Por: Valeria Alejandra Berón Cerón
Ricardo Silva Romero es
un escritor y periodista bogotano, graduado de Estudios Literarios de la
Pontificia Universidad Javeriana, y con una maestría en cine de la Universidad
Autónoma de Barcelona. Ha publicado novelas, cuentos y poemas. Aunque su obra
está principalmente dirigida a un público adulto, ha escrito cuatro libros para
niños: En orden de estatura, publicado
en el año 2007; Que no me miren, publicado
en 2011; El libro de los ojos, publicado
en el año 2013; y Todo va a estar bien,
publicado en 2016 . Actualmente, está motivado por escribir nuevos libros
infantiles.
¿Cómo y cuándo surgió
su relación con la literatura infantil?
Mi relación con la literatura
infantil, en primer lugar, surgió como “lector” y pertenece al momento en el
que mis papás me leían libros infantiles. De ese momento, tengo libros
importantes para mí, como Las aventuras de Huckleberry Finn, o Alicia en el país
de las maravillas. También tengo muchos cómics, casi todos relacionados con
el humor, como Mafalda, Snoopy, Olafo y Astérix y que uno no puede relacionar
directamente con la literatura infantil, porque parecen para grandes también,
pero que tienen ese punto medio, esa intercesión tan extraña que sucede con la
literatura infantil entre lo hondo, lo humano y lo grave, entre la ligereza y
el humor. Luego, uno podría decir que tienen ese espíritu entre parodia, humor
y juego, que es el que uno reconoce en la literatura infantil y lo que la hace
tan importante y tan necesaria.
Quería decir cuál es
la literatura infantil que me gustó más
(la de humor), para decir que ese es el tipo de literatura infantil que he
querido escribir. Yo tenía la idea de que escribir para niños podría ser
interesante, porque siempre me ha interesado escribir con un humor y digamos
que en las novelas para adultos el humor es muy útil para subrayar lo
dramático, lo trágico. Por lo tanto siempre he tenido en la cabeza la idea de
escribir un libro de humor, elemento que, para mí, va ligado a la literatura
infantil. En fin, siempre me pareció claro que, si quería escribir libros de
humor, lo más práctico era escribir libros para niños.Pero yo siempre he tenido
en la cabeza más ideas para grandes. Por lo tanto, se necesitó que la Editorial
Norma y la editora Cristina Puerta me dijeran que yo podía escribir para niños
y a mí me pareció interesante que alguien lo pensara. Ya después fue más formal
el ofrecimiento, así que Cristina me dijo que hiciera una novela para niños. Yo
supe que tenía un par de personajes que me servirían: un niño que parecía viejo
y una abuela que moría y de lo cual era difícil que se enterara la gente,
porque sus hijos no la tenía cerca. Me pareció que el niño viejo tenía que
perder a su abuela, que era la única persona con la que podía seguir siendo un
niño, y no ser un niño viejo.
Ese es mi punto de
partido con la literatura infantil, y
digamos que desató el nudo que podría yo tener de lanzarme a hacerlo. Que
alguien me lo estuviera pidiendo, siempre me es útil.
¿Qué lo ha motivado a escribir para
jóvenes y niños?
Mi motivación para escribir para
niños y jóvenes ha sido la que se desató a partir de esa especie de idea vaga
que tenía de escribir literatura de humor inspirada en Quino, Roald Dahl o Mark
Twain. También, me pareció que era muy interesante escribir para niños, porque
estaba simultáneamente escribiendo para adultos. Este es un aspecto muy singular
de la literatura infantil, porque finalmente los papás son quienes les leen
este tipo de literatura a sus hijos. La literatura infantil es un punto de
contacto entre los adultos y los niños, que prueba que los niños pueden
entender las cosas más graves y que los adultos pueden ser como niños, que
constantemente están fingiendo que no lo son.
¿Cuáles son las características del
público al que están dirigidas cada una de sus obras de literatura infantil?
Yo usualmente tengo un problema en
todos mi trabajos y es que no sé muy bien quién es el público, salvo un público
que sea parecido a mí, que soy más bien común; es decir, a mí me gustan las
cosas que le gustan a todo el mundo. Aunque he estudiado, no me considero una
persona “sofisticada”. Estoy más pendiente del fútbol, de las películas, de los
libros chistosos y de los amigos. Soy más volcado hacia las cosas de la vida
que hacia las cosas de la academia, por eso no estoy pensando constantemente
quién es mi público, sino que asumo que es gente que ha visto lo mismo que
yo.
Por lo tanto, siempre estoy
escribiendo para un público que es como yo, y que le gustan las cosas de niños de humor, o que van a tener
fascinación por el sonido que es algo tanto infantil como literario. Como en el
caso de El libro de los ojos, que es
un libro de sólo sonidos, de ruiditos, de onomatopeyas y a mí me parece que eso
es algo que tenemos en común y que debe haber gente que le interese. Lo mismo
pasa con el libro Que no me miren,
que es un libro muy de juego, pero yo aspiraría que los niños que lo estén
leyendo lo lean para discutirlo con los grandes, y que los grandes
descubran allí los mismos miedos.
¿Cree que los libros de literatura
infantil deben tener una estructura o forma predeterminada que los haga más interesantes
para el público?
Creo que sí está inventada una
estructura. Creo, por ejemplo, los capítulos deben ser cortos, y el lenguaje muy directo y las frases muy
claras y la oscuridad muy contenida. Creo que hay formatos y estructuras que
están muy claras, así como hay editores de literatura infantil y juvenil que
dirían inmediatamente “este capítulo está eterno para un niño” o “esta novela
es un engendro, porque es más bien para grandes”.
Considero que la literatura infantil
sí tiene una estructura, pero no sé si la deba tener, porque yo creo que todos
culturalmente estamos preparados para recibir las historias y convertirlas en
dramas; es decir, en relatos con principio, medio y fin, y por más extraña que
sea la estructura, por más arriesgada o por más sinuosa uno siempre va a armar
el rompecabezas y a decir “a esta persona le pasó esto e hizo esto para
recuperarse”. Uno con su entrenamiento va a pensar así, no porque uno sea un
idiota aconductado por unos malvados, sino porque la vida funciona así de
cierto modo. Por eso uno tiene unos propósitos y tiene problemas para
conseguirlos. Así es la vida, más o menos, uno quiere hacer lo que quiere hacer
y no es tan fácil. De eso se trata el drama, de querer algo y no conseguirlo
tan fácil.Entonces uno está listo para enfrentarse a cualquier estructura y
volverla drama. Me parecería que uno podría arriesgarse y hacer libros de niños
con capítulos largos, o podría jugársela por lenguajes más complejos. Entonces,
creo que es sensato escribir preciso y sin alardes cuando uno escribe para
niños, pero creo que no hay que rozar ni siquiera con el menosprecio por ese
lector, ni estructuralmente ni en el lenguaje. Uno puede jugársela por cosas
extrañas a ver qué pasa.
Estos libros que yo he hecho tienen
estructuras muy claras. Uno es la historia de ciertas formas poéticas (El libro de los ojos), otro es el
alfabeto (Que no me miren), y otro es
una novela clásica dramática, que cuenta una historia con principio medio y fin
sin enredarla. Pero todas en cierto modo son dramáticas. Por ejemplo, Que no me miren es la historia de un
niño que llega a su primer día de colegio y la profesora le produce pánico, y
ahí empieza la historia y cómo el protagonista se va a enfrentar a la profesora
y a todos los problemas que surgen para lograrlo.
En El libro de los ojos, una familia de oftalmólogos tienen desde el
principio la idea de encontrar unas
gafas que resuelvan definitivamente el problema de todos, y que no sólo permita
que se vean bien las cosas en el sentido de la precisión y del enfoque, sino en
el sentido de verlas mejor de lo que son. Entonces, surge la pregunta de si
serán capaces los miembros de la familia de encontrar esa fórmula.
¿Cómo ha sido la acogida de Que no me miren y El libro de los ojos?
La acogida de Que no me miren y El libro de
los ojos ha sido buena, porque hay dos maneras de medirla: una es cuántos
libros se venden, y otra es cuántos comentarios hay y qué tan buenos son. En
ambos casos ha salido bien, salvo alguna persona que me dijo que El libro de e los ojos parecía el libro
de una monja, porque habla mucho con Dios, pero eso es algo que pasa
normalmente.
¿Cómo logra que un texto de
literatura infantil abarque temas serios y complejos y que al mismo tiempo
genere diversión y entretenimiento?
Yo creo que los temas serios y
complejos se dan en la medida en que les suceden a los personajes de cada libro
como “Leopoldo”, “Gregorio” y “la familia Cruz”, pero el humor es la manera de
contarlos, que es de cierto modo la manera de la ficción. La ficción elige lo
que quiere decir, como el humor que casi que cuenta sílabas para que el chiste
no se dañe. El humor se parece a la poesía, porque uno puede tirarse un verso o
tirarse un chiste si dice una palabra de más. Entonces ahí comienza a entrar el
sonido y el modo de decir las cosas y eso, en mi caso, tiende a ser más o menos
en chiste, porque sospecho que la gente cuando recibe algo muy serio se ríe; es
decir, cuando uno va a una misa gravísima le dan ataques de risa, o cuando uno
está en una junta de trabajo muy seria, y pasa algo ridículo, le toca a uno
controlar esos ataques de risa.
¿Cree que una obra de literatura
infantil debe ser pedagógica?
Como yo salí hace rato de la
universidad, no estoy sufriendo tanto por una cosa que le dicen a uno de que
una obra es más literaria entre menos pedagógica sea. En muy pocas palabras,
entre más contribuya a la confusión de las personas, entre más le enrede su
claridad en el punto de vista, mientras más vuelva ambiguo lo que es definido,
pues es más literario. Yo creo que entre más profunda se sienta una obra,
probablemente sea menos buena. Es decir que la profundidad no está en la obra,
sino en la persona que le da la profundidad, que es quien la lee. Por ejemplo,
las canciones que todo mundo detesta de Ricardo Arjona son molestas para muchas
personas, porque se sienten poéticas y profundas, como diciendo cosas muy
importantes. Cuando uno le siente eso a un libro, que se da su propia
importancia, no es muy diferente a cuando uno le siente eso a una persona, que
se da su propia importancia y que, por ejemplo, se hace llamar doctor o le dice
a la gente que lo trate de una manera específica. Eso es ridículo, pero es algo
que puede pasar con un libro que está diciendo cosas profundas. Más bien creo
que una obra de literatura infantil puede ser pedagógica, pero ojalá sin
buscarlo. Está bien que todo el mundo agarre los libros para lo que le sirvan.
Si alguien va aprender de En orden de
estatura sobre cómo hacer el duelo o cuáles son los pasos de duelo, está
bien. O si alguien va a perderle el miedo a los demás con el libro Que no me miren, está bien. Me parece
que los dramas son más pedagógicos para los personajes, que para los lectores,
ya que los personajes aprenden cosas y de pronto por identificación la gente lo
puede aprender. Por ejemplo: “Leopoldo” en En
orden de estatura aprende a que la
gente se vaya y las cosas cambien; “Gregorio” en Que no me miren aprende a que no hay que temerle a nadie, porque es
necesario perderle el temor al mundo; y
los del El libro de los ojos aprenden
que una familia no es necesariamente un problema de sangre. Hay aprendizajes en
esos libros, pero los tienen principalmente los personajes. Si un lector quiere
aprender con ellos, está muy bien.
¿Cuáles son sus
escritores de referencia y por qué?
A mí me gustan los
libros que hizo Mark
Twain para niños, me gusta Lewis Carroll, me gusta J. M. Barrie, me gusta
Collodi. Pero más que los escritores me gustan sus personajes. También me gusta
Roald Dahl, porque es muy descarado. Por
ejemplo, hoy en día le podrían decir que los personajes de la novela llamada Agu Trot son dos viejos muy viejos. No
serían bien recibidos por los niños, porque debería haber por lo menos un niño
para que se diera una identificación. Aun así Roald Dahl se la juega y no le
importa, y termina obteniendo buenos resultados.
¿Qué criterios tiene
con respecto a los medios de difusión de su obra?
Mis libros han sido
esporádicos, ya que En orden de estatura es
del 2007, Que no me miren es
probablemente del 2011 y el de El libro
de los ojos es del 2013, y han sido
con dos editoriales diferentes. En orden
de estatura fue con Norma y los otros dos libros fueron con la editorial
paisa Tragaluz. En ambos casos ha sido muy diferente.
En Norma, el juego era
más por el lado de la prescripción escolar, pero como yo venía en ese momento
de escribir libros para adultos, entonces me sirvió que los medios de
comunicación estuvieran interesados en que fuera la primera historia infantil
que hacía. Esa difusión fue útil y sirvió para que el libro llamara la atención
y tuviera lectores adultos, que probablemente haya sido el arranque de este
libro. Lo que se hizo con En orden de
estatura fue presentarlo a los grandes y por medio de estos ha llegado a
los niños.
Que no
me miren y El libro de los ojos son
libros ya sin prescripción escolar y me parece que están dirigidos a un público
que le interesen los libros bonitos, como los libros objeto. Además Tragaluz
tiene casi la función de coautor, porque
hicieron de la construcción de cada libro algo muy particular y único. Entonces,
aquí hay otra manera de divulgar los libros
y de presentarlos: como curiosidades para niños, aunque por ser libros
curiosos también les interesan a los grandes.
¿Cómo cree que es la relación de la Literatura
Infantil con la "Gran" Literatura?¿Considera que, desde el ámbito
académico, es posible examinarla con los mismos parámetros?
Me parece que ha sido
claro que la literatura infantil se trata como literatura para la primaria, o,
como los profesores de gimnasia de la literatura, como los que andan en
sudadera. Me parece que han tratado a los autores de literatura infantil como
menos importantes, prueba de eso es que un premio nacional de literatura se
concede muy pocas veces a un autor dedicado al género, a alguien que escriba para niños se le
considera muy pocas veces para un Premio Nobel.
Quien tiene pasión por
los libros sabe de lo difícil que es crear los personajes infantiles, lo
poderosos que estos pueden ser y lo mucho que resuenan en el mundo durante años
cuando son bien hechos. Entonces, la literatura infantil debería considerarse
en el mismo nivel de la “Gran” Literatura, y no entiendo de verdad cuál es la
razón para que la sienten en otra mesa, quizás sea por el carácter pedagógico
que suele tener. Incluso, uno podría comprobar que la literatura infantil es
más literatura, porque requiere mayor trabajo del lector. Por eso considero que
desde la academia, la literatura infantil podría tomarse como algo serio y que
consigue ser verdadera literatura.
¿Cuáles considera que han sido sus
influencias dentro de su proceso creativo?
Yo creería que son los humoristas.
Me acuerdo que para escribir En Orden de
estatura, lo que hice para tener como un sonidito, fue ver la serie de
Monty Python o ver los humoristas argentinos Les Luthiers, estar pendiente de
puras comedias. Eso, repito, es poético, es juego y es parodia y lo agradecen
mucho los niños, al ver que se pueden reír por un libro.
Por eso me han interesado los cómics
y autores como Mark Twain o como Lewis Carroll.
¿Qué autores de Literatura Infantil
recomienda? ¿Y qué Ilustradores?
Recomiendo escritores como Roald
Dahl, primero que todo. También: Christine Nostlinger,
Marjorie Weinman Sharmat, Maurice Sendak y Anthony Browne. Recomiendo ilustradores como
Goscinny Sempé, Quentin Blake, Juana Medina, Julian de Narvaez y Daniel Gómez
Henao —el ilustrador de El libro
de los ojos y Que no me miren— quien
me parece muy interesante.
¿Considera importante acercar al
niño a temas tabú para la infancia como la muerte, la guerra, el dolor, la
tristeza, etc.?
Yo creo que hay que contar la
historia que haya que contar, la historia que el personaje necesite para
aprender o para que el mundo se le desbarate. Me parece, por ejemplo, que
tratar de prolongar verdades a los niños como la guerra, el secuestro o la
muerte es inútil, porque son cosas que siempre pasan y que muy pronto los niños
comprenden.
¿Cómo es su proceso creativo?
Todo depende del libro. Yo escribí
un libro nuevo para niños, que se demorará en ser publicado, porque necesita
mucha ilustración. El proceso de este libro comenzó con una idea, que a mí se
me ocurrió mientras escribía En orden de estatura.
Es la historia de un psicólogo de perros y una niña, quien va un día a
reclamarle al psicólogo que su perro se le perdió, y la última vez que lo
vieron fue en el consultorio de él. Esta fue una idea del año 2006 y la escribí
en el 2015. Es decir, me demore nueve años en llegar a escribirla, ya que
mientras tanto tenía que hacer otras cosas. Hasta que tuve un momento en el que
quise descansar y pensé que escribir ese libro sería una liberación, porque
podría hacer todos los chistes que quisiera, por ejemplo, contar que un perro
va al psicólogo.
El proceso de construcción de mis
libros infantiles comienza en el momento
en el que yo no puedo sino escribir eso. Para mí es un alivio, porque voy a
poder hacer todos los chistes y dar todas las vueltas que quiera, que por
supuesto es una trampa, porque es un trabajo igual de difícil que escribir
cualquier obra.
¿Cómo ve el panorama
de la literatura infantil en Colombia?
A mí siempre me ha
parecido que hay gente que es extraordinaria escribiendo literatura infantil. Me
parece que Jairo Buitrago es un tipo muy interesante. Yolanda Reyes siempre ha
sido muy buena. Francisco Montaña es un tipo muy valiente que hace novelas para
jóvenes de desaparecidos y para niños, de niños con hambre. También hay personas
como Ivar Da Coll que son excepcionales.
En términos generales,
me parece que Colombia tiene unos especialistas muy destacados y muy dignos, gente
que lleva toda la vida escribiendo para niños, aparte de quienes acabo de
mencionar.
¿Cómo es su experiencia
cuando ilustran sus libros?
Es rara, porque
siempre sucede algo que uno no tenía en la cabeza. Creo que ninguno de los
libros que me han ilustrado se parecen a lo que yo me imaginaba, por ello tienen
esa gracia y también esa sorpresa. Por ejemplo, “Gregorio” me parece un
personajes muy bonito físicamente. Los de El
libro de los ojos son unos personajes muy monstruosos; es decir, son como
unos fenómenos de la naturaleza todos.
Me parece que es claro
que son puestas en escena, como si yo hubiera escrito un guión y los
ilustradores hubieran hecho sus montajes. Es además interesante que más gente
lo haga, que agarren el libro de uno y hagan otra versión, porque nunca será lo
que uno se imaginó, pero si puede ser otra cosa totalmente diferente. Esa es mi
sensación siempre.
¿Ha pensado en escribir más obras
para niños o jóvenes?
Sí, tengo varias ideas, pero el
problema de las ideas es encontrar el momento en que yo necesite hacerlas. Es
decir, tendría que pasar algo muy fuerte para que yo adelantara los libros que
quiero escribir para hacer uno de niños. En cualquier caso, dentro de poco saldrá
mi nueva novela infantil, la que me demore nueve años en escribir. Se llamará Todo va a estar bien.
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