Por: Diana Carolina Castro Calvo


Yo nunca he hecho una entrevista, esto será más una charla que otra cosa. Este semestre estoy en un Seminario de Investigación en literatura infantil en la Universidad Nacional, con Alejandra Jaramillo. Ha sido una reflexión muy larga en torno a las preguntas ¿qué es la literatura infantil, por qué escribir para niños y cómo hacerlo? No es sólo una clase de investigación, sino también de creación. Me he preguntado desde quien escribe: es un proceso muy complejo. Tú como escritora, ¿qué ves diferente entre la literatura infantil y la “literatura para grandes”?


Haces una pregunta grandísima. Yo creo que lo principal es que la postura que me parece más saludable, tanto para la literatura como para los niños, es que uno como escritor se ubique desde lo literario. Porque si me ubico desde el niño de entrada es muy fácil caer en la intención pedagógica, en la intención didáctica, moralista, así no lo quera. Porque somos adultos y cargamos con una tradición muy fuerte, somos colonialistas de la infancia. Entonces me parece que lo primero, primero que debe…yo no hablo de compromisos, porque finalmente los compromisos son con uno mismo, y más en el trabajo creativo, pero sí pararse desde lo literario, desde la literatura y que la principal lucha –que sería la misma lucha que compartiría un escritor para adultos– sería para lograr realmente crear esa obra, utilizando los recursos propios de la literatura, sea poesía, cuento, novela, dramaturgia, pero la lucha está en si uno está con narrativa que sea una buena historia, que los personajes sean sólidos, que se mantenga la tensión si se juega tensión ahí, depende del género. Pero sí hay un ingrediente, más que en pensar en el destinatario (que no deja de ser un acto externo) es que yo creo que sí se requiere un conocimiento del niño o del joven. No del niño específico, pero sí un poco de qué es un niño, de lo que hoy se conoce como la cultura de la infancia. De lo que mueve a los niños, de la manera como los niños razonan, de la forma en que ven el mundo. Así no sea un conocimiento racional, elaborado, si uno tiene cercanía con los niños, por las razones que sean, y ha pensado u observado a un niño, ese conocimiento es muy importante, para poder hablarle a ese lector virtual y potencial que es el niño o el joven. Eso tiene muchas trampas y también muchos caminos. Tiene la trampa del mercado, es la primera. “Necesitamos un libro para niños de 9 a 10 años”. Esa es una trampa mortal. Si se hace desde una postura externa y para darle gusto al otro que espera el producto, es muy probable que el intento sea fallido. Puede que no, puede que acierte y tenga tanta capacidad ese escritor que la logre, pero yo pienso que eso es un peligro porque se puede desvirtuar mucho, y eso pasa mucho sobre todo con la literatura juvenil, porque es como la literatura que está más permeada por el mercado. Entonces ahora casi que las editoriales se encargan porque ven a los jóvenes como un target publicitario entonces necesitamos libros sobre la anorexia, la bulimia, las drogas. Si tú tienes ese destinatario ahí para escribir y estás pensando en darle gusto al editor al lector prefabricado que tienes en la cabeza, es muy probable que el intento sea fallido y no salga una pieza con fuerza, creativa, con densidad, que tal vez se venda mucho, pero el mercado no puede ser un indicador porque puede indicar que “estamos llenos” pero no se trata de eso. Yo pienso que cuando uno escribe, yo creo que escribiría más o desde el niño o desde el joven como metido en esa psique del niño,en ese conocimiento de cómo se relacionan los niños con el mundo en general.

Pero teniendo la adultez como modelo frente al mundo, ¿cómo cambia eso la imagen que se tiene del niño? Porque ya para un adulto, el niño es un imaginario.

Por eso es muy fácil caer en lo que muchos adultos, que escriben desde la nostalgia de su propia infancia. Por eso es tan importante tener en cuenta a ese otro. Ese otro niño o ese otro joven.Es esa capacidad de salir de mí misma. Generalmente los buenos escritores para niños y para jóvenes se nutren del contacto con los niños

Claro, hay que tener mucha empatía.

Claro, porque es ese otro que no soy yo, que no es mi imaginario de niño, que no es mi propia infancia, que no son mis prejuicios de niño, sino que es ese niño al que yo le interpreto pero también al que yo escucho y observo. Entonces sí es importante el contacto, la observación, la capacidad de desprenderse. Es muy difícil desprenderse del adulto de uno. Pero también pienso que, queramos o no, hay una subvaloración de la infancia en general, entonces a veces por querer escribir para niños, infantilizamos las obras, las empobrecemos porque es como si no confiáramos en la capacidad metafórica del niño. Incluso a mí me parece cada vez más que las fronteras entre la literatura infantil y la adulta se van borrando; no porque los niños no tengan una cultura propia, sino porque los niños están hoy tan abiertos a todo, ellos leen e interpretan desde su ser-niño y tienen una capacidad impresionante de interpretar una obra. Claro yo no le voy a leer Crimen y castigo de Dostoievskia un bebé de dos años, porque ahí no hay posibilidad de hacer ningún click. Pro sí creo que esas fronteras que indican hasta dónde llega la literatura infantil y la juvenil y la adulta es cada vez más artificial.

Por eso mismo quería hacerte otra pregunta.Algunos autores de literatura infantil, sobre todo los más comerciales, caen en una condescendencia de lo que no se debe decir y lo que se debe decir con palabras bonitas, y finalmente se trata de ver cómo los niños dialogan con el mundo y consigo mismos. Hoy estaba leyendo Flores blancas para papá. Me gustó mucho esa introspección de Magdalena. Todo sucedía desde su interior. Incluso el narrador en tercera persona seguía escuchando lo que ellapensaba. Quiero saber, porque me ha pasado con mis ejercicios de escritura: ¿cómo quietarse esa condescendencia de pensar queel niño está lejos y en un nivel inferior? Muchas personas no logran una verdadera introspección por “pordebajearlo”. Supongo que en algún momento también te pasó.

Te voy a poner un ejemplo. Cuando yo escribí Flores blancas, yo nunca me cuestioné si era una obra para jóvenes. Yo quería contar la historia de Magdalena. Lo que me intrigaba era lo que le pasaba interiormente. Yo tuve un padre maravilloso al que amé; él ya murió. Mi pregunta era ¿cómo puede crecer alguien con un padre casi fantasma? ¿qué generará en un niño o unjoven esa ausenciapresencia del padre? Porque está ahí, pero como una presencia tapada, como si hubiera sido un invento, y en laadolescencia esos vacíos salen a flote. Entonces mira que todas mis preguntas son al rededor del personaje, no me estoy preguntando por el lector; jamás me pregunté por ellector. Que resultó ser para jóvenes y les habla a ellos, es otra cosa. Yo memetí en la historia, en los personajes, en laspreguntas que ellos megeneraban. No es una fórmula, pero yo creo que es por ahí. Es un poco el reto que pasa en la literatura para adultos; también puede ser un bestseller para darle gusto a alguien. También puede caer en eso. O estar luchando en cómo resolver esos conflictos que genera el proceso creativo mismo o la obra misma. Entonces a mí me parece que, claro, si yo estoy dentro de la corriente realista y quiero contar una historia de un niño, eso de alguna manera me ubica en el universo de los niños y me obliga a resolver cosas de ese personaje o esa situación de los niños, pero no necesariamente es una obra para niños. Yo me estoy acordando, por ejemplo, de Casa de campo de José Donoso. Es una obra cuyos protagonistas son niños en una casa de campo y no tiene nada que ver con los niños-lectores, aunque los niños sean los protagonistas. Los conflictos que se generan, la manera como abordas la historia, todo tiene que ver. Pero es algo más ligado y más imbricado con el ser niño o con el ser joven. Porque, por ejemplo, un niño pequeño en condiciones normales de desarrollo sabe que el juego es el universo en el que vive el niño. Y el juego no como entretenimiento, sino como su capacidad de simbolización del mundo —para él un asiento se vuelve un barco, se vuelve una nave—. Si yo me meto por ahí, es mucho más probable que logre como escritora una mejor obra que si aplano todo para que el otro lo entienda.

Pero a pesar de eso, supongo que hubo algún momento en que tú te diste cuenta de que estabas haciendo literatura para niño o que querías hacerlo.

Lo que pasa es que yo estaba metida con la literatura para niños desde hace mucho y desde distintos lugares, entonces es un territorio que me ha convocado de formas distintas. Mi contacto inicial con la literatura infantil —no personal, ni desde la infancia, sino de trabajo — fue cuando yo empecé a trabajar hace treinta y pico de años en la biblioteca de la Fundación Rafael Pombo, y ahí yo me metí más de lleno en la literatura infantil. Lejos de pensar en escribir para niños. Incluso me tocaba ir desde la Calera hasta la Fundación los domingos, un día en que no entraba nadie, además de que en esa época nos tocaba llamar a la gente con altoparlante, porque apenas empezaba la Pombo en la ciudad. Era de las primeras bibliotecas infantiles de la época. Entonces yo aproveché. Yo no tengo formación en literatura, pero yo el domingo iba sólo a leer. Aproveché y me conocí toda la colección y en esa época era una colección importada, porque en ese momento casi no se escribían ni editaban libros para niños en Colombia; toda esa colección era un tesorito importado de España y ahí conocí a Roald Dahl, a Christine Nöstliger, a Gerald Durrel y a muchos autores y mi gran sorpresa al leerlos era pensar ¡Esto es literatura! Es literatura que puede dialogar con la literatura “para adultos”. A mí me empezó a cambiar mi concepto de literatura infantil a partir de una experiencia como lectora. Tuve ese banquete ahí y lo supe aprovechar; en vez de estar quejándome porque me tocaba trabajar un domingo, yo no veía la hora de que llegara el domingo para sentarme a leer, leer y leer. Después me ha interesado la formación de mediadores, también empecé a hacer talleres con los profesores, pero también me interesa la investigación, entonces empecé a investigar sobre la literatura infantil colombiana y, por los laditos, me fueron dando ganas de escribir. No es algo que yo me hubiera planteado, sino que era algo que estaba en el ecosistema que yo estaba habitando.

Claro, igual así empieza el proceso creativo. Como lector, como espectador. Siempre hay un contacto inicial externo. Otra pregunta que tenía en el aire: en esa condescendencia que hay hacia los niños también hay muchos tabúes. Hay muchas cosas de las que se supone no se debe hablar a los niños. ¿Cómo te enfrentas a esos temas tabú? Como la muerte, la depresión. Una adolescente que va a l psiquiatra es un tema que no se toca, porque de la salud mental no se habla. ¿Cómo e enfrentas tú a ello?

Tanto en lo personal como en la escritura, no creo que a estas alturas haya temas tabúes para la literatura infantil y juvenil, o al menos no debería haber. Los hay, pero más en el circuito de la institución educativa, en los circuitos sociales, o hay escritores que se autocensuran, pero en una mirada ya más general de la literatura infantil, creo que ya se han roto mucho esos prejuicios. No sé si me explico. Ya uno puede encontrar literatura que habla de todos los temas, lo que pasa es que el problema no es tanto el qué sino el cómo. Yo creo que los niños están cada vez más inmersos en el mundo, que es difícil, es duro. Los que están protegidos que son poquitos igual están expuestos al mundo, por internet, por la televisión, por todo. Ya no es posible que un muchachito esté en una burbuja. Eso podía pasar antes y ya no. Los niños bien situaciones muy duras, en general, ricos o pobres. A los niños les toca difícil y a los jóvenes también. Es como querer tapar el sol con las manos. La pregunta es más bien de qué manera contar—no tanto pensar el cómo por querer censurar— y qué elaboración simbólica y creativa puede hacer un escritor con estos temas. Te pongo un ejemplo: Mi amigo el pintor de Lygia Bojunga (te lo recomiendo). Es un libro que está en Torre Amarilla de Norma; está clasificada por el mundo editorial para niños de 6to 7mo 8vo, peor está cerca de la comprensión deun niño de 10 o 12 años. Ese es un libro que trata el suicidio. Es una cosa poética bellísima, relacionada con los colores. Y ese niño, de no recuerdo cuántos años, tiene unamigo pintor que vive en el piso de arriba, y hay una relación entre ellos (es un pintor adulto) y el pintor se suicida. No me voy a tirar el final, desde el principio se suicida. Y es todo lo que le pasa al niño frente a eso, pero de una manera tan poética, tan bella…La elaboración simbólica, literaria y artística que hace Lygia Bojunga ahí no le hace daño a nadie. No le hace ningún daño a un niño enfrentarse al tema del suicidio, al contrario, se va a cercar a un tema que, si no se lo ha preguntado o si no se lo ha topado, se lo va a topar por primera vez de una manera bellísima. Porque yo digo que es mucho más dañino para un niño un noticiero de televisión; los noticieros de hoy en día son crónica roja, prensa amarilla, “decapitaron a yo no sé quién”, “mataron a yo no sé quién”, eso no tiene ninguna mediación ni ninguna elaboración. Y si un niño ve eso, pues ¡qué horror! Yo creo que tiene pesadillas,porque necesariamente el arte es ese espacio intermediario; es la reelaboración simbólica de la realidad y ahí está todo el espacio del imaginario, de los mundos posibles, de la metáfora…ese es el arte. Ya decía Rilke que lo que en la vida nos aterra, lo disfrutamos en un cuadro. Mira y verás. Si tú ves el Guernica, una cosa es ver la batalla y otra es un cuadro de una batalla.

Sí, porque está la distancia de la creación, de la ficción y está el hecho de que la realidad hizo que surgiera esta pieza, pero la realidad no está aquí.

Claro, y no sólo eso. Cuando una obra es profunda, cuando está cargada de sentido, todo cambia…volvamos al ejemplo de la pintura. Tú te pones a ver una obra y la miras y tú no la puedes explicar, pero te genera sentimientos y sensaciones y vuelves y la miras y no se te agota y dices ¿pero por qué? Porque ahí está una fuerza en el color, en las figuras, en la manera como está dispuesta, en muchas cosas, propias de cada materialidad, que es lo que precisamente es el arte. Y lo que te genera a ti es una distancia, así nosea reflexiva, así no reflexiones en ese momento, sí te pone en otro lugar, de tal manera que tú no quedas metido allá en la guerra, sino que te genera cosas, movimientos internos, emocionales psíquicos, pro la fuerza que tienen el arte. Yo creo que ahí es donde nos la deberíamos jugar en la literatura infantil. Yo digo que el libro talla como los vestidos. Libro talla 9 o talla…no es eso, es cómo reelaboro yo esto para generar en los niños la experiencia estética.

De lo que he visto en la literatura comercial más común, tal vez no se piensa tanto. En ese sentido ¿cómo trabajas tú con los ilustradores? Al momento de publicar una obra, ¿cómo se negocia eso?

Yo pienso que con cada libro es una historia distinta, yo no tengo ninguna fórmula. Te pongo un ejemplo. El libro de Así somos. Yo a Alekos, el ilustrador, lo conozco desde que éramos adolescentes los dos.Conozco, admiro y respeto mucho su trabajo. Entonces, por ejemplo, eso fue una fortuna, porque cuando a mí me dijo la editorial (no siempre preguntan)¿tú a quién te imaginas ilustrando este libro? Y yo dije: Alekos. Porque yo sé que Alekos, además de que me gusta su estética, conoce mucho las tradiciones colombianas. Así viva en Barcelona, él ha recorrido mucho, porque él es cantautor y titiritero, él conoce la cultura popular, la ha vivido. Entonces yo dije éste es perfecto para ese libro. Entonces fui una afortunada: ella me dijo listo y Alekos también aceptó.Entonces lo que hicimos fue que, dos veces durante el proceso de elaboración del libro, dos veces que él vino a Colombia, nos sentamos simplemente a conversar sobre el libro y luego él se fue a hacer su trabajo. Pero también he tenido casos desafortunados. Yo tengo un libro con [Editorial]. Se llama [Título], es un cuento. Aquí entre nos, y no lo digo duro, me parece espantoso. Y yo nunca tuve que ver con la ilustración;decidí nunca volver a sacar algo con ellos, porque no me gusta. Porque a mí nadie me preguntó nada simplemente me mandaron el libro ya ilustrado. Y cuando yo vi las ilustraciones pensé “¡Me voy a morir!”.No me gusta. Es una estética que gusta mucho, acerca gente, pero a mí me pareció como estereotipada. Entonces, pasa de todo.

¡Qué mal! Y uno como escritor siempre intenta salirse de los clichés, y que le impongan uno al propio libro, debe ser terrible.

Así pasa. Hay otros de mis libros que no están ilustrados. Por ejemplo, es muy distinto si yo fuera a hacer un libro álbum, porque yo creo que la relación entre el autory el ilustrador debe ser mucho más estrecha, pero yo no tengo libro álbum. No he tenido esa experiencia.

¿Piensas hacerlo en algún momento?

No sé. No sé. Yo vivo tan ocupada con tantas cosas. A pesar de que a mí me encantaría dedicarme sólo a escribir. Pero no puedo, por un lado, y por el otro, me cooptan muchas cosas. Hoy venía pensando en eso y yo no quiero más documentos públicos, yo quiero más literatura. Pero son periodos.

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