Por: Johanna Carolina Espinosa Guerrero
El aclamado escritor japonés Haruki
Murakami publicó en 1992 esta obra dotada de un estilo muy occidental, y
ataviada con una historia tan humana como sobrenatural, que fácilmente puede
encajar en la vida del lector. Un amor pasado, que extiende sus raíces en la
vida de Hajime (principio), lo hace preso de un sentimiento de nostalgia y
frustración del cual ni siquiera (su vida envidiable lo libera su vida perfecta,
de la cual no consigue ninguna verdadera satisfacción).
El anhelo por el pasado hará que nuestro
protagonista viva de una manera automática, inmerso en los vicios más rutinarios,
la aprobación y el dinero, y exhausto sin razón por un presente que no le
resulta prometedor. Contrae nupcias y se convierte en padre de una familia
modelo, dueño de su propio negocio y bohemio de placeres sensuales que le resultan
poco comparados con aquellos recuerdos de su inocencia pasada y de aquella
amiga que fue su primer amor: Shimamoto.
Shimamoto nunca pudo ser borrada por el
paso del tiempo. Sus aventuras y amoríos, el misterio de Shimamoto permanece
presente en sus sueños como un influjo mágico e incorpóreo y regresa a su vida
de la misma manera: una figura de hermoso aspecto que superó las limitaciones
de una cojera, desdeñosa y libre, con una presencia siempre acompañada por la
lluvia (a la par de Ilona, porque Ilona llega con la lluvia y se va con la luz
del sol). Shimamoto representa todo lo que no puede menospreciarse, la inocente
infancia y la severidad de la adultez.
En su libro Murakami ilustra los azares
del destino, como si los días pasados fueran una pieza teatral y los personajes,
marionetas llevados a complacencia del titiritero, Hajime es el protagonista de un destino que parece
castigarlo por su indolencia, le enseña con la lluvia que trae a Shimamoto y
con el amanecer lo que representa amar en realidad y jamás poseer, con los
fríos pero acogedores brazos de la muerte que abrazan a Shimamoto, que hacen
parte de ella.
La novela que narra sin miedo los
encuentros furtivos, el dilatado proceso de maduración en la vida de un hombre
resignado, melancólico y, al parecer, vergonzosamente enamoradizo. La moraleja
final, cubierta de incierto, es casi inevitable: los papeles se revierten y la
casualidad se desvanece. La sensualidad se ve cohibida por la realidad. Quedan
sólo secuelas de algo que no pudo ni debió realizarse y que está cubierto de
olvido y soledad. Al sur de la frontera no resta más que nostalgia y un
amanecer extraño que muestra la luz de un nuevo día y el principio de una nueva
vida.
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Murakami Haruki. Argentina: Tusquets editores, 2006, pp. 261
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