Por: Rigoberto Jaimez Olarte

Lo primero que llama la atención al leer la novela de Hiromi Kawakami, es el título, El cielo es azul, la tierra blanca, es en realidad un verso presente en la narración. El título original de la novela es El maletín del profesor (Sensei no Kaban) el cual cobra más sentido al final de la narración.

La trama narra cómo surge una relación entre una mujer solitaria, Tsukiko con 38 años y quien fue su profesor de japonés, Matsumoto quien ronda los 70. Un encuentro casual y las coincidencias en sus gustos harán que los dos, vayan abandonando su soledad para encontrarse en el amor. Tsukiko es un personaje con una personalidad plagada de caprichos, quien en momentos parece comportarse como una niña. Ante esto Matsumoto, con quien compartió un momento de su pasado, se encuentra en la actualidad tan solitario como ella.

Las peleas, los distanciamientos temporales que aparecen junto a los deseos constantes de la protagonista que intenta vivirlo todo en vez de explicarlo; los anhelos de entregarse a alguien que la ame completamente van y vuelven. Sin embargo, las reflexiones de cómo la felicidad se puede ir escapando y la cercanía con la muerte están presentes en el fondo de la novela. Incluso hay un momento en el cual la relación carnal es planteada para ambos, sin embargo, esto va más allá de ser un simple deseo físico; Se complejiza al ver a Matsumoto en pleno ocaso sexual mientras que ella, acosada por sus múltiples anhelos se ve cortejada por un hombre más joven. Todas las situaciones se ven envueltas en una variedad de descripciones gastronómicas y sobre todo de alcohol.


Con un giro inesperado al final de la novela, el paisaje que parece evocar verso que da nombre al título en español, de la playa en letargo, vuelve con el estilo dosificado de la narración. En este lugar, los personajes se sientan, conscientes de que el final llegará, pero lejos de abatirse intentan aprovechar para vivir, sentir, querer y desear. Al final de la novela, toda la fluidez de la narración desemboca y se estanca para hacernos dar cuenta a través de Tsukiko, que es mejor vivir la experiencia de la novela, en lugar de intentar explicarla. 

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