Miguel es un niño que en las noches no puede dormir
porque oye tras la pared de su habitación unos ruidos insoportables, pero todo
cambia lo noche que Miguel se enfrenta a esos terribles ruidos y los manda a
callar. Entonces empieza a flotar por la habitación, sube y baja hasta aterrizar
en una masa de pastel que está en la cocina. De pronto tres pasteleros
confunden al niño con la leche y empiezan a mezclarlo con la masa. Miguel
tendrá que convencerlos de que es solo un niño.
El mundo de los sueños cobra vida una vez más en la
historia de Sendak como en su libro Donde
viven los monstruos (1964). En esta ocasión la cocina se convierte en la
ciudad de Nueva York de los años 30 donde los frascos y cajas de alimentos son
edificios, allí todas las noches tres pasteleros preparan un sabroso pastel. Miguel
quien al principio del libro está muy molesto por no poder dormir y luego se
enfada más cuando intentan cocinarlo se ira sumergiendo poco a poco en este
mundo de sueño y fantasía. Finalmente disfruta de la cocina de noche y se
convierte en piloto, cocinero y hasta gallo antes de volver a su cama. Maurice
Sendak explora a profundidad la niñez como un estado de formación del ser, donde
la imaginación, la fantasía y los sueños tienen un papel fundamental porque le permiten
al niño jugar e interpretar la vida a través del juego.
El libro evoca diferentes sentidos de
interpretación, son múltiples y diversas las lecturas que se pueden tener de
él, como en los sueños, que activan al lector y le proponen entrar en el juego.
Hay quienes lo interpretan como una dura y sutil crítica contra el holocausto
judío por el origen del autor y el hecho de llevar literalmente personas al
horno, en este caso por tres pasteleros regordetes con un bigote hitleriano. Otros
lo han visto como una aceptación y enunciación de la sensualidad y sexualidad
en la infancia en el proceso de construcción de identidad del niño en relación con
su cuerpo, por cierto un tema muchas veces tabú. Lo magnifico de este
libro-álbum es que permite estas lecturas y muchas otras a la vez –finalmente
las anteriores son lecturas de adultos ¿Qué sentido tendrá para los niños?-. El
sentido que pueda provocar La cocina de
noche en el lector no depende solo de la historia narrada, en el libro
imagen y palabra la van muy bien, cada una aporta de manera significativa para
la construcción de la historia, lo que no se dice en palabras está presente
explícita o implícitamente en la imagen y viceversa, ambas se complementa en un
fluir.
Las
ilustraciones recrean la estética del comic, están enmarcadas en viñetas que se
suceden unas a otras en un orden cronológico donde se capturan imágenes fijas
que dan cuenta del movimiento de la acción. Los diálogos se presentan en
bocadillos o globos. La palabra también tiene una dimensión física acentuada en
el libro, todo el texto está escrito en mayúscula y hay ciertas palabras
enfatizadas en el tamaño y grosor de la letra que le ofrecen al lector un tono
de voz. La disposición de las ilustraciones en la hoja en blanco redondea el
sentido de la historia, pues bien al principio del libro las viñetas solo
ocupan un poco más de la mitad y el resto permanece vacío, a medida que Miguel
se sumerge en el sueño las viñetas se amplían y ocupan la hoja, la fantasía se ha
apropiado de la realidad, hasta llegar a desbordarla rompiendo el límite de las
viñetas. Los personajes y algunos de sus objetos también escapan a los límites
de las viñetas, pues se salen de las líneas, se sobreponen a ellas como
queriendo salir de las páginas y cobrar vida, con esta técnica el lector siente
más cercanos a los personajes que parece que se asomaran por una ventana y les
hablaran como a vecinos.
La cocina de
noche ofrece una experiencia
íntima a su lector no solo por la cercanía que le produce, también por la
historia mínima que nos narra, tan particular como los sueños mismos de Miguel,
sumergidos en esa pequeña cocina que cobra vida en la noche. Desde el inicio y
hasta el final el lector entra en un mundo de sueños con una vitalidad
abarcadora que provoca leerlo una y otra vez, una y otra y una y otra vez.
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*Estudiante de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia en doble titulación con el programa de Cine y Televisión. Becada por la Cinemateca Distrital en la “Catedra Cinemateca Capítulo II: Éticas, estéticas y políticas del cine colombiano” y condecorada con mención de honor por su trabajo escrito “Representaciones de la mujer y su cuerpo en el cine colombiano a propósito de Dos mujeres y una vaca”.
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