PARADISO


Paradiso

José Lezama Lima.

La Habana.

Cuba. 2006.


Por: Fernando González Verano


En el año de 1910 nace José Lezama Lima, escritor cubano, considerado por muchos como un escritor hermético, por su manera de escribir, de percibir el mundo, una percepción que lindaba entre lo real y lo onírico; su narrativa es un conjunto de situaciones y personajes que sirven como guía a algo casi espiritual, tenue, pero latente al mismo tiempo; inmaterial, pero existente, esa constante metaforización de ideas y sensaciones es el camino de la narrativa de este escritor cubano.

La representación primordial de todas estas sensaciones e ideas es su obra Paradiso, según el propio Lezama es como su iluminación, su ilustración, “Mi obra de poesía y ensayo, mi conversación de todos los días, se esclarece en parte en esa obra (…) usando de maneras expresivas que me son muy queridas, yo diría que la metáfora de mi poesía, de mis ensayos, de mi conversación, avanza hacia la imagen de Paradiso”.

Con la aparición de su novela Paradiso, José Lezama Lima, reafirma todas estas ideas y genera sobre él un conjunto inmenso de críticas e impresiones confusas acerca de su obra, al punto que se le considero como un texto casi incomprensible, una obra monumento a la dificultad de la lectura, ¿a que se debía que se generaran dichas impresiones?, y si era tan hermético; ¿Cómo leerlo?, ¿cómo analizarlo?

Son muchas y diversas las dudas generadas por este texto después,- y durante- su lectura, que puede llegarse a pensar y estar de acuerdo con todas esas calificaciones tan desfavorables que ha recibido la novela; una de las razones por las cuales es un texto tan complicado radica en el manejo del lenguaje del que hace gala Lezama, un lenguaje muy rico en su léxico, en sus distintas construcciones gramaticales, la utilización amplia de metáforas, la narración por medio de imágenes casi delirantes, que llevan al lector casi sin darse cuenta de algo real a algo extraño, a un mundo no irreal pero al mismo tiempo, nada palpable; al igual que el entramado de ideas filosóficas, teleológicas, poéticas y estéticas, y si a esto le sumamos el increíble manejo cultural que tenía el autor lo cual se reflejaba en sus múltiples referencias dentro del texto; si podríamos considerar que es una lectura para un grupo limitado de intelectuales, pero si nos quedáramos en esta instancia estaríamos dándole la razón a aquellos que consideraron a Paradiso como algo que no merecía ni siquiera llamarse texto literario.

Si, es cierto que el empleo del lenguaje es muy elaborado pero en ningún momento se construyo con el fin de limitar a los lectores en la comprensión de la novela, ni mucho menos de dirigirse a unos lectores específicos (elite intelectual), simplemente es la manera en que se expresa su autor, para brindar al lector un reto, el reto de descifrar un enigma, un enigma que se esconde más allá de lo escrito, lo que representa esa escritura; “Yo nunca he pretendido darle dolores de cabeza al lector –declaraba Lezama-. Escribo así por que escribo así. Lo claro y lo oscuro poco importan en verdad. Lo que cuenta es el reverso enigmático.” Lo enigmático se representa por medio de lo poético, de la imagen de lo que se encuentra entre lo real y lo imaginario, es decir donde confluye todo, donde todo está al mismo tiempo que no se percibe nada.
Adicionalmente podemos encontrarnos con una narrativa que nos confunde en muchos momentos, por la manera en que se nos es narrada, con la aparición de un narrador que ve todo a todos incluso que puede llegar a dirigirse al mismo lector, que es todos.

Para poder realizar una lectura de Paradiso no es necesario manejar de manera amplia la cultura universal, aunque enriquecería la lectura; ni buscar comprender cada uno de los términos empleados, la lectura de la narrativa Lezamiana, se debe saltar todas estas premisas y estándares de lectura, para iniciar una lectura visceral, desde el gusto, los sentidos, teniendo en cuanta que estamos ante un todo, real e impalpable, XIV capítulos de totalidad, donde confluye no solo la universalidad del conocimiento sino de las imágenes y sensaciones, las sensaciones como imágenes.

Todo este camino es guiado por el mismo José Lezama Lima, presente en su alter ego José Cemí, está presente en ese narrador omnipresente que a su vez son los personajes, está presente en cada uno de esos personajes que aparecen de manera repentina, está presente en la madre de Cemí, Rialta.

Después de tantos años de haber sido publicada Paradiso, es el momento en el que aun genera gran conmoción a los lectores que se acercan a ella, pero es allí en la conmoción donde radica su encanto, ya que es la manera de introducirnos hacia el reto de su lectura, no solamente por su complejidad formal, sino por su riqueza de sentidos, imágenes, gustos y saberes; enmascarados en dicha complejidad dialectal-filosófica.

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