Por: Sergio Orlando Rojas Parra

Inquietante, es la principal definición con que podría describir El marino que perdió la gracia del mar;  una noche de sexo entre una pareja que no da cuenta de la intervención de un joven tercer participante; un gato desollado, en pro de buscar la esencia misma de la vida,  son algunos de los elementos que irán definiendo la atmosfera en la obra de Mishima, donde sus personajes enfrentan un momento de cambio, el cual, ni por asomo llegaran a imaginar al extremo que los llevara, en defensa de sus sueños y convicciones.

El mar es un elemento que define la actitud de Ryuji hacia el mundo, lo llena de cierto misticismo por habitar este lugar inhóspito, esto es percibido por Noburo y Fusako, madre e hijo, con los cuales el marino iniciara un contacto afectivo tras lo que se presumía una aventura de una sola noche, la mujer como amante y el niño como un pequeño voyerista. Será inevitable para Fusako sentirse atraída hacia la figura romántica del hombre que se aleja sobre las olas y del cual no podrá saber, con total seguridad, si regresara o no a sus brazos, pero con Noburo, tendremos que explorar poco a poco sus motivaciones, las cuales, se  hayan entre la inocencia de alguien que está dando el paso a la adolescencia y una serie de ideales desarrollados por su grupo de amigos. Si bien se esperaría encontrarse con unos pequeños que buscan meterse en problemas en el marco de la travesura infantil, en realidad nos encontraremos ante una especie de sociedad secreta, cuyos propósitos serán tan sombríos como atractivos para el lector, que no podrá evitar el asombro al chocar con estos en medio del pasar de las paginas, una oscura invitación a formar parte de sus reuniones con el propósito de observar hasta donde serán capaces de llegar por mantener los ideales bajo los cuales se concibe su alianza.


La obra nos muestra, por medio de los tres personajes principales, la incertidumbre que puede manifestarse ante el hecho de cambiar nuestra forma de vida, en especial, cuando esta funciona entorno a sueños indefinidos y certezas inexplicables  de grandeza. Ryuji se ve a sí mismo de esta manera, pero al conocer a Fusako ¿Qué tan dispuesto estará a dejar estas ensoñaciones por seguir el amor y una vida corriente en tierra? Este será un cuestionamiento al que se verá enfrentado en varios fragmentos de la obra, sin saber que será lo correcto ante su deseo de esperar a que esa gloria o propósito inalcanzado que se halla sumergido en las  profundidades del océano se manifieste ante sus ojos; pero no es solo Ryuji el que cree ciegamente que es este hombre especial, Noburo lo visualizara como una especie de héroe, cuya belleza está enraizada en su soledad, en su desasosiego, en esa aura trágica que se ve intensificada cuando surca los mares, en libertad; es una figura tan preciosa para el pequeño, que, en el momento de enfrentar como la forma de su héroe se ve amenazada por la vacilación del marino, ante la posibilidad, de una vida segura al lado de Fusako, que el pequeño sentirá la necesidad de juzgar duramente a su objeto de admiración, planificando de forma ingenua y premeditada la manera en que puede devolver la luz que hace especial a Ryuji en caso que opte por desatender a su destino.

El marino que perdió la gracia del mar es una obra cautivadora, en la cual veremos cómo Mishima, por medio de los fragmentos de la historia que ofrecen los personajes, nos permite presumir en algunas ocasiones que puede suceder en el futuro próximo, acertando en la mayoría de ellas, aun así, no deja de generarse zozobra y tensión, estados que introducen en nuestras cabezas la idea de estirar el brazo hacia el terreno de la ficción y así, no permitir que ocurran algunos eventos que puedan lastimar a Ryuji, ya que es un personaje que se hace tomar aprecio con gran facilidad. Si bien la novela se divide en dos partes (verano e invierno), ningún momento en medio de las dos estaciones será puesto de forma gratuita, todo lleva a la construcción de un final que se ve llegar mucho antes de alcanzar las últimas páginas de la obra, y aun así, este no dejará de causar conmoción, además de un gusto amargo de té en nuestras bocas.
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El Marino que perdió la gracia del mar, Ed. Bruguera S.A. 1980

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