Por: Cristian Camilo Baquero Valbuena
¿Qué
eran los recuerdos? se pregunta Kawabata en las primeras páginas de su novela. Para
Oki Toshio uno de los personajes de Lo
bello y lo triste, los recuerdos son salvación. Y es en la búsqueda de esta
salvación donde comienza la novela. Oki Toshio en un tren, acompañado por unas
cuantas butacas vacías se dirige a la ciudad de Kioto. Escudado tras la
intención de escuchar las campanas de los monasterios de aquella ciudad, espera
reencontrarse con Ueno Otoko. Han pasado más de veinte años desde la última vez
que se vieron. Otoko, mucho más madura, ha conseguido reconstruir su vida. El reencuentro
no llega a realizarse del todo, pero este breve choque trae consigo un mar de
sensaciones no solo para Oki y para Otoko, sino también para las personas más
cercanas a ambos personajes.
Lo bello y lo triste
es la duodécima novela del escritor japonés y premio nobel de literatura
Yasunari Kawabata. Este relato plagado de emociones y desaires, retrata las
preocupaciones de un hombre experimentado: el paso del tiempo, la soledad de la
muerte, perdurar o desvanecerse. Estas preocupaciones son transmitidas de
manera magistral por un uso austero del lenguaje, es decir, gracias al uso de
las palabras indicadas y sin excesos —característica propia de la literatura
japonesa— consigue que sus inquietudes sean mucho más familiares para nosotros
los lectores. Y allí es donde se encuentra uno de los grandes atractivos de
Kawabata, en presentar la soledad mientras describe el retrato de una peonia o
unas bancas vacías.
Por
otro lado, la manera como emplaza la historia espacialmente es supremamente
interesante; ya que a pesar de que pareciera que las descripciones podrían llegar
a quedarse cortas, los rasgos particulares que opta por describir son los
necesarios para crear el escenario de la narración. Sumado a esto, estos trazos
no funcionan solo como como elementos descriptivos, pues al encontrarse en
momentos álgidos del relato, pueden ser relacionados con elementos propios de
la psicología de los personajes. Por ejemplo, al referirse al jardín rocoso que
ha permanecido inmutable durante siglos, puede también estar refiriéndose a la
manera como Otoko se siente luego de los 20 años: marcada, estática e inamovible.
A
pesar de la distancia entre el idioma español y el japonés o de las posibles
barreras culturales que puedan separar la literatura nipona de nuestra
literatura, es posible observar en Lo bello y lo triste como, gracias a la
universalidad de las sensaciones humanas, es posible adentrarse en pieles
ajenas o, inclusive, evitar los estragos del tiempo, pues lo relatado por
Kawabata en esta novela permite pensar que a pesar de que “Con el tiempo, hasta
las lapidas cambian” existen ciertos momentos, ciertos recuerdos y ciertos
sentimientos que ni siquiera el tiempo puede alterar.
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