La soledad de una mujer que a sus 38 años no
cuenta con esposo o hijos, cuya relación con sus familiares es débil y no
cuenta con amistades estables es el punto de partida de esta novela. Tsukiko,
una oficinista independiente, indecisa y obsesiva, enfrenta la soledad cantando
o con su gusto por la comida y el alcohol. En la taberna frente a la estación,
con un pedido “Atún con soja fermentada, raíz de loto salteada y chalota
salada” encontrará al unísono una voz que pide lo mismo pero al revés: “Chalota
salada, raíz de loto salteada y atún con soja fermentada.” Se trata de su profesor
de japonés en la escuela, Harutsuna Matsumoto, el maestro. Es un hombre que la
dobla en edad, incluso tiene un hijo mayor que ella, pero es con él con quien
Tsukiko logrará sentirse más completa.
Las diferencias entre estos dos
personajes son abismales. Él encuentra su deber ser en la disposición adecuada
a las cosas: el estudio constante de la poesía, la etiqueta necesaria para
servir una copa, la postura rígida y el caminar prieto. Ella, en cambio, va sin
darse cuenta de dónde va, muchas veces ni siquiera es consciente del porqué se
encuentra en varios espacios sino que centra su atención en el espacio mismo,
en lo que lo habita; es una mujer que se encuentra desubicada en su familia con
la que encuentra similitudes pero no comodidad, desubicada con su edad en la
que conoce la independencia pero se siente como una niña.
Cada uno tiene un pasado amoroso
distinto: Tsukiko solía demostrar desinterés y desapego con su pareja,
difícilmente podía imaginarse una rutina de compromiso; en cambio, él daba su
mayor esfuerzo por satisfacer a su esposa. En el encuentro entre Tsukiko y el
maestro se comparte el acuerdo tácito sobre la distancia que dos personas deben
mantener, donde se puede compartir la borrachera pero no las cuentas; compartir
la soledad como momento y el vacío como espacio, aunque cada uno los enfrenta a
su manera: el maestro acumulando trastos inútiles a los que Tsukiko le agrega
un rallador, y Tsukiko cantando mientras el maestro le recuerda el verso
perdido de la canción. A pesar de esto, Tsukiko no es una mujer que está
acostumbrada a sentirse acompañada, la extrañeza pondrá en duda si el
desconocido es el maestro o ella a sí misma.
Las comidas y el alcohol serán un
punto de encuentro. La relación del maestro y de Tsukiko inundada de sake y
guisos entra en estado de embriaguez y logra un acercamiento, pero en cuanto
hay una sensación de sobriedad hay un enfrentamiento, un cuestionamiento a sus
límites. Además, la variedad de opciones a la hora de comer puede variar de
sake a vino, puede cambiar totalmente los acompañantes, incluso a unos más
cercanos en edad.
Esta novela de Hiromi Kawakami
explora el amor en medio de las imposibilidades de la edad y la soledad. La
búsqueda de sí mismo y del otro se ponen en juego entre el maestro y la
estudiante, quienes intentan mantener una relación equitativa y hasta cierto
punto mutua. Es una novela que presenta una constante tensión entre los
extremos no sólo de las personalidades de los personajes, sino también en el
lenguaje de la narradora Tsukiko que puede presentarse tan lacónico en los
diálogos con su constante expresión “ya”, como también puede abrir un amplio
espectro de sensibilidad frente a las imágenes de la cotidianidad como las
estrellas o los animales,se generan ricas analogías y nuevas metáforas con los
motivos tradicionales japoneses: los haikus, la naturaleza, la comida, etc.
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Kawakami, H. (2001). El cielo es azul, la tierra
blanca. bajaepub.com.
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