Por Boris Abaunza Q
La cultura popular japonesa está obsesionada con un tipo de personaje
al que llaman tsundere. Generalmente
es una mujer, generalmente adolescente, con una personalidad hostil, muchas
veces al extremo de la violencia, pero que poco a poco deja ver su lado
vulnerable. Una búsqueda del término tsundere
en internet arroja casi cinco millones de resultados, sin contar el número de
páginas escritas en japonés sobre el tema. Tsugumi, el personaje que da título
a la novela de Banana Yoshimito, encaja a la perfección en esta definición.
¿Quiere decir eso que Tsugumi, la
novela, y a la vez el personaje, no son más que un cliché, una historia que se
ha repetido hasta la saciedad? Para nada. Yoshimoto ha tomado este arquetipo y
ha construido una hermosa novela sobre esos años en los que nos damos cuenta de
que empezamos a ser adultos.
La historia trata sobre el último verano que Maria, la narradora de la
historia, pasa junto a Tsugumi y su hermana Yoko en un hostal ubicado en un
pequeño pueblo pesquero. Tsugumi es una chica desagradable que además está
enferma. Es desagradable porque está enferma, siempre lo ha estado, y todos a
su alrededor la han malcriado por su enfermedad. Los médicos le han dado pocos
años de vida y su familia no quiere causarle más sufrimiento. Su salud es la
principal marca de su carácter, la explicación de su hostilidad. Ya ven que
Tsugumi no es una tsundere
cualquiera.
Yoshimoto no utiliza ningún truco para conmover al lector. La historia
conmueve por su misma naturaleza, pero la forma como Yoshimoto la narra no se
presta a los sentimentalismos. Tsugumi no quiere la lástima de nadie. Tal vez
por eso intenta ser tan desagradable: prefiere que la odien antes que despertar
la compasión de los otros. Ante la posibilidad de la muerte, Tsugumi prefiere
encararla con los dientes expuestos y los puños cerrados. Esa resistencia a sus
circunstancias la convierte en un personaje entrañable.
La novela relata aquel momento de la vida en que la adolescencia va
quedando atrás. Es una novela de despedidas, de grandes y pequeños cambios,
todos inevitables, y no por ello buenos o malos. Los lugares y los amigos van
quedando atrás, el contacto se pierde y solo quedan los recuerdos. Aún así,
Yoshimoto no ha escrito una historia nostálgica. Tsugumi, la novela y el personaje, alternan entre lo gracioso, lo
trascendental y lo oscuro. Hablan del amor y de la muerte con el mismo
desenfado.
No conocía a Banana Yoshimoto antes de leer Tsugumi. Solo había escuchado su nombre, que me parecía sonoro y
divertido. Su verdadero nombre es Mahoko Yoshimoto, pero escogió el seudónimo
“Banana” para firmar sus libros. Como su seudónimo, su escritura se aleja de lo
solemne. Una de sus fortalezas es la forma en que trata los grandes temas con
un tono casi trivial. Sus personajes se detienen en reflexiones profundas
escritas con total sencillez. Esta es una prosa para las nuevas generaciones.
De Tsugumi me quedan
principalmente sus personajes. Cuando haya olvidado la historia, recordaré los
excesos y los errores de Tsugumi, la tenacidad con que enfrentó su enfermedad,
su amor y su miedo disfrazados de hostilidad. Los recordaré porque yo también
tuve miedo, también cometí errores, también llegué a excesos. Con esta novela, Yoshimoto
logra reflejar con gran destreza esa confusión que todos experimentamos en el
umbral que da paso de la adolescencia a la adultez.
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