Por: Jairo Ramírez
Bohórquez
Personajes principales:
El maestro y Tsukiko Omachi
El cielo es Azul, la tierra blanca, la novela de Hiromi
Kawakami, está hecha a la medida de sus personajes protagonistas, esto es, a la
justa medida del amor entre un anciano parco y una mujer simplona. Es, en
efecto, una historia de amor que no despierta mayores pasiones y que, por lo
tanto, se desarrolla en una monotonía exasperante. Hay demasiados circunloquios
entre el viejo maestro y su antigua alumna, para decidirse al disfrute pleno de
la atracción que sienten mutuamente. Después del reencuentro casual en una
taberna, tras largos años sin verse, los protagonistas dilatan de tal manera una
declaración de amor hasta el punto de parecer si acaso unos tiernos amigos.
Tanto el profesor como su alumna Tsukiko, se gastan decenas de encuentros,
paseos de campo, comidas suculentas y borracheras desmedidas en un bar, para al
final de la noche salir cada uno por su camino sin decirse mayor cosa.
Mediante
largos y cotidianos encuentros, el profesor y Tsukiko dejan pasar la eternidad
para formalizar su amor. Puede afirmarse que se comportan como dos
adolescentes, indecisos y vacilantes. Inexplicablemente desaprovechan su soledad
enfermiza, su ansiedad de afecto, sus gustos comunes y las vidas sosegadas que
ambos llevan, que les podría llenar ese infinito vacío de amor. Los dos
personajes gastan un tiempo precioso de sus vidas en peleas infantiles, incluso
en inútiles paseos con desconocidos para cosechar hongos, en vez de dar rienda
suelta a sus sentimientos. El maestro y su antigua alumna Tsukiko solo se deciden
a tener una relación sería, poco antes de que el viejo siente prontos, muy
prontos, los pasos certeros de la muerte.
Sin
embargo, para ser justos con la novelista japonesa, vale recordar que en la
cultura de este país el circunloquio es, incluso en los adultos, una constante al
manifestar expresiones de amor. Es la tradición. En efecto, un noviazgo no es
la desaforada relación de una pareja para conocerse, sino el preludio de un
matrimonio para muchos años.
Finalmente,
conviene decir que no todo es letargo en la novela de Hiromi Kawakami. Hay que
destacar de qué manera en El cielo es azul, la tierra
blanca, la naturaleza
exuberante y vívida realza, en exquisitos pasajes de prosa poética, las
aventuras de los protagonistas. Por momentos parecieran con más vida los
hongos, las mariposas, los musgos, los escarabajos y las hormigas, que la misma
relación entre el maestro setentón y la cuarentona Tsukiko. En fin, la
narración no alcanza la sensualidad de una historia de amor verdadero; ni siquiera
en los momentos en que los amantes se deciden, tímidamente, a explorar sus
pasiones.
Ninguno
de los protagonistas despierta grandes sensaciones. Quizá el maestro salga un
poco mejor librado, por cuanto logra despertar ciertos sentimientos de ternura debido
a su actitud paternal para con Tsukiko. En cambio, ésta es apenas una simplona,
inmadura e indecisa. Ni siquiera podría decirse que se comporta como una
adolescente, porque le falta vitalidad frente a un hombre que ha perdido su
iniciativa para el amor.
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Autor: Hiromi Kawkami
Título: El
cielo es azul, la tierra blanca
Editorial: Acantilado, Barcelona, 2009.
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