Por: Valentina Duque Vargas
Ryuji Tsukazaki, un marino mercante, llega al muelle Takashima junto con la tripulación del carguero Rayuko, una majestuosa máquina que demuele las olas. Su carrera como marino le trae inmensa fascinación: él siente antipatía por la tierra y desdeña a quienes la echan de menos, pues su único deseo es surcar las olas bajo un infinito mar esplendoroso, alcanzando el éxito de aquellos que enfrentan lo imposible. Sin saberlo, un niño de trece años, Noboru, piensa similar a él: el mundo es insulso y la raza humana, insignificante. Pareciera que el mar y los barcos son lo único potente, una herencia del tiempo. Luego, cuando Noboru le pide a su madre que lo lleve al muelle a conocer al rutilante Rakuyo, Ryuji y él se conocen. Pero, sin proponérselo, el marino se enamora de la madre de Noboru, Fusako.
Con asombrosa picardía, Yukio Mishima sumerge al lector en un drama que juega con el vaivén de las olas hasta precipitarse, justo a lo último, a un acantilado atroz. Ryuji tendrá que lidiar con sus deseos en contradicción: su amor por Fusako y su amor por el mar. Noboru, por su parte, tendrá que ver a ese hombre, antes tan cargado de gracia, irse en decadencia. Escribirá en su diario cada uno de los delitos del hombre, hasta el más culminante, el desencadenante del final fatídico.
Un relato de amor y de venganza, pero también uno que nos muestra la belleza del mundo en sus aspectos más simples. También, una crítica al ser humano y a su naturaleza. Noboru es un personaje fascinante. Con tan solo trece años, posee ideas fuertes y potentes acerca de del conocimiento; una suerte de elaboradas premisas epistemológicas. Estas ideas no son gratuitas, sino influenciadas por “el jefe”, líder de un grupo de cinco personas del que él hace parte. La presión de grupo es evidente, aunque no tanto como para superar las arraigadas ideas de Noboru hacia la vida. La novela de Mishima, aunque pocos estarán de acuerdo, es, para mí, la elaboración del mundo de ideas extravagante ¾usando a Noboru como artilugio¾ a partir de la cotidianidad.
No obstante, para el jefe y sus seguidores, entre los que se cuenta Noboru, el mayor delito de la raza humana es ser hombre y padre al mismo tiempo. Sin embargo, el lector podrá decepcionarse ante esta idea pues, aunque reveladora y fascinante, surge forzosamente en el relato. Se menciona casi al final, con muy poca elaboración. Pareciera, de hecho, es una idea artificial y muy predecible, creada por el narrador para justificar los sentimientos de Noboru hacia la relación entre su madre y Ryuji; sentimientos que no necesitaban explicación.
Sin embargo, vale la pena leer El marino que perdió la gracia de mar, y sumergirse con el relato al ir y venir de las olas. Olas que a veces serán amargas, a veces dulces y a veces trágicas.
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Mishima Yukio. 1963. El marino que perdió la gracia del mar. Traducción de Jesús Zalaika Goicoechea.
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