Por: Johan Manuel Chamorro Cifuentes
Espero
a Mónica Acebedo en una pequeña recepción del norte de la ciudad. Esta abogada,
con Maestría en Literatura de la Universidad de los Andes, despertó mi
curiosidad cuando encontré su libro Perejil,
y quedé encantado con la historia. Pregunté por más libros de la autora y
llegué al Niño de barro que terminó
confirmando mi decisión de proponerle una entrevista para conocer más de su
relación con la literatura infantil.
Mónica
llega a la hora acordada y seguimos a su oficina para empezar con la
entrevista:
Mónica, quisiera empezar
preguntándote ¿cómo nació tu relación con la literatura infantil?
Siempre
me gustó la literatura infantil desde niña. El primer libro que me regalaron
era de Hans Christian Andersen. Mi papá se llamaba Cristian, y me regalaron el
libro con el nombre de mi papá. Recuerdo que ese libro me daba miedo, las
historias de Andersen eran muy miedosas. Sin embargo, me llamaba la atención
que existieran unos cuentos tan distintos a lo que yo había visto, por ejemplo
en Disney. Desde ahí empezó mi vínculo.
Mi papá me acercó siempre a los libros de niños, pero me alejaba de lo escrito
para grandes. Luego, cuando quise empezar a escribir tenía mis hijos muy
pequeños, entonces me acerqué a la literatura moderna infantil, y me empezó a
interesar mucho, tuve la fortuna de conocer una editora muy querida en Norma que me acerco a todas esas
colecciones.
¿Podrías definir, o tratar de
definir, la literatura infantil?
Es
algo muy difícil, el día del lanzamiento de El
niño de barro me preguntaban si era un libro para niños, para adultos, o
para quién, y yo no supe responder. Yo creo que la categoría “infantil” está
desprovista de los elementos esenciales de una definición. Si miramos para
atrás, por ejemplo a la Edad Media, allí no había niños, eran unos adultos
pequeños que cuando tenían la edad para trabajar comenzaban a hacerlo. Es muy
difícil decir "la literatura infantil es la que está dirigida a los
niños". Bueno, pero ¿quiénes son los niños? “Los niños son los que son
menores de edad”, dice la ley, pero los intereses a los 16 y a los 12 son
diferentes. Entonces, yo me atrevería a decir que la literatura infantil es una
literatura dirigida a personas que son consideradas legalmente niños, pero eso
no quiere decir que lo que uno escriba para un niño no sea apto para un adulto.
Así el tema se complica más. Trato entonces de no fijarme en eso y prefiero
dejarle el problema al editor. Hace poco tuve la experiencia de recibir un
resumen de El niño de barro por parte
de una niña muy pequeña. Ella no hace un análisis del libro, por supuesto, ni
se preguntaba si el niño estaba perdido: a ella solo le angustiaba la idea de
que una niña perdió a su perro.
¿Encuentras grandes diferencias
entre la literatura en general y la literatura infantil?
Yo
creería que no, y no me preocupa mucho el tema. A mí me surge algo y quiero
escribirlo. Lo que sí me preocupa es la visión de los niños, y esto es algo más
personal, sobre ciertas circunstancias de la vida. Desde el punto de vista del
creador hay dos preocupaciones: una, como ven los niños ciertos hechos; y dos,
creo que sí hay un cierto compromiso con el tema político, incluso con el país.
Hay cosas que son dolorosas y creo que hay que crear una memoria a través de
ciertas visiones de los niños, las cuales, seguramente están equivocadas porque
yo ya no soy niña, pero si me interesa más eso que enfrentar la literatura
universal a la infantil.
Respecto a lo último que decías, a
veces tratamos de minimizar a los niños y sus emociones, ¿qué crees de eso?
Silva
Castrillón, una bibliotecóloga que trabaja estos temas dice: “a los niños hay
que tomárselos en serio”, y estoy de acuerdo con ello. Tampoco hay que ir a los
extremos, hay mucho que le corresponde al educador, pero las emociones de un
niño son fuertes y no debemos ignorarlas.
¿Crees que el mercado infantil se
mueve únicamente entre libros que buscan lo pedagógico o lo lúdico? ¿Cómo ves una
independencia de la literatura infantil frente a estos dos aspectos?
Yo
creo que pueden dialogar. Es obviamente aburrido cuando un libro es muy
pedagógico, sin embargo me he dado cuenta que al escribir muchas veces caigo
precisamente en eso. Ojalá que no fuera así necesariamente. Por ejemplo, ¿por qué
no pensar en crear memoria? ¿Eso es pedagógico? No necesariamente, se trata de
generar un compromiso por algo fuerte, como por algo tan terrible como lo que
pasó en Armero. También hay momentos en que uno termina de leer algo y las
enseñanzas que deja no son necesariamente negativas. Hace poco releí Matar un ruiseñor de Harper lee y quedé
con una sensación muy bonita, aun cuando es aparentemente muy pedagógico.
También sentí lo mismo con Huckleberry Finn. No hay que pelear tanto con lo
pedagógico, también debe ser muy malo para un niño leer algo aburrido e
inentendible, sobre todo porque a los niños les gusta reírse.
Aunque ya los has mencionado, yo quisiera
preguntarte puntualmente si ¿ves la literatura infantil cómo un medio para
tratar el sentido de la historia en los niños?
El niño de barro
surgió por la interpretación de un desastre que tiene una niña de once años. Hace
unos años estaba en una clase llamada Narrativas
del Conflicto. Estábamos presentando un libro de Juan David Correa, y de
repente una señora se me acerca y me comenta que estuvo en Armero. Yo le
pregunté si era sobreviviente y me
dijo que no, que ella estaba en la tragedia, lo cual me pareció muy curioso.
Ella contaba que sintió mucha angustia, porque se le quedó su cepillo de
dientes nuevo. Eso me hizo pensar que las preocupaciones de un niño a esa edad son
diferentes a las de un adulto. Luego, me dijo que se quedó dormida en la
meseta, lo cual me pereció increíble, ¡eso me impresionó muchísimo! Sobre todo
cuando decían que los sobrevivientes eran estos niños untados de barro, ella
decía que no era sobreviviente, porque no estaba cubierta de barro. Ella no
quería ser sobreviviente, y muchos años después ella aún se niega a ser llamada
sobreviviente. Eso me llamó mucho la atención, junto al tema de los niños
perdidos, y quise contar eso que me preocupaba sin necesidad de pensar en quién
me iba a leer.
Ya para terminar, Mónica. Respecto
a esa construcción de memoria, quisiera saber ¿actualmente, por qué te parece
importante escribir literatura infantil?
La
necesidad de representarse, que vino desde el siglo XIX, pasando por el XX, sigue
muy vigente. Hay un constante tratar por representar el momento social actual,
y por lo tanto, existe no solo una función de crear historia sino, de alguna
manera, también identidad. La violencia nos ha marcado mucho y uno no puede negarles
a los niños esa realidad.
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