Por: Lina Zarama Villamizar

            Desde que comencé a aficionarme a la literatura y al cine japonés me han llamado la atención sus silencios. Al principio me desconcertaban e incluso podían llegar a impacientarme, por lo cual me di cuenta de algo evidente en lo que hasta entonces no había reparado. En palabras del sociólogo David Le Breton, en su libro El Silencio (2006), “todo interlocutor y, por extensión, todo grupo social, toda cultura, confiere pesos específicos a la pausa y al silencio en la conversación”. En occidente tratamos de llenar los vacíos en las conversaciones con cualquier tipo de comentarios, así sean banales. Generalmente escapamos del silencio. Por otro lado, en oriente el silencio es acogido con varias dimisiones significantes dentro de la conversación. A veces incluso es más importante saber callar que saber hablar. Este aspecto lo encontré palpitante en la novela Kokoro, escrita por Natsume Soseki. La novela entera es en sí una conversación entre un estudiante universitario y un señor mayor al que estima como sensei. Una conversación que se desarrolla a lo largo de meses y que en cada encuentro se conocen o se acercan un poco más en medio de los silencios.


            El estudiante es el narrador de la novela, por lo cual solo conocemos su punto de vista dentro de las conversaciones. A través del silencio él se ve cautivado por sensei. A través de largos silencios en sus conversaciones lo va conociendo y gracias a sus propios silencios se gana su confianza. Durante la primera parte de la novela el estudiante busca develar el silencio que sensei guarda con respecto a su pasado, el cual al final le es comunicado en una carta, que es la segunda parte de la novela y que promete en lo que cuenta el silencio eterno de quien la a escrito. Es así como el silencio es una parte fundamental de la trama y de la estructura narrativa de Kokoro.

            El develamiento del silencio que sensei guarda sobre su pasado se da gracias al diálogo entre silencios. Por un lado se encuentra el de la personalidad taciturna y reflexiva de sensei, cuya justificación se encuentra en aquello mismo que calla. Aunque a veces se reúse a hablar de su pasado o a explicar por qué piensa de cierta forma, el silencio que decide asumir sigue comunicando algo acerca de lo que no quiere contar aún. Y aquello que sigue comunicando es lo que intriga al estudiante y le hace querer conocer en que experiencia se basan las opiniones de sensei. Sin embargo, no trata de someterlo a un interrogatorio ni de acosarlo con una curiosidad analítica. La familiaridad, respeto e incluso cariño que se crea al compartir o dialogar con estos silencios es lo que logra que al final sensei desee comunicarle su pasado al estudiante. Esta comunicación entre silencios exige que los personajes busquen el momento preciso para hablar y que sepan callar cuando no es necesario o debido seguir hablando. ¿Cómo los personajes saben en qué momento callar o en qué momento hablar? Quizá sea pura intuición, quizá sea una comprensión del sentido común japonés que se me escapa.


            Es curioso como este diálogo intuitivo entre silencios sobre un silencio se expresa en una novela, construida necesariamente a partir del lenguaje. ¿Cómo hablar sobre lo que no se habla? ¿Cómo expresar mediante el lenguaje algo que no se sirve de este para comunicarse? El estudiante narra sus impresiones en las conversaciones que tiene con sensei, así como las interpretaciones que de este hace. Más adelante, en la carta de sensei, nos enteramos de sus sentimientos con respecto al estudiante. Sin embargo, estas percepciones no parecen comunicar por completo lo que las escenas en que alguno de los dos guarda silencio parecen evocar. Quizá la novela en sí misma guarda silencio con respecto a explicaciones de los silencios. Describe los diversos y contradictorios sentimientos tanto del estudiante como de sensei, pero no trata de analizarlos con curiosidad inquisitiva. ¿Por qué? ¿Qué es aquello que se comunica con el silencio? Tanto sensei como la novela comunican una experiencia, una vida, un pasado que pueda quizá transmitirle algo de conocimiento a otro sobre el ser humano. Pero para transmitirlo se toma su tiempo, se toma sus pausas, deja preguntas sin resolver y no se extiende en ciertos aspectos sin explicar por qué. Tal vez tratando de encontrar el momento en que la comprensión por parte del lector sea posible. Considero que quizá lo que logra la novela es una narración desde la intuición, dada en medio de silencios, de las huellas que la vida deja en las personas. Sensei dice: “El yo que tú conoces es el resultado de una personalidad ensuciada con el polvo del camino de la vida.” Estas experiencias solo pueden comprenderse cuando uno mismo las ha vivido o cuando sinceramente se encuentra dispuesto a escucharlas  y aprender de ellas.
______________________________
Soseki, Natsume. (2009) Kokoro. Gredos.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Tres miradas en torno a Pájaros en la boca de Samanta Schweblin. Parte II

Reseña Cerezas al óleo