Por: Jairo Ramírez Bohórquez


Personajes principales:

Yoshio Eguchi
La Proxeneta
Las bellas durmientes

Si el premio nobel se entregara a un escritor por cada obra maestra que alcanzara, Yasunari Kawabata merecería otro Nobel por La casa de las bellas durmientes. Esta novela, austera en páginas, pero exuberante en su narrativa, sacude sin compasión alguna a quienes la cuenta regresiva los atormenta cada vez que se miran al espejo y ven las rayas pronunciadas y la piel marchita de su rostro.

Una particular casa de citas, en donde están prohibidas las relaciones sexuales, es el escenario creado por Yasunari Kawabata para mostrar la multiplicidad de dramas que la vejez provoca en los hombres: la decrepitud y la orfandad traen consigo la melancolía por los recuerdos gozosos de la juventud.

Yoshio Eguchi, el protagonista de la novela, es un anciano de 67 años que acude a una casa de citas para beber la juventud de unas hermosas adolescentes, a quienes su proxeneta aplica un narcótico para que las mujeres duerman mientras el anciano está con ellas. Allí acuden los hombres que “ya no son hombres” porque su decrepitud les ha quitado ese derecho. Es una historia no apta para adultos mayores, porque muestra su degradante existencia y les puede provocar un shock nervioso. Un lector de esta novela, que sea mayor de 60 años y que no esté preparado para aceptar su enferma condición de “no ser hombre”, puede sufrir un infarto cardiaco como, en efecto, le ocurrió a uno de los ancianos que Kawabata hizo entrar a la casa.

Eguchi, el protagonista, juega un poco con su senilidad. Se niega a reconocer su condición. Y, mientras contempla a la bella durmiente que le han asignado, evoca sus momentos de juventud al lado de mujeres hermosas para alimentar su presente y sentir que “aún es hombre”.  Eguchi representa la resistencia del hombre a su decadencia y el sueño de la eterna juventud. La casa de las bellas durmientes, la casa de citas, no es más que un dulce consuelo, alimentado por la obligada docilidad de las hermosas mujeres dormidas. Incluso, es una casa de torturas, no solo para las mujeres narcotizadas por su proxeneta sino, sobre todo, para los ancianos que descubren el patetismo de su vejez: mirar y no tocar. Así como le dicen a un niño cuando se acerca a una porcelana. Para el caso de los ancianos, se da una doble frustración: por un lado, la imposibilidad de poseer a una mujer hermosa; y por otro, la vergüenza de su vejez.

En esta novela, así como en Lo bello y lo triste,  Kawabata también toca el suicidio como una alternativa para escapar de los espantos de la vida. Parece una característica recurrente en la literatura del Premio Nobel japonés que, para el caso de La casa de las bellas durmientes, no puede ser un simple recurso literario para impresionar al lector, sino una necesidad vital para la historia tejida por el autor. Y, claro, es posible que por su misma obviedad, el escritor dejó este recurso en suspenso. Incluso le sirve para no darle gusto a su protagonista, Toshio Eguchi, de quedarse dormido para siempre con una de sus bellas prostitutas.

Ahora bien, podría decirse que La casa de las bellas durmientes es una novela casi perfecta, gracias a la historia truculenta que inventa el escritor japonés para tratar el patetismo de la vejez. Sin embargo, da la sensación de que los encuentros pseudosexuales que Kawabata tramó para su personaje Eguchi, son similares entre ellos hasta la exasperación, a no ser por algunos matices que diferencian una prostituta de otra. Se siente, en efecto, el mismo foco en los senos de las mujeres, a veces más pequeños, a veces más grandes, la misma descripción de la piel juvenil.

En fin, La casa de las bellas durmientes es una novela escrita por un hombre para mostrar el drama de los hombres en su vejez. Pero cuidado: también cabe para las mujeres, porque el destino de la decrepitud nos corresponde a todos y todas.

No hay dudas de que el autor —el gran Kawabata— supo entender muy bien que a los 67 años todo hombre quedará obnubilado y agradecido ante cualquier jovencita de 20 años que se le presente, así sea solo para mirarla y tocarle su piel mientras ella duerme. ¿Qué más le puede pedir a la precaria vida que le queda?
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Autor: Yasunari kawabata
Título: La casa de las bellas durmientes
Editorial: Emecé Editores S.A., 2012


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