Por: Luz Ángela Velandia Blanco
Ejemplo de lo anterior es El Cocodrilo Amarillo en el Pantano Verde, libro infantil editado
por Alfaguara Infantil. De la mano de las ilustraciones de Laura Osorio se contruye
este cuento ilustrado que narra la historia de un padre preocupado por la
condición de su nuevo hijo. Desde su nacimiento el Cocodrilo Verde está ansioso
por cuidar y proteger a su nuevo cocodrilito, y construye desde el inicio un
fuerte lazo con él, más lo interesante en la historia no está exclusivamente en
una relación padre e hijo armoniosa. En este cuento, el hijo del Cocodrilo
Verde al tener un color diferente al de los demás cocodrilos y más aún,
diferente al de los sapos, las tortugas y demás animales que viven en el
pantano verde; empieza a ser víctima de la una fuerte discriminación, un
cocodrilito amarillo en un pantano verde resulta inaceptable para todos los
animales habitantes del mismo. Es entonces cuando se observa una de las escenas
más conmovedoras del cuento: el padre llora en su habitación a razón de la
discriminación de la que es víctima su hijo, quien llega a consolarlo, a
animarlo para encontrar una solución al “problema”. El humor procedente de las
ocurrencias de este dúo para camuflar al cocodrilito amarillo es la cuota de
diversión que Montaña procura tener siempre en sus obras dirigidas al público
más pequeño, las ilustraciones aumentan la jocosidad de las ocurrencias y,
aunque no logran dar con una solución definitiva al problema, padre e hijo
pasan un buen rato divirtiéndose y jugando con diversidad de materiales de
color verde con los que pretenden ocultar el amarillo del cocodrilito. Sin
haber encontrado la solución el Cocodrilito Amarillo se dirige a su cama y
sueña con un álbum de fotos donde uno de sus abuelos tiene su mismo color. El
final es feliz y conmovedor, puesto que el Cocodrilo Amarillo inventa la
historia de su abuelo de color amarillo que era un gran explorador y había dado
con el hermoso pantano verde en el que todos vivían entonces, logrando la
aceptación y la admiración de los animales habitantes del mismo. Es una
historia sencilla, con poco texto y con ilustraciones llenas de color que nos
acerca a las preocupaciones de los padres cuyos hijos son víctimas de algún
tipo de discriminación y matoneo.
Dirigido a un público solo un poco mayor está Andrés, perro y oso en el País de los Miedos,
perteneciente a la colección Primer Acto de teatro infantil y juvenil de
Panamericana Editorial. En esta historia, como su título lo resalta, son los
miedos los que protagonizan la historia junto a estos tres personajes, quienes
llegan al País de los miedos para pedir la solución al Señor del Pantano, rey
que gobierna el país, al problema de la humedad de la cama de Andrés cada vez
que soñaba con pantanos. Los miedos de Andrés, las aguas y hasta los chorros de
agua tienen vida propia, hablan con Andrés, lo cuestionan, lo hacen comprender
que no hay razón para tener miedo. Son incluso las mismas personificaciones de
los miedos de Andrés propias de burlas, débiles y torpes, lo que hace que
Andrés se cuestione sobre el fundamento de sus miedos. El humor, como Montaña
comenta en la entrevista, es la herramienta que engancha a los niños y les
permite acercarse a la lectura de manera lúdica, y esta pequeña pero rica obra
de teatro está plagada de momentos graciosos por lo absurdos o por el juego de
palabras que, aunque sencillas, están muy bien elaboradas.
—. El Cocodrilo Amarillo en el Pantano Verde. Bogotá: Alfaguara infantil, 2014.
—. La muda. Bogotá: Sudamericana, 2010.
Francisco Montaña, escritor bogotano, considera que
la labor del escritor de literatura infantil y juvenil no ha sido reconocida
como se merece. Para él, el trabajo que requiere preparar una obra dirigida a
un público infantil es tan meritoria como la que realiza un escritor de
cualquier otro tipo de literatura. Si es el caso de una novela, requiere
construir un universo que se sostenga por sí mismo, un mundo con diferentes
personajes, cada uno dispuesto a contar y a construir la trama completa de la
historia, seguirlos para saber qué tiene cada uno para contar, como resalta el
autor. Crear estos universos para niños, jóvenes o para adultos requiere de un
trabajo propio de un escritor dedicado, atento y apasionado por su trabajo. El
público general y en especial la crítica literaria de la academia, sin embargo,
comenta Montaña, ha sido indiferente a escritores como él, pues llegan a considerar
que escribir para niños es como escribir para “tarados”, una escritura hecha
por tontos y dirigida a un público igual; desestimando la capacidad lectora de
los niños, así como las apuestas literarias de los escritores que dirigen sus
obras a este público.
La escritura de Montaña es juiciosa, se ha
construido a través de años de experiencia en el campo y se ha preocupado por construir
mundos que han sido olvidados por otros escritores del género en Colombia. Los
miedos, la discriminación y el maltrato que reciben los niños en nuestro país
son temas de preocupación para el escritor, son lugares que se escapan del
universo de la fantasía y de las hadas que durante tantos siglos les han
dibujado a los jóvenes lectores. Un lector colombiano, indiferentemente de la
edad que tenga, ha tenido que afrontar de alguna manera este tipo de problemas
y es por esto que no se puede tener una literatura, mucho menos una literatura
infantil, que pretenda pasar por alto estas temáticas. Es por esto que como
escritor polifacético, podemos encontrar en su obra un recorrido por diferentes
géneros literarios: poesía, cuento, teatro, novela; géneros en los cuales
elabora las temáticas mencionadas, y así mismo, una indagación por una
literatura dirigida a diferentes momentos de la infancia y la juventud.
Finalmente está La
Muda, novela juvenil publicada por Sudamericana Editorial. Dentro del limbo
que representa la literatura juvenil, como el mismo autor lo expresa en la
entrevista, esta novela puede ser leída por cualquier público, contiene una
temática y un lenguaje que puede ser disfrutado por cualquier tipo de lector.
Como apuesta, esta novela cuenta con las ilustraciones de Daniel Rabanal, quien
construye en conjunto con la escritura de Montaña una novela gráfica que
enriquece la historia y permite dibujar los escenarios que recorren los
protagonistas desde aquello que las palabras no pueden decir, ya sea por su
crudeza, o por corresponder al mundo de la fantasía de los protagonistas.
El humor característico de las dos anteriores obras
de Montaña desaparece y la imagen de un espacio frío y cruel toma lugar para
recrear una zona marginal de una ciudad cualquiera en la que dos niños, hermana
mayor y hermano menor, deben sobrevivir. Bajo la imagen de “grises eran el día,
su ropa, su nombre, sus sueños. Todo lo que había visto. Lo que recordaba era
gris” (Montaña, 27) se construye este mundo donde la niña no puede ir al
colegio, su madre trabaja en las calles como prostituta y su abuela la obliga a
trabajar lavando ropa sin remunerarla ni darle siquiera suficiente comida para
sentirse saciada junto con su hermano. Su hermano constituye su principal
preocupación, quien, delgado y débil, recibe junto con ella el maltrato de su
abuela, quien los golpea cada vez que llegan sin el dinero completo a la casa
porque los vecinos no pagan.
La niña recuerda su época del colegio, lejana, cada
vez que pasa cerca a uno y busca algún niño desprevenido, que podría ser su
compañero de clase si ella pudiera estudiar, y le roba la lonchera para
compartirla con su pequeño hermano. Vive en un mundo de fantasía, donde su
abuela es una bruja y su madre se llama Magdalena a razón de sus largos
cabellos y existe un conjuro que la puede convertir en nube, hacerla desaparecer
y observar todo desde la altura. Es el único escape que parece encontrar a su
realidad, que no representa ninguna satisfacción ni alegría más allá de ver a
su hermano a salvo del maltrato de la abuela.
Una esperanza aparece cuando, entre los escombros de
un carro, en medio de un pastizal, aparece una pequeña gallina muda, que les da
al visitarla un pequeño huevo durante algunos días, algo de comer. La gallina
se convierte entonces en el centro de los dos niños, la dejan en el carro con
cuidado, la visitan, le llevan un poco de pan cuando deja de poner, ella
también está delgada y débil. Resulta entonces que, a pesar de la injusticia en
la que viven los niños, del maltrato de su abuela y la soledad en la que se
encuentran, esta pequeña gallina les da la satisfacción de poder vivir mejor,
de saciar un poco su necesidad de comer.
La Muda, es una novela oscura, dolorosa. Rabanal, por medio
de sus ilustraciones, acentúa la desolación, el gris en el que viven los niños;
y la esperanza, como ocurre en la realidad colombiana, no siempre existe, hay
un universo que cae encima y deja sin salida a los niños víctimas del maltrato.
Montaña nos recuerda esto en su novela, y como lo resalta en su entrevista, es
un tema que siempre ha sido su preocupación y algo que está muy presente en
varias de sus obras: No comas renacuajos,
en el que el abandono de un grupo de hermanos los lleva a la muerte en un
barrio marginal de Ciudad Bolívar, El
gato y la madeja perdida, entre otros.
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Montaña Ibáñez, Francisco. Andrés, perro y oso en el país de los miedos. Bogotá: Panamericana, 2003. —. El Cocodrilo Amarillo en el Pantano Verde. Bogotá: Alfaguara infantil, 2014.
—. La muda. Bogotá: Sudamericana, 2010.
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