Por Boris Abaunza Q.
Todo hombre (y toda mujer) es capaz de hacer daño a otros, así no lo desee. La intención no es un requisito fundamental para herir. Se hiere por la simple razón de existir. Estos son los pensamientos que se cruzan por la mente de Hajime, quien no ha podido olvidar una vieja culpa de la adolescencia, y es uno de los tantos temas que Haruki Murakami, el autor más prestigioso de Japón en este momento, trata en su novela Al sur de la frontera, al oeste del sol.

Podría haber elegido cualquier otro: el amor, la obsesión, la fidelidad, el dinero, la adolescencia, la corrupción, la sexualidad, el vacío de la vida moderna. La historia de la novela es sencilla, fácil de leer, pero está cruzada de reflexiones profundas sobre los deseos y expectativas de un hombre cualquiera en este principio del siglo XXI. Es la historia de un hombre y sus amores, de las tres mujeres más importantes en su vida. Aparecen otras, no muchas. Los personajes son pocos, suficientes para mostrarnos el mundo interior de Hajime.


El lenguaje que ha escogido es tan sencillo que nadie tendrá que hacer un esfuerzo para seguir la historia. Sus descripciones son cortas y precisas, y la narración está desprovista de figuras retóricas que lo adornen. Es como si un amigo nos contara su historia sin ningún artilugio. Sí, hay momentos de poesía, hay metáforas que el autor se detiene a explorar (“Cuando te miro, tengo la sensación de estar viendo una estrella lejana”, dice Hajime a una de sus mujeres. “Es muy brillante. Pero la luz que veo fue emitida hace decenas de años”), pero estos momentos están al servicio de la historia y de sus personajes, no son un simple recurso estilístico para adornar el texto.  Esto hace que la novela se sienta muy actual. No es en la forma sino en el fondo en donde está el placer de leerla.

Murakami parece ser un maestro de la tensión narrativa. Ya lo ha mostrado en sus otras novelas y aquí nos lo demuestra con pocos elementos muy bien construidos. El principal elemento que usa para sostener la tensión del narrador es el misterio. Murakami no lo cuenta todo, y por momentos se puede sentir que oculta detalles de forma deliberada. Esto obliga al lector a hacerse las mismas preguntas que el protagonista, lo pone en las mismas condiciones, en la misma oscuridad que él. Pero el autor no se queda en el truco de esconder la información. La tensión también está construida a partir de los conflictos y contradicciones del personaje principal, y de la forma como debe lidiar con las necesidades y deseos de los demás personajes, y con la imagen que se ha hecho de lo que es correcto. Esa tensión, esa necesidad de saber qué va a pasar después, qué decisiones tomará Hajime, cómo vencerá sus conflictos internos, es lo que hace que la novela sea tan cautivadora, y que la lectura termine sin que el lector sienta que el tiempo ha transcurrido.

Al sur de la frontera, una famosa canción, representa un mundo posible al que se desea llegar. Al oeste del sol, una vieja historia que uno de los personajes ha escuchado, representa ese mundo real del que se quiere escapar. Los personajes de la novela se ven enfrentados constantemente a esta contradicción entre deseo y realidad. Al sur de la frontera, al oeste del sol logra cristalizar uno de los problemas fundamentales del hombre contemporáneo: su exceso de deseo y el vacío que esto le provoca.


Murakami corrobora lo que otros autores japoneses han demostrado antes que él: que no hace falta contar historias complejas para decir verdades profundas. Pero él lo hace con el ritmo propio de la literatura y el arte del nuevo siglo.

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