Entrevista a Constanza Martínez
Entrevista a la escritora colombiana Constanza Martínez Camacho, profesional en estudios literarios de la Universidad Nacional de Colombia y autora de la obra James no está en casa, ganadora del III Premio de Literatura infantil El Barco de Vapor – Biblioteca Luis Ángel Arango 2010.
Esta, su primera novela, está dirigida a un público no muy común en los últimos tiempos: los niños y los jóvenes. Con la narración que cuenta la historia de un mayordomo mágico que llega a la vida de un niño en una vieja lavadora, busca contribuir a darle a la literatura infantil y juvenil un lugar importante dentro de las manifestaciones literarias.
Pero como seguramente esta no será su única novela, la presente entrevista permite una reflexión sobre distintos puntos de interés: el complejo trabajo del escritor, las características de un texto literario y las tendencias actuales en la literatura dirigida a niños y jóvenes.
C.M: Sé que muchos odian a Harry Potter porque las alusiones a la Literatura Medieval son inexactas, o porque no cita bien a Tolkien, etc. Sin embargo, Harry Potter hizo que miles de niños y niñas en el mundo se sentaran a leer macro relatos, novelas de más de doscientas páginas, en un mundo en el que los niños se quejan por leer el prólogo de veinte páginas de una novela de cien. Hizo que muchos niños quisieran ser magos, y soñaran con pócimas mágicas, y sobre todo, mostró el mundo de los colegios de una manera nunca antes vista: más que ser una novela sobre un joven mago, es una novela en la que se retrata la vida de las escuelas, los sentimientos de maestros y estudiantes, las pugnas, las pasiones encontradas dentro de ese lugar maravilloso que es Howargts. Dio a conocer el corazón de los niños y niñas que asisten a las escuelas del mundo. Eso le dio su lugar en la historia.
J.K. Rowling hizo que millones de niños y niñas del mundo vieran con otros ojos el acto cotidiano de ir a la escuela. Si yo voy a aprender cómo se vence a Voldemort, seguro que, ir a la escuela, nunca más va a ser un acto banal.
I.A: Y, para terminar, ¿cuáles son sus proyectos en este momento?
C.M: Proyectos: escribí una novela para pequeños, para niños de 4 a 8 años, dedicada a mi abuela y a mis sobrinos, personajes mágicos también. Espero llevarla pronto a publicación, y está en ciernes otra, una historia de amor. Si les cuento de que se trata, daño la historia, así que solo les puedo decir que está basada en la vida de mis estudiantes.
A largo plazo, una colección de cuentos, del cual existen dos. Cuando llegue a los 20 cuentos, les contaré.
Esta, su primera novela, está dirigida a un público no muy común en los últimos tiempos: los niños y los jóvenes. Con la narración que cuenta la historia de un mayordomo mágico que llega a la vida de un niño en una vieja lavadora, busca contribuir a darle a la literatura infantil y juvenil un lugar importante dentro de las manifestaciones literarias.
Pero como seguramente esta no será su única novela, la presente entrevista permite una reflexión sobre distintos puntos de interés: el complejo trabajo del escritor, las características de un texto literario y las tendencias actuales en la literatura dirigida a niños y jóvenes.
Ivonne Alonso: ¿Qué condiciones la llevaron, de manera contundente, a elegir como grupo objetivo a un público no generalizado ni común como lo es el infantil y el juvenil?
Constanza Martínez: Hay tres hechos que me hicieron preferir la literatura infantil como objetivo de escritura: el primer evento, y el más importante, es la existencia de mi hijo como personaje principal de mi vida. El compartir los días con un niño al que le encantan los libros, y cuyas conversaciones giran siempre en torno a personajes de fantasía, motiva a una madre, que también ama los libros, a escribirle una novela. James no está en casa es el legado que quise dejarle a él: la Literatura, un acto que no pierde valor como el dinero, ni vigencia como las modas, algo “eterno” que queda grabado en el corazón y en ele carácter de las personas.
El segundo hecho, relacionado con el origen de la novela, es el de haber trabajado en las aulas con niños y niñas de 3°, 4° y 5° de Primaria por más de diez años consecutivos. A medida que iba dictando mis clases, pensaba en la cantidad de literatura que hay para estas franjas de edad, y la poca que está escrita desde una conciencia literaria seria. A través de los años, leí con mis estudiantes novelas que tienen un tono pedagógico excesivo, en las que el narrador parece un profesor o padre de familia más. Solo encontré unos cuantos autores que le ofrecían algo más que consejos y doctrinas a los niños y con esos escritores construí, durante mucho tiempo, un corpus de lectura más cercano a la vida de mis alumnos, además de realizar actividades que involucraran el trabajo corporal y manual, de manera “mágica”. Considero que si no encantamos a los niños y niñas con la literatura, si su acercamiento es rutinario y aburrido, perderemos día a día lectores y escritores potenciales.
El tercer hecho corresponde a mi gran admiración por tres autores de la Literatura Infantil, quienes con sus obras quisieron darle a los niños y niñas del mundo (entre ellos, yo), de construir un nuevo mundo, de soñar una realidad distinta. Estos tres autores fueron Michael Ende, Roald Dahl y Antoine de Saint Exupéry. Estos tres autores padecieron guerras terribles, soportaron los dolores de la destrucción que deja la guerra, y contribuyeron a la reconstrucción de la fe en sus países de origen. Fueron criticados en su tiempo por “fantasiosos”, por “evadir su realidad con fantasías”, pero lo que realmente pasó es que se dieron cuenta que los niños y niñas sobrevivientes necesitaban esperanza. Eso fue lo que sembraron y por ello sus nombres persisten en nuestra memoria. Si existe hoy una novela como James es gracias a ellos.
I.A: Si tuviera que escoger un solo personaje de la literatura –bien sea fantástica, o no- de las historias que le leían y leía cuando niña y adolescente, ¿cuál sería? ¿De qué manera ese personaje la une como escritora a la concepción y caracterización de James?
C.M: Bueno, el personaje de mi vida, indiscutiblemente, no es un personaje, es un creador de personajes maravillosos como Philleas Fogg, el maestro Julio Verne. Cuando era niña, mi primo mayor me contaba el contenido de las novelas que iba leyendo. Conocí al Capitán Nemo, a Picaporte, y a Philleas Fogg cuando tenía cinco años, gracias a estas narraciones, y quedé enamorada de esos personajes sobrios, inteligentes, divertidos y sutiles que creaba Verne. Él mostraba un tipo de intelectual con corazón que creo, es James también. Un humanista que ha vivido, ha recorrido el mundo, ha viajado, y sin embargo, es capaz de ponerse a la altura de un niño como el protagonista de James y darle tanto su experiencia intelectual como su afecto. Ese equilibrio de los personajes de Verne, de Fogg enamorado de Auda, y a la vez atento a su viaje, hizo que naciera James.
I.A: ¿Cómo cree usted que asumiría un lector adulto académico y uno no-académico la lectura de James no está en casa?
C.M: Pues, el libro ha causado una impresión positiva, tanto en sus lectores infantiles como en adolescentes y adultos que lo han leído, tal vez porque el libro acude al espíritu de niños que todos llevamos dentro, cuenta las experiencias de vida de un hijo con su madre, cosa que hemos vivido la gran mayoría de los seres humanos. Cuenta experiencias universales, y al ocurrir ello, se conecta inmediatamente con la propia vivencia.
Con respecto al lector académico, pues, siempre ha sido desconfiado cuando se trata de literatura infantil, supongo que lo leerá inicialmente con pinzas para darse cuenta de las muchas influencias literarias que tiene: por una parte, es un homenaje a los cuentos de hadas, haciendo una alusión a Aladino y la Lámpara Maravillosa, y al Gato con Botas. En segunda instancia, hace un homenaje a Julio Verne. Las historias de Verne son contadas por James al niño, conectándolo con el pasado literario. En tercer lugar, la novela es un homenaje a Saint Exupéry, a lo que significó para mí cuando pequeña. Muestra autores anteriores de una manera fresca, cercana a los lectores de hoy. El libro es una invitación a retomar estas lecturas, una puerta al pasado desde la mirada de un niño de hoy.
El narrador fue sugerido por una gran amiga mía, editora, y colega, Sandra Duque, pero realmente, no pensé tanto en la técnica. Me hubiera pasado como cuando canto: si pienso solo en la técnica, musicalmente sale bien, pero el personaje queda relegado a la precisión de las notas. Si solo pienso en el personaje, las notas no salen tan bien. Hay que estudiar mucho previamente para que, en el momento de escribir, solo fluya lo que debe fluir, la historia. El análisis a posteriori se los dejo a los expertos.
I.A: ¿Considera, entonces, que el concepto contemporáneo de lo fantástico y así mismo la actual forma de lo realista, condicionan y/o restringen la búsqueda y el interés por lecturas de literatura infantil y juvenil?
C.M: Ya lo había dicho antes el Principito, los adultos no ven lo realmente importante. Pensamos que los niños tienen que ver las miserias del mundo para crecer teniendo conciencia social. Lo que no pensamos es que ellos saben que el mundo está mal: ven noticieros con nosotros, pésimas novelas televisadas, programas y películas donde el despliegue bélico es enorme. Están saturados de hiperrealidades y a parte de todo, les damos literatura realista para que crezcan pensando, no solo que el mundo está mal, sino que ellos deben sentirse culpables de soñar porque nacieron tan mal como el mundo y no merecen sino un planeta en ruinas. Les cercenamos la capacidad de soñar nuevas realidades, o si no, pregúntenle a los adolescentes qué sueñan y la respuesta los va a dejar con un sinsabor. La fantasía no hace mentes evasivas ni fantasiosas, forma corazones humanos, capaces de comprender la realidad de existir desde muchas más perspectivas que lo real, abre la mente a diversas posibilidades de solución, estimula la creatividad. La decisión por evadirse la toman los seres que no aprendieron a soñar para buscarle soluciones fáciles a la vida, y miren cuántos jóvenes de hoy se hunden en las drogas. ¿Qué prefieren? ¿Un niño o niña que lee y que construye herramientas emocionales para enfrentar la vida o uno que evade la realidad con drogas que lo hacen “sentirse bien”?
I.A: Además de su actividad como escritora de literatura infantil, usted tiene una larga trayectoria como docente coordinadora de experiencias de lectura y escritura para niños y adolescentes, desde esa perspectiva, ¿cree que la literatura infantil y juvenil sea un espacio desvalorizado, reconocido sólo en reducidos campos de desarrollo?
C.M: El problema de la literatura infantil, así como el de la infancia en general, somos los adultos. Queremos una literatura infantil que no haga daño a los niños, que no les enseñe comportamientos ni acciones moralmente incorrectas, y en ese afán, se sacrifica el lenguaje literario. Pensamos en “no, metáforas, no porque no las entienden”, o “tal vez si les cuento esto estoy siendo cursi, o banal, o…”, los adultos escribimos desde el imaginario que tenemos sobre los niños, pero no nos detenemos a charlar con los que van a ser nuestros lectores. Esto hace que las obras parezcan falsas para ellos. El tono moralizante, heredado del siglo XIX, sigue sintiéndose en las obras infantiles, y ese tono es el que precisamente, los niños detectan, y por lo tanto, desechan de su memoria, o lo que es peor, estamos enseñando a los niños que las moralejas son indispensables para la literatura, y cuando leen a Kafka, responden en los exámenes que es un escritor muy malo porque no deja moralejas.
Ahora, hay un vicio peor y es el de los estudiosos de la literatura que piensan en el escritor de literatura infantil como ese que, como no pudo con la escritura para adultos, se dedicó a los niños. Hay un señalamiento al escritor de literatura infantil, se cree que los niños no exigen calidad y que se conforman con lo que les dan, pero eso es subestimar el ingenio de los niños. Los niños saben cuando una historia es buena, se meten en ella, la sueñan, la viven. También saben cuando es una tarea, y la sufren y la odian. Si los estudiosos de la literatura creen que ser escritor de novelas infantiles y juveniles es un arte menor, los invitaría a recordar los libros que los hicieron convertirse en Estudiosos de la Literatura, en el colegio, cuando no tenían un gran escritorio, sino un pupitre, piensen en qué los enamoró de los libros, y seguro hay al menos un cuento que recuerdan con una sonrisa en los labios. Después de todo Cortázar también fue niño, y leyó muchas cosas buenas y malas en su vida, pero el hecho de haberlas leído, de que alguien lo moviera hacia los libros, ya fuera por repulsión o por amor, lo hizo Cortázar, no?
I.A: Desde su experiencia como docente y escritora, ¿cree que toda disciplina relacionada con arte, con un proceso creativo debe ser integral y transgredir incluso las limitaciones que llegan a imponerse en las escuelas y academias tradicionales?
C.M: Por supuesto. La escuela es un gran esfuerzo por darle a los niños y jóvenes la información básica para que cada uno, después, tome su rumbo profesional y vital. No podemos esperar que la escuela resuelva todas nuestras dudas, ni tampoco que nos dé las fórmulas mágicas para ser felices. Si nos quedamos con lo que nos dan, pues, vamos a ser buenos estudiantes, pero nunca artistas. El trabajo creativo siempre está en buscar llegar más allá, en hacer la filigrana perfecta, por ello es importante no conformarse, ni quedarse imitando modelos de por vida. Si por algo es vista una ópera en el mundo, a pesar de que cada año se repitan los mismos títulos, es por aquella transformación que el artista le da a los personajes. Qué tal cantara igual a… Hay miles de tenores en el mundo, pero recordamos a tres, quizás a cinco, ¿qué pasó con los demás? ¿No eran buenos en su trabajo? Tal vez se quedaron imitando a otros, o no tuvieron la suerte de ser carismáticos, o quizás pensaron para sus adentros en la comodidad de hacer las cosas simplemente bien. Siempre hay que hacerlas más que bien o si no, trabajar disciplinadamente, o mejor no ser artista. La creación es un trabajo en el que, en principio, nadie cree. De nosotros depende hacerlo valioso.
I.A: En su libro es posible leer millones de imágenes, a pesar de no ser un libro ilustrado, y permiten evocar voces con particulares tonos, sonoridades, y músicas que andan por ahí, asociar con otros libros, otras literaturas. ¿Con qué estímulos se nutre usted para crear esos universos como el de James?
C.M: Estímulos importantes: el amor, las ocurrencias de mis estudiantes, las de mi hijo, los cuentos de mi papá, muchas conversaciones con amigos, la música, el patio de recreos de mi colegio, mis recuerdos… un día sin afanes; el cine es mi mayor amor; Después de los libros, claro está. Además, ¿quién dijo que la literatura son solo palabras? Si la literatura no puede evocarnos el aroma de un ser al que amamos, o el sonido de la lluvia de un día importante de nuestra vida, ¿para qué leemos? Si no nos transforma, si no nos toca la mente y el corazón, son solo palabras, y eso no es literatura. Mejor ir al cine, ver, escuchar la poética de Hollywood. Es menos trabajo para el cerebro, muchos expertos ya lo han dicho.
I.A: James no está en casa está llena de referencias a la vida cotidiana, “a los problemas existenciales del hombre” –como diría un profesor del departamento de Literatura de la Universidad Nacional con quien usted vio algunas clases y que aún permanece allí como docente–, a las circunstancias del adolescente promedio, sin recurrir al golpe de efecto o a mensajes bien pensantes. ¿Cómo trabaja para volver literatura la realidad que nos rodea, los temas que la preocupan y más aún, exponerla en un tono justo para este tipo de literatura?
C.M: Pues, sigo la técnica que utilizaba mi padre cuando me contaba historias. Él hacía algo maravilloso y era explicar mis preguntas de niña con respuestas fantásticas. Creo que eso es lo que hago, doy soluciones fantásticas, maravillosas, a problemas cotidianos. ¿Qué problemas tiene un niño de hoy: tareas, compañeros irritantes, soledad, ausencia de sus padres? Respuesta a todos esos problemas: James, y más allá de James, ellos mismos. James, el personaje, es la excusa para que el niño protagonista encuentre su verdadero valor y se dé cuenta que lo maravilloso puede estar escondido en su propia casa, en la intimidad de su hogar.
Constanza Martínez: Hay tres hechos que me hicieron preferir la literatura infantil como objetivo de escritura: el primer evento, y el más importante, es la existencia de mi hijo como personaje principal de mi vida. El compartir los días con un niño al que le encantan los libros, y cuyas conversaciones giran siempre en torno a personajes de fantasía, motiva a una madre, que también ama los libros, a escribirle una novela. James no está en casa es el legado que quise dejarle a él: la Literatura, un acto que no pierde valor como el dinero, ni vigencia como las modas, algo “eterno” que queda grabado en el corazón y en ele carácter de las personas.
El segundo hecho, relacionado con el origen de la novela, es el de haber trabajado en las aulas con niños y niñas de 3°, 4° y 5° de Primaria por más de diez años consecutivos. A medida que iba dictando mis clases, pensaba en la cantidad de literatura que hay para estas franjas de edad, y la poca que está escrita desde una conciencia literaria seria. A través de los años, leí con mis estudiantes novelas que tienen un tono pedagógico excesivo, en las que el narrador parece un profesor o padre de familia más. Solo encontré unos cuantos autores que le ofrecían algo más que consejos y doctrinas a los niños y con esos escritores construí, durante mucho tiempo, un corpus de lectura más cercano a la vida de mis alumnos, además de realizar actividades que involucraran el trabajo corporal y manual, de manera “mágica”. Considero que si no encantamos a los niños y niñas con la literatura, si su acercamiento es rutinario y aburrido, perderemos día a día lectores y escritores potenciales.
El tercer hecho corresponde a mi gran admiración por tres autores de la Literatura Infantil, quienes con sus obras quisieron darle a los niños y niñas del mundo (entre ellos, yo), de construir un nuevo mundo, de soñar una realidad distinta. Estos tres autores fueron Michael Ende, Roald Dahl y Antoine de Saint Exupéry. Estos tres autores padecieron guerras terribles, soportaron los dolores de la destrucción que deja la guerra, y contribuyeron a la reconstrucción de la fe en sus países de origen. Fueron criticados en su tiempo por “fantasiosos”, por “evadir su realidad con fantasías”, pero lo que realmente pasó es que se dieron cuenta que los niños y niñas sobrevivientes necesitaban esperanza. Eso fue lo que sembraron y por ello sus nombres persisten en nuestra memoria. Si existe hoy una novela como James es gracias a ellos.
I.A: Si tuviera que escoger un solo personaje de la literatura –bien sea fantástica, o no- de las historias que le leían y leía cuando niña y adolescente, ¿cuál sería? ¿De qué manera ese personaje la une como escritora a la concepción y caracterización de James?
C.M: Bueno, el personaje de mi vida, indiscutiblemente, no es un personaje, es un creador de personajes maravillosos como Philleas Fogg, el maestro Julio Verne. Cuando era niña, mi primo mayor me contaba el contenido de las novelas que iba leyendo. Conocí al Capitán Nemo, a Picaporte, y a Philleas Fogg cuando tenía cinco años, gracias a estas narraciones, y quedé enamorada de esos personajes sobrios, inteligentes, divertidos y sutiles que creaba Verne. Él mostraba un tipo de intelectual con corazón que creo, es James también. Un humanista que ha vivido, ha recorrido el mundo, ha viajado, y sin embargo, es capaz de ponerse a la altura de un niño como el protagonista de James y darle tanto su experiencia intelectual como su afecto. Ese equilibrio de los personajes de Verne, de Fogg enamorado de Auda, y a la vez atento a su viaje, hizo que naciera James.
I.A: ¿Cómo cree usted que asumiría un lector adulto académico y uno no-académico la lectura de James no está en casa?
C.M: Pues, el libro ha causado una impresión positiva, tanto en sus lectores infantiles como en adolescentes y adultos que lo han leído, tal vez porque el libro acude al espíritu de niños que todos llevamos dentro, cuenta las experiencias de vida de un hijo con su madre, cosa que hemos vivido la gran mayoría de los seres humanos. Cuenta experiencias universales, y al ocurrir ello, se conecta inmediatamente con la propia vivencia.
Con respecto al lector académico, pues, siempre ha sido desconfiado cuando se trata de literatura infantil, supongo que lo leerá inicialmente con pinzas para darse cuenta de las muchas influencias literarias que tiene: por una parte, es un homenaje a los cuentos de hadas, haciendo una alusión a Aladino y la Lámpara Maravillosa, y al Gato con Botas. En segunda instancia, hace un homenaje a Julio Verne. Las historias de Verne son contadas por James al niño, conectándolo con el pasado literario. En tercer lugar, la novela es un homenaje a Saint Exupéry, a lo que significó para mí cuando pequeña. Muestra autores anteriores de una manera fresca, cercana a los lectores de hoy. El libro es una invitación a retomar estas lecturas, una puerta al pasado desde la mirada de un niño de hoy.
El narrador fue sugerido por una gran amiga mía, editora, y colega, Sandra Duque, pero realmente, no pensé tanto en la técnica. Me hubiera pasado como cuando canto: si pienso solo en la técnica, musicalmente sale bien, pero el personaje queda relegado a la precisión de las notas. Si solo pienso en el personaje, las notas no salen tan bien. Hay que estudiar mucho previamente para que, en el momento de escribir, solo fluya lo que debe fluir, la historia. El análisis a posteriori se los dejo a los expertos.
I.A: ¿Considera, entonces, que el concepto contemporáneo de lo fantástico y así mismo la actual forma de lo realista, condicionan y/o restringen la búsqueda y el interés por lecturas de literatura infantil y juvenil?
C.M: Ya lo había dicho antes el Principito, los adultos no ven lo realmente importante. Pensamos que los niños tienen que ver las miserias del mundo para crecer teniendo conciencia social. Lo que no pensamos es que ellos saben que el mundo está mal: ven noticieros con nosotros, pésimas novelas televisadas, programas y películas donde el despliegue bélico es enorme. Están saturados de hiperrealidades y a parte de todo, les damos literatura realista para que crezcan pensando, no solo que el mundo está mal, sino que ellos deben sentirse culpables de soñar porque nacieron tan mal como el mundo y no merecen sino un planeta en ruinas. Les cercenamos la capacidad de soñar nuevas realidades, o si no, pregúntenle a los adolescentes qué sueñan y la respuesta los va a dejar con un sinsabor. La fantasía no hace mentes evasivas ni fantasiosas, forma corazones humanos, capaces de comprender la realidad de existir desde muchas más perspectivas que lo real, abre la mente a diversas posibilidades de solución, estimula la creatividad. La decisión por evadirse la toman los seres que no aprendieron a soñar para buscarle soluciones fáciles a la vida, y miren cuántos jóvenes de hoy se hunden en las drogas. ¿Qué prefieren? ¿Un niño o niña que lee y que construye herramientas emocionales para enfrentar la vida o uno que evade la realidad con drogas que lo hacen “sentirse bien”?
I.A: Además de su actividad como escritora de literatura infantil, usted tiene una larga trayectoria como docente coordinadora de experiencias de lectura y escritura para niños y adolescentes, desde esa perspectiva, ¿cree que la literatura infantil y juvenil sea un espacio desvalorizado, reconocido sólo en reducidos campos de desarrollo?
C.M: El problema de la literatura infantil, así como el de la infancia en general, somos los adultos. Queremos una literatura infantil que no haga daño a los niños, que no les enseñe comportamientos ni acciones moralmente incorrectas, y en ese afán, se sacrifica el lenguaje literario. Pensamos en “no, metáforas, no porque no las entienden”, o “tal vez si les cuento esto estoy siendo cursi, o banal, o…”, los adultos escribimos desde el imaginario que tenemos sobre los niños, pero no nos detenemos a charlar con los que van a ser nuestros lectores. Esto hace que las obras parezcan falsas para ellos. El tono moralizante, heredado del siglo XIX, sigue sintiéndose en las obras infantiles, y ese tono es el que precisamente, los niños detectan, y por lo tanto, desechan de su memoria, o lo que es peor, estamos enseñando a los niños que las moralejas son indispensables para la literatura, y cuando leen a Kafka, responden en los exámenes que es un escritor muy malo porque no deja moralejas.
Ahora, hay un vicio peor y es el de los estudiosos de la literatura que piensan en el escritor de literatura infantil como ese que, como no pudo con la escritura para adultos, se dedicó a los niños. Hay un señalamiento al escritor de literatura infantil, se cree que los niños no exigen calidad y que se conforman con lo que les dan, pero eso es subestimar el ingenio de los niños. Los niños saben cuando una historia es buena, se meten en ella, la sueñan, la viven. También saben cuando es una tarea, y la sufren y la odian. Si los estudiosos de la literatura creen que ser escritor de novelas infantiles y juveniles es un arte menor, los invitaría a recordar los libros que los hicieron convertirse en Estudiosos de la Literatura, en el colegio, cuando no tenían un gran escritorio, sino un pupitre, piensen en qué los enamoró de los libros, y seguro hay al menos un cuento que recuerdan con una sonrisa en los labios. Después de todo Cortázar también fue niño, y leyó muchas cosas buenas y malas en su vida, pero el hecho de haberlas leído, de que alguien lo moviera hacia los libros, ya fuera por repulsión o por amor, lo hizo Cortázar, no?
I.A: Desde su experiencia como docente y escritora, ¿cree que toda disciplina relacionada con arte, con un proceso creativo debe ser integral y transgredir incluso las limitaciones que llegan a imponerse en las escuelas y academias tradicionales?
C.M: Por supuesto. La escuela es un gran esfuerzo por darle a los niños y jóvenes la información básica para que cada uno, después, tome su rumbo profesional y vital. No podemos esperar que la escuela resuelva todas nuestras dudas, ni tampoco que nos dé las fórmulas mágicas para ser felices. Si nos quedamos con lo que nos dan, pues, vamos a ser buenos estudiantes, pero nunca artistas. El trabajo creativo siempre está en buscar llegar más allá, en hacer la filigrana perfecta, por ello es importante no conformarse, ni quedarse imitando modelos de por vida. Si por algo es vista una ópera en el mundo, a pesar de que cada año se repitan los mismos títulos, es por aquella transformación que el artista le da a los personajes. Qué tal cantara igual a… Hay miles de tenores en el mundo, pero recordamos a tres, quizás a cinco, ¿qué pasó con los demás? ¿No eran buenos en su trabajo? Tal vez se quedaron imitando a otros, o no tuvieron la suerte de ser carismáticos, o quizás pensaron para sus adentros en la comodidad de hacer las cosas simplemente bien. Siempre hay que hacerlas más que bien o si no, trabajar disciplinadamente, o mejor no ser artista. La creación es un trabajo en el que, en principio, nadie cree. De nosotros depende hacerlo valioso.
I.A: En su libro es posible leer millones de imágenes, a pesar de no ser un libro ilustrado, y permiten evocar voces con particulares tonos, sonoridades, y músicas que andan por ahí, asociar con otros libros, otras literaturas. ¿Con qué estímulos se nutre usted para crear esos universos como el de James?
C.M: Estímulos importantes: el amor, las ocurrencias de mis estudiantes, las de mi hijo, los cuentos de mi papá, muchas conversaciones con amigos, la música, el patio de recreos de mi colegio, mis recuerdos… un día sin afanes; el cine es mi mayor amor; Después de los libros, claro está. Además, ¿quién dijo que la literatura son solo palabras? Si la literatura no puede evocarnos el aroma de un ser al que amamos, o el sonido de la lluvia de un día importante de nuestra vida, ¿para qué leemos? Si no nos transforma, si no nos toca la mente y el corazón, son solo palabras, y eso no es literatura. Mejor ir al cine, ver, escuchar la poética de Hollywood. Es menos trabajo para el cerebro, muchos expertos ya lo han dicho.
I.A: James no está en casa está llena de referencias a la vida cotidiana, “a los problemas existenciales del hombre” –como diría un profesor del departamento de Literatura de la Universidad Nacional con quien usted vio algunas clases y que aún permanece allí como docente–, a las circunstancias del adolescente promedio, sin recurrir al golpe de efecto o a mensajes bien pensantes. ¿Cómo trabaja para volver literatura la realidad que nos rodea, los temas que la preocupan y más aún, exponerla en un tono justo para este tipo de literatura?
C.M: Pues, sigo la técnica que utilizaba mi padre cuando me contaba historias. Él hacía algo maravilloso y era explicar mis preguntas de niña con respuestas fantásticas. Creo que eso es lo que hago, doy soluciones fantásticas, maravillosas, a problemas cotidianos. ¿Qué problemas tiene un niño de hoy: tareas, compañeros irritantes, soledad, ausencia de sus padres? Respuesta a todos esos problemas: James, y más allá de James, ellos mismos. James, el personaje, es la excusa para que el niño protagonista encuentre su verdadero valor y se dé cuenta que lo maravilloso puede estar escondido en su propia casa, en la intimidad de su hogar.
Por cierto, el mencionado profesor de la pregunta es uno de los que, aún en la universidad, en ese mundo académico de seriedad intelectual, pudo enamorarme más de los libros. Gracias, maestro Diógenes Fajardo. Si escribiera algo sobre usted, diría que es un duende literario, por las gafas y la mirada aguda con que examina los libros y por la claridad con que los muestra luego. Usted le da el picante y la magia necesarios a las explicaciones de sus clases. Por ello, mil gracias.
I.A: En torno a la literatura infantil y juvenil en general, y a la poesía dirigida a los niños existen muchos mitos y presupuestos. Viendo el panorama de la producción actual suya y de otros autores, ¿qué obras recientes destacaría como más experimentales o que han ido marcando rupturas? ¿Qué presupuestos cree que se fueron derribando?
C.M: Sé que muchos odian a Harry Potter porque las alusiones a la Literatura Medieval son inexactas, o porque no cita bien a Tolkien, etc. Sin embargo, Harry Potter hizo que miles de niños y niñas en el mundo se sentaran a leer macro relatos, novelas de más de doscientas páginas, en un mundo en el que los niños se quejan por leer el prólogo de veinte páginas de una novela de cien. Hizo que muchos niños quisieran ser magos, y soñaran con pócimas mágicas, y sobre todo, mostró el mundo de los colegios de una manera nunca antes vista: más que ser una novela sobre un joven mago, es una novela en la que se retrata la vida de las escuelas, los sentimientos de maestros y estudiantes, las pugnas, las pasiones encontradas dentro de ese lugar maravilloso que es Howargts. Dio a conocer el corazón de los niños y niñas que asisten a las escuelas del mundo. Eso le dio su lugar en la historia.
J.K. Rowling hizo que millones de niños y niñas del mundo vieran con otros ojos el acto cotidiano de ir a la escuela. Si yo voy a aprender cómo se vence a Voldemort, seguro que, ir a la escuela, nunca más va a ser un acto banal.
I.A: Y, para terminar, ¿cuáles son sus proyectos en este momento?
C.M: Proyectos: escribí una novela para pequeños, para niños de 4 a 8 años, dedicada a mi abuela y a mis sobrinos, personajes mágicos también. Espero llevarla pronto a publicación, y está en ciernes otra, una historia de amor. Si les cuento de que se trata, daño la historia, así que solo les puedo decir que está basada en la vida de mis estudiantes.
A largo plazo, una colección de cuentos, del cual existen dos. Cuando llegue a los 20 cuentos, les contaré.
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