Por: Paula Andrea Rojas Cifuentes


La  soledad de una mujer que a sus 38 años no cuenta con esposo o hijos, cuya relación con sus familiares es débil y no cuenta con amistades estables es el punto de partida de esta novela. Tsukiko, una oficinista independiente, indecisa y obsesiva, enfrenta la soledad cantando o con su gusto por la comida y el alcohol. En la taberna frente a la estación, con un pedido “Atún con soja fermentada, raíz de loto salteada y chalota salada” encontrará al unísono una voz que pide lo mismo pero al revés: “Chalota salada, raíz de loto salteada y atún con soja fermentada.” Se trata de su profesor de japonés en la escuela, Harutsuna Matsumoto, el maestro. Es un hombre que la dobla en edad, incluso tiene un hijo mayor que ella, pero es con él con quien Tsukiko logrará sentirse más completa.

Las diferencias entre estos dos personajes son abismales. Él encuentra su deber ser en la disposición adecuada a las cosas: el estudio constante de la poesía, la etiqueta necesaria para servir una copa, la postura rígida y el caminar prieto. Ella, en cambio, va sin darse cuenta de dónde va, muchas veces ni siquiera es consciente del porqué se encuentra en varios espacios sino que centra su atención en el espacio mismo, en lo que lo habita; es una mujer que se encuentra desubicada en su familia con la que encuentra similitudes pero no comodidad, desubicada con su edad en la que conoce la independencia pero se siente como una niña.


Cada uno tiene un pasado amoroso distinto: Tsukiko solía demostrar desinterés y desapego con su pareja, difícilmente podía imaginarse una rutina de compromiso; en cambio, él daba su mayor esfuerzo por satisfacer a su esposa. En el encuentro entre Tsukiko y el maestro se comparte el acuerdo tácito sobre la distancia que dos personas deben mantener, donde se puede compartir la borrachera pero no las cuentas; compartir la soledad como momento y el vacío como espacio, aunque cada uno los enfrenta a su manera: el maestro acumulando trastos inútiles a los que Tsukiko le agrega un rallador, y Tsukiko cantando mientras el maestro le recuerda el verso perdido de la canción. A pesar de esto, Tsukiko no es una mujer que está acostumbrada a sentirse acompañada, la extrañeza pondrá en duda si el desconocido es el maestro o ella a sí misma.

Las comidas y el alcohol serán un punto de encuentro. La relación del maestro y de Tsukiko inundada de sake y guisos entra en estado de embriaguez y logra un acercamiento, pero en cuanto hay una sensación de sobriedad hay un enfrentamiento, un cuestionamiento a sus límites. Además, la variedad de opciones a la hora de comer puede variar de sake a vino, puede cambiar totalmente los acompañantes, incluso a unos más cercanos en edad.

Esta novela de Hiromi Kawakami explora el amor en medio de las imposibilidades de la edad y la soledad. La búsqueda de sí mismo y del otro se ponen en juego entre el maestro y la estudiante, quienes intentan mantener una relación equitativa y hasta cierto punto mutua. Es una novela que presenta una constante tensión entre los extremos no sólo de las personalidades de los personajes, sino también en el lenguaje de la narradora Tsukiko que puede presentarse tan lacónico en los diálogos con su constante expresión “ya”, como también puede abrir un amplio espectro de sensibilidad frente a las imágenes de la cotidianidad como las estrellas o los animales,se generan ricas analogías y nuevas metáforas con los motivos tradicionales japoneses: los haikus, la naturaleza, la comida, etc.
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Kawakami, H. (2001). El cielo es azul, la tierra blanca. bajaepub.com.

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