Por: Paola Villalba Eljure y Camila Bautista Torres

Soy un gato, de Natsume Soseki, retrata la historia de un felino que después de ser arrojado a la calle, logra ser acogido en casa de un profesor de escuela llamado Kushami, de esta manera el gato (que no recibe ningún nombre), es un espectador y comentador de la estructura social de la clase media y de la nueva burguesía tokiota japonesa. A través de la crítica descarnada que éste gato realiza, se pueden evidenciar las diferentes intrusiones de las prácticas occidentales y la postura del autor frente a la llegada de costumbres ajenas a su país.
La novela se escribe en 1905 y a pesar de que corresponde al siglo XX, es preciso entender que la sociedad japonesa se encontraba en un proceso de apertura hacia el resto del mundo. El profesor Kushami representa al japonés maravillado con la cultura clásica, pero ésta no era la postura de todos los japoneses de la época, dado que la tierra del sol naciente se enfrentaba a los cambios que traían consigo la irrupción de las nuevas costumbres y prácticas europeas.
La novela enuncia muchas de las problemáticas sociales, políticas y artísticas que representan a la nueva burguesía Meiji. Soseki presenta un libro que, para la época, era completamente innovador y enmarca la narración en torno a la confrontación que sufre Japón con la llegada de la cultura y el pensamiento occidental, en contraposición a las tradiciones del pueblo Japonés. A través de la mirada del gato, quien con sus intervenciones críticas y de carácter filosófico, recorre cada recoveco de la vida de quienes habitan con el profesor y le visitan, el autor nos lleva a un recorrido por cada una de las esferas de la sociedad nipona y del comportamiento de los seres humanos.
El gato se inmiscuye en la vida de los Kushami, en particular del maestro, que escribe Haikus y posee un peculiar interés en la caligrafía, pero que tiene una baja reputación en su vecindario. A su vez, analiza a los amigos del maestro;  Meitei, el mejor amigo del profesor, con un temperamento exasperante y la habilidad de irritar a quien lo escuche; Kangetsu, un joven ex alumno del profesor Kushami que nunca decide si terminar o no su doctorado, pero que aún así es respetado y considerado una persona muy inteligente; y Dokusen Yagi, quien aparece después de avanzada la narración, él representa o caracteriza la resistencia a los cambios que trae la modernidad, y se aferra a la tradición, teniendo muy presente la meditación y todas las enseñanzas del budismo como forma de vida.  
La curiosidad del gato va más allá de la cotidianidad del maestro Kushami, por lo que se entromete en la vida de quienes quizás son, los más grandes enemigos del maestro, los Kaneda. Ellos son una familia de comerciantes que utilizan su dinero para conseguir lo que les provoque, son ambiciosos y prepotentes, tienen poder en el vecindario por su capacidad económica; estos personajes encarnan la nueva burguesía japonesa.
Pero el gato no solo reflexiona sobre el comportamiento humano, lo hace también sobre el de su misma especie. Al conocer a Kuro, el gato del carretero, altanero y maleducado, decide no pasar más su tiempo con él, piensa que su conducta es demasiado violenta. Kuro es el opuesto de Mikeko, una gata hermosa que vive rodeada de lujos y con la que le encanta hablar.
El gato, quien no recibe nombre a lo largo de la narración, representa la búsqueda de una identidad, que se encuentra mediada por lo nuevo (lo europeo) y lo tradicional. Al estar desprovisto de nombre, el gato se convierte en el elemento que articula los elementos tan distantes de las dos culturas.
Gracias a que el autor logra detallar la particularidad de cada personaje, la forma en que cada uno vive, sus diferentes gustos e intereses, en definitiva, a la manera como representa con ellos los sectores de la sociedad japonesa del momento; el gato, con humor e ironía, puede filosofar, emitir juicios sobre todo lo que ve. El gato es entonces un observador agudo, y de esto el autor saca provecho para, con su voz, cuestionar todo aquello que se intentaba imponer con la apertura a occidente: el individualismo, el egoísmo humano, la posición social que adquirieron los comerciantes, la llegada de las armas de fuego, el ideal de progreso, los postulados positivistas, o lo que para el gato resulta ser una ridiculez, la propiedad privada.
De igual manera, la introducción de creaciones literarias y artísticas por parte de los personajes, da cuenta de la preocupación que posee Soseki por analizar las formas de producción y manifestación de las artes en la era Meiji. El maestro Kushami escribe un poema acerca del “Espíritu Japonés”, precisamente en el camino hacia la búsqueda de una identidad, la cual se encuentra en cada japonés. El joven Kangetsu da cuenta de una pieza dramática que tiene como argumento un haiku y Meitei y los demás personajes escriben y comparten sus creaciones. Dicha introducción tiene como finalidad, exponer la manera en la que se relacionan e interconectan las artes.
Esta obra cómico-satírica, que inicialmente se publicó por entregas en la revista literaria japonesa llamada Hototogisu, da una amplia idea del impacto que la modernidad tuvo en la sociedad japonesa y de cómo esta se mostró reticente o permeable a los cambios. Sin duda Soy un gato permite conocer sobre la cultura japonesa de inicios del siglo XX, en tanto que se muestran las diferentes maneras de vivir y pensar de la época, el funcionamiento de las artes, los cambios que se dan en el teatro y en la poesía, entre otras tantas características propias de este periodo. Por las razones dadas, este libro es, con seguridad, una de las obras más importantes de Soseki.

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Soseki Natsume. Soy un gato. Editorial Impedimenta, 2012. Traducción: Fernando Cordobés, Yoko Ogihara. 646 págs.



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