este hombre atormentado, dividido, fragmentado, de este hombre que podríamos ser nosotros. ¿Hasta qué punto Pauls hizo de este libro un ejercicio musical? Me refiero, por supuesto, a la estructura de consecuencia, ya que la narración nos va llevando de la mano en un ritmo constante y rápido hasta el final, haciendo uso de imágenes y metáforas interesantes.

Me quedan algunas dudas después de leer esta novela: ¿esta es una novela autobiográfica? ¿Cuáles son las intenciones de Pauls al mostrar una condición de mortalidad y dualidad? ¿Qué efecto espera provocar con la actitud “mágica” o debería decir bizarra, en la narración y ante la vida, ante el juego del espejo? Sin duda estos y otros temas pueden tomarse como el motor de esta novela. Pero, ¿somos artificios o construcciones de otros, que nos miran desde una ventana en el sótano? En este final algo extraño, en donde las realidades se fusionan y no distinguimos entre las alucinaciones esquizofrénicas y la realidad, ¿podemos creer que existe, aún hoy en día, alguien que maneje los hilos del tiempo? ¿Existe una estructura lineal para estos fenómenos temporales? ¿O permanecemos en un constante entrecruzamiento de innumerables formas de interpretación de la temporalidad?

Volviendo con un sabor atemporal sobre el libro, la pomada conquistaba el cuerpo y lo sobrepasaba dejando a la mente en un estado de pura sensación, casi un nirvana. Wasabi, el nombre de la novela, no sólo es la crema homeopática que la doctora le receta al escritor para aplicarse en el quiste–espolón–miembro y un ungüento que resulta tener propiedades lisérgicas como el condimento oriental, con su sabor efímero e intenso, sino también es una forma de exaltar y, por qué no, de suprimir al individuo, convirtiendo al ser en un instante, intenso y efímero: el trasfondo más palpable de una realidad personal pero a la vez universal. Como lo que sucede al nombrar a un bebé.

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