Ese silencio.
Burgos Cantor, Roberto. Ese silencio. Bogotá: Planeta, 2010. 161págs.
Por Edwin Cubides Serrano
Parece que la desgracia y el des-amor son dos modos de la existencia humana que, en la narrativa de Roberto Burgos Cantor, van siempre entrelazados en un roce imperfecto y revelador. La última novela del escritor cartagenero, Ese silencio, es una demostración de la gran destreza y habilidad que tiene Roberto Burgos para ahondar en el ser humano, en sus voces, percepciones, decepciones y carencias.
A través de muchas voces, de muchos narradores y de muchos silencios, el lenguaje de Roberto Burgos va llevando al lector por un camino de sensaciones e intentos de recuerdos, en donde el amor atraviesa constantemente la reflexión de los personajes, y no sólo la reflexión, sino también la encarnación de la efervescencia corporal del enamoramiento, de la iniciación sexual, de ese primer encuentro con el otro cuerpo, casi inocente.
La obra se divide en diez capítulos en los cuales, a través de fragmentos y de distintas voces, se construye la narración: la historia de Puerto Escondido, de María de los Ángeles, de su madre Encarnación, del Médico y de otros personajes, son relatadas en un lenguaje que entra en la realidad de cada uno de ellos, realidad de carencias en donde los recuerdos, los dolores y, sobre todo, los largos silencios son protagonistas.
La historia de María de los Ángeles es la de una mujer, niña y madre, que encuentra el amor en una noche en que las cantadoras mezclan la melodía del amor con la novedad del cuerpo del hombre, con el descuido de un roce suave y la voz del Médico en su oído virgen. Tal vez esa música es la única que llena el silencio del pasado, del presente y de los olvidos de su memoria. María de los Ángeles, protagonista del relato, recuerda: Esos recuerdos que se anudan unos con otros construyen una realidad benigna o menos soportable pero resistida por la vida que ahora contempla, resignada, y juega con las conjeturas de si pudo ser distinto, si se omitió una intuición, un acto, una palabra dicha a tiempo, o no dicha con inoportunidad (80), y entre esas evocaciones del pasado se entreteje la historia de una niña que conoce el amor con un hombre mucho mayor que ella, un Médico con un aura de misterio que la envuelve en ese juego del amor, aunque también la envuelva en esa ausencia-presente en la que se convierte ese cuerpo desconocido, esa figura del hombre que busca, que persigue lo intangible e inefable.
El Médico, también protagonista del relato, es un Sísifo moderno en una constante búsqueda, un donjuán que busca en cada cuerpo el absoluto, algo interminable que se le escapa de las manos, y se va a posar entre los muslos de sus amantes, en ese olor particular, en ese sabor de la madre y la mujer, en ese sabor de la existencia. Pensaba que él buscaba algo con lealtad en ese peregrinaje por los sentimientos de mujeres que compartían con él una casa, un saludo, los entusiasmos del enamoramiento al comienzo encanto… (94) Él y María de los Ángeles son los que construyen un relato cifrado en una indagación a la memoria.
La historia de estos dos personajes se mezcla con las voces de los demás sujetos que están presentes en el relato y que, a través de su propio discurso, crean una forma de ver su realidad y enfrentarse a ella. Los personajes de Ese silencio son hombre y mujeres que buscan, tanto en el pasado como en el presente. Esa búsqueda es también la espera intermitente de una respuesta que no llega con el lenguaje, porque las palabras son como las monedas: mientras más se usan menos valen y nadie sabe qué nombran, qué quieren decir (94); y tal vez por esto, es que la espera y la indagación permanente son características irreconciliables de la realidad que viven los personajes y que es necesario recordar para que no se escape. Recordar es construir, (re)vivir el presente y así poder enfrentarse con el largo silencio de todas las palabras.
Burgos Cantor crea una interesante historia mezcla de voces y recuerdos a la que vale la pena acercarse por su habilidad narrativa y su facilidad de entrar en el alma humana y, desde allí, contarnos sus aciertos, carencias, decepciones y silencios.
Parece que la desgracia y el des-amor son dos modos de la existencia humana que, en la narrativa de Roberto Burgos Cantor, van siempre entrelazados en un roce imperfecto y revelador. La última novela del escritor cartagenero, Ese silencio, es una demostración de la gran destreza y habilidad que tiene Roberto Burgos para ahondar en el ser humano, en sus voces, percepciones, decepciones y carencias.
A través de muchas voces, de muchos narradores y de muchos silencios, el lenguaje de Roberto Burgos va llevando al lector por un camino de sensaciones e intentos de recuerdos, en donde el amor atraviesa constantemente la reflexión de los personajes, y no sólo la reflexión, sino también la encarnación de la efervescencia corporal del enamoramiento, de la iniciación sexual, de ese primer encuentro con el otro cuerpo, casi inocente.
La obra se divide en diez capítulos en los cuales, a través de fragmentos y de distintas voces, se construye la narración: la historia de Puerto Escondido, de María de los Ángeles, de su madre Encarnación, del Médico y de otros personajes, son relatadas en un lenguaje que entra en la realidad de cada uno de ellos, realidad de carencias en donde los recuerdos, los dolores y, sobre todo, los largos silencios son protagonistas.
La historia de María de los Ángeles es la de una mujer, niña y madre, que encuentra el amor en una noche en que las cantadoras mezclan la melodía del amor con la novedad del cuerpo del hombre, con el descuido de un roce suave y la voz del Médico en su oído virgen. Tal vez esa música es la única que llena el silencio del pasado, del presente y de los olvidos de su memoria. María de los Ángeles, protagonista del relato, recuerda: Esos recuerdos que se anudan unos con otros construyen una realidad benigna o menos soportable pero resistida por la vida que ahora contempla, resignada, y juega con las conjeturas de si pudo ser distinto, si se omitió una intuición, un acto, una palabra dicha a tiempo, o no dicha con inoportunidad (80), y entre esas evocaciones del pasado se entreteje la historia de una niña que conoce el amor con un hombre mucho mayor que ella, un Médico con un aura de misterio que la envuelve en ese juego del amor, aunque también la envuelva en esa ausencia-presente en la que se convierte ese cuerpo desconocido, esa figura del hombre que busca, que persigue lo intangible e inefable.
El Médico, también protagonista del relato, es un Sísifo moderno en una constante búsqueda, un donjuán que busca en cada cuerpo el absoluto, algo interminable que se le escapa de las manos, y se va a posar entre los muslos de sus amantes, en ese olor particular, en ese sabor de la madre y la mujer, en ese sabor de la existencia. Pensaba que él buscaba algo con lealtad en ese peregrinaje por los sentimientos de mujeres que compartían con él una casa, un saludo, los entusiasmos del enamoramiento al comienzo encanto… (94) Él y María de los Ángeles son los que construyen un relato cifrado en una indagación a la memoria.
La historia de estos dos personajes se mezcla con las voces de los demás sujetos que están presentes en el relato y que, a través de su propio discurso, crean una forma de ver su realidad y enfrentarse a ella. Los personajes de Ese silencio son hombre y mujeres que buscan, tanto en el pasado como en el presente. Esa búsqueda es también la espera intermitente de una respuesta que no llega con el lenguaje, porque las palabras son como las monedas: mientras más se usan menos valen y nadie sabe qué nombran, qué quieren decir (94); y tal vez por esto, es que la espera y la indagación permanente son características irreconciliables de la realidad que viven los personajes y que es necesario recordar para que no se escape. Recordar es construir, (re)vivir el presente y así poder enfrentarse con el largo silencio de todas las palabras.
Burgos Cantor crea una interesante historia mezcla de voces y recuerdos a la que vale la pena acercarse por su habilidad narrativa y su facilidad de entrar en el alma humana y, desde allí, contarnos sus aciertos, carencias, decepciones y silencios.
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