Pequeños crímenes de amor



Carvajal. Alfonso.Pequeños crímenes de amor. Bogotá: Ediciones B, 2010. 127 págs.

Por Samary Tatiana Parra


Dicen que por amor el hombre ha construido casas en el aire, que por amor el hombre ha cruzado los sietes mares, por amor, alguien decidió morir en una cruz hace más de dos mil años; pero también, en nombre del amor, se han desatado grandes guerras. Sin embargo, Alfonso Carvajal, en su libro Pequeños crímenes de amor nos muestra el amor como un sentimiento pasional, loco, doloroso, egoísta, erótico y destructivo. Sentimiento que lleva a los personajes a cometer, no pequeños, sino grandes crímenes, entendiendo crimen como una acción indebida o reprensible que, en la mayoría de las veces, incluye matar o herir el otro física o interiormente. Es entonces, a partir de estas ideas, que Carvajal desarrolla los dieciséis relatos que conforman este libro.

Cabe anotar que, al leer este texto, el lector puede descubrir cierta similitud con El libro de los amores ridículos de Milan Kundera, puesto que en ambos las historias tienen como tema central “el amor”. Y si en Kundera las relaciones amorosas producen risa, por lo raro y extravagante de éstas, en Carvajal las relaciones y encuentros amorosos producen pavor, miedo, asco, frustración y desilusión; son perversas, tormentosas y destructivas. No obstante, se puede decir que, en Kundera, algunas escenas también son perversas, así como en Carvajal algunos relatos producen risa. O sea que, de alguna manera, estas obras aunque de diferentes escritores, épocas, países y culturas comparten elementos de una misma temática. Es decir, que estos autores, de manera majestuosa, exploran cada uno de los mitos y elementos que giran en torno al amor y los exponen con cierta liberalidad.

Ahora, centrando nuestra atención en Pequeños crímenes de amor, podemos recopilar estos relatos en dos grandes temas: por un lado, tenemos los que reflejan como contenido más visible la imposibilidad del amor, puesto que, si uno de los involucrados en la relación se enamora, el otro no, ya sea porque no quiere, porque no debe, porque no puede o porque simplemente quiere solo jugar. Y esto, a su vez, se debe al compromiso adquirido con alguien más, a que tiene otras inclinaciones, al miedo o al hecho de estar enamorado de un tercero. Por otro lado, tenemos los relatos en los que se presenta con más fuerza el erotismo. Es decir, aquellos en el que ambas personas buscan solamente el placer sexual o la diversión. Así, todos los amores de este libro terminan siendo amores que no pueden realizarse y que en su mayoría terminan con un final trágico y fatal.

Cabe anotar, además, que de estos dos grandes temas se pueden sacar varios subtemas que de alguna manera unen todos los relatos. En principio hablaremos de la cuestión del deseo, ya que cada historia se encuentra inundada por el deseo excesivo de amar o de estar sexualmente con alguien. Carvajal nos atosiga con escenas en las que el desorden sexual se hace notorio, en las que los placeres carnales brillan, donde lo prohibido es lo más anhelado. Aquí no solo son las relaciones las que destruyen: la droga, el alcohol, la venganza y la frustración rompen con el mundo mágico e ilusorio con el que se ha relacionado el amor.

Este libro se caracteriza por la pasión desbordante que siente el autor al narrarnos escenas explicitas de sexo entre los personajes, que casi siempre están bajo el efecto del alcohol y la droga. Podemos considerar, entonces, que estos alucinógenos funcionan como una forma de escapatoria de la realidad: sí, escapar de la realidad de acostarse con alguien mayor, con alguien del mismo sexo, con alguien que no se ama o, en su esencia, con alguien que sólo busca utilizar al otro para satisfacer sus deseos o apagar sus frustraciones amorosas. Por eso es posible encontrar en este libro escenas grotescas, perversas e inmorales, que a simple vista nada tienen que ver con el amor: son escenas lujuriosas que solo reflejan el placer carnal.

A pesar de todo esto hay relatos que rescatan situaciones muy humanas. Relatos, en los que el lector puede suspirar de ternura o llorar de compasión. Es el caso de relatos como “Amores eléctricos” (21), “Nunca termina la caída de las hojas” (80), “El ciego” (121), o "El ángel inmolado" (61). Relatos en los que hace presencia el verdadero amor: Es decir, el amor puro y sincero; el amor que va más allá de los deseos carnales. Cabe anotar que el libro permite al lector moverse en dos extremos de emociones: Por un lado, las escenas que enternecen y por el otro lado las escenas que repugnan. Sin embargo, es esta ambigüedad la que hace de Pequeños Crímenes de amor un libro excepcional.

Pero… ¿Por qué es excepcional? Esto podemos considerarlo más que por el contenido, por la forma, ya que Carvajal combina de manera sorprendente diferentes narradores. En un relato nos habla en primera persona mostrando la intimidad pura del personaje; en otros nos habla en tercera persona, en los que se muestra como un gran testigo de los hechos. Sin embargo, lo más sorprendente es que Carvajal nos narra relatos desde el punto de vista masculino y luego desde el punto de vista femenino, con cada una de las cualidades que hacen diferentes estos tipos de escritura. Lo mejor de todo esto es que Carvajal le atribuye a los relatos narrados desde el punto de vista de la mujer una gran fuerza, mostrando que la sexualidad y el erotismo de la mujer son muy complejos, y que, a diferencia de lo que nos ha mostrado la literatura a lo largo de la historia, la mujer es la que ahora tiene el dominio sobre el hombre, puede hacer con él lo que quiera y lo que desea, puede manipularlo y enloquecerlo a su antojo. La mujer aquí puede ser lo que ella quiere ser. Tal vez este es un tema tratado por autoras, pero aquí lo que sorprende es que sea un hombre quien se ponga en los zapatos de la mujer y la libere de esa pequeña caja de sumisión, de dependencia y de falta de decisión.

Anteriormente mencionamos que todos estos relatos terminan con un final fatal, triste, frustrante y doloroso. Sin embargo, ese final trágico, ese crimen, esa herida que se produce sobre sí mismo o sobre el otro funciona siempre como una liberación de los pesares. Ya sea la muerte literal, la muerte de un amor, el deshacerse de la persona que se ama o desea y la ceguera (la falta de luz), le permiten al personaje descansar de lo que lo incomoda, de lo que lo hace sufrir, de lo que lo mantiene en un dilema, de la pasión que lo invita al crimen. “…En uno iba Vicent y en el otro Abelardo partiendo para siempre; estaba libre, suspiré hondo, sentí la proximidad de algo… Maté dos pájaros en la húmeda polvareda de mi cuerpo y había sobrevivido” (79); “En la mesa de noche vio aterrada los ojos del ciego flotando en el gua avinada de un vaso de cristal. Don Álvaro estaba tranquilo, de mejor semblante. Ahora no quiere ver a nadie” (127).

Al final del texto, nos preguntamos, ¿qué desilusión amorosa tuvo el autor para descargar en sus relatos tanto odio, tanta frustración y tanta carnalidad, contaminado así al lector con una visión tan negativa del amor y del placer? ¿Será que quiere enseñarnos algo o simplemente invitarnos a algo? ¿Quiere que reflexionemos sobre algunos de nuestros actos? Sea cual sea el motor de este libro, las imágenes que allí se muestran, las frases que allí se nos presentan quedarán grabadas para siempre en la mente del lector ya sea para torturarlo, para motivarlo o para enternecerlo, dándole así una nueva visión y concepción del mundo y, por lo tanto, una nueva forma de vivir en él.

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